La economía guyanesa tuvo un crecimiento récord del 62,3 %, el más alto del mundo en 2022, según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Como lo escribe Omar Lugo en su artículo publicado en “El Interés”, el pasto del vecino siempre nos parece más verde, pero en este caso, observando a la economía de nuestra limítrofe Guyana, no es una simple impresión, sino una realidad que mueve nuestros bajos instintos de venezolanos a envidiar no muy sanamente, a este hasta ahora menguado y olvidado país de la región.
El FMI en su informe, citado por Lugo, informa que la economía guyanesa sigue creciendo, apoyada por los planes de modernización del Gobierno, incluida la expansión sin precedente del sector petrolero. Se espera que el PIB real siga creciendo a un ritmo extremadamente rápido de un 38 %. La producción de petróleo de Guyana de este 2023 equivale a más de la mitad de los 730.000 B/D que ha producido Venezuela, según datos de la OPEP y se espera que en 2024 Guyana alcance aproximadamente los 600.000 B/D que es lo que actualmente produce nuestro país. Los cien años de explotación, experiencia y tradición del país petrolero de Venezuela, se ven rebasados por el lustro que ahora tiene Guyana en ese sector.
La potencia que era Venezuela en la industria petrolera pertenece a un pasado luminoso que el chavismo se encargó de destruir con el desmantelamiento de la nómina de expertos sustituida por una de ineficientes funcionarios puestos allí por la gerencia del sector dominada por militares o clientes del partido oficialista, todos caracterizados por una masiva y descomunal corrupción. Mientras tanto Guyana, según el artículo de “El Interés”, viene corriendo por la parte exterior de la pista como nuevo polo petrolero regional, aupada por enormes inversiones del gigante estadounidense Exxon Mobil, que opera los grandes campos de altamar que llegan a ocupar aguas del territorio Esequibo que reclamamos los venezolanos como parte de nuestro territorio marítimo, en el juicio que se sigue ante la Corte Internacional de Justicia.
No hay que olvidar la actitud entreguista de “El Eterno Comandante” que, ante la invasión del territorio del Esequibo en reclamación por parte del gobierno guyanés, expresamente declaró: “El gobierno venezolano no será obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”, o bien, “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países”. Más o menos “El Eterno” le dijo a Guyana: “Venezuela es muy grande y por ello su gobierno es magnánimo: cójanse esos piches 159.000 kilómetros cuadrados”.
El actual Presidente Usurpador, compartió tal política siendo Canciller de la República, los propósitos de ambos, según el historiador Manuel Donís, era ceder la defensa territorial a cambio de apoyo ideológico de los países del Caribe. Se priorizó, ante la defensa territorial del país, el apoyo de la Organización de Estados Americanos y otros organismos internacionales.
Pero no fue sólo esa irresponsable política del gobierno para llevar las relaciones con Guyana y ahora el aprovechamiento de esta nación para terminar de desbancar a Venezuela en los negocios petroleros, como tampoco la insensata gerencia de PDVSA que se llenó de ineptos para el desarrollo de sus funciones, sino como causa principal de nuestro despeñadero como país petrolero se debió a la enorme corrupción que se generó en complicidad con altas cúpulas del poder tanto en el Ejecutivo, como en el Legislativo, mediante la aprobación de la Ley Antibloqueo.
Mediante esta Ley quedaron derogados todos los controles y obligaciones de rendir cuenta sobre la venta de petróleo y para estos turbios manejos se hizo desaparecer la flota petrolera venezolana y se contrataron tanqueros de otros países. De esta manera se inició la rebatiña de la venta de petróleo no cobrada por PDVSA, pero vendida a militares y “enchufados” a precios rebajados para que negociaran esas ventas del crudo, con la condición de pasar a fondos de quienes dirigían tan gigantesco saqueo, una cuantiosa comisión en transferencias a cuentas en el exterior o en divisas en efectivo.
Nadie sabe en dónde está Tareck El Aissami, a excepción de sus poderosos cómplices que incluye al Presidente Ilegitimo. Lo esconden y sabemos por qué, pues la confabulación para hacer desaparecer entre 23 y 26 mil millones de dólares de las arcas de PDVSA y cuál fue el destino final de tan fabulosa cantidad de dinero, quedaría develada con su testimonio.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez