Interesante e inspiradora, así es la historia personal y profesional del doctor Jorge Díaz Herrera, un barquisimetano nato que a sus 62 años ha cosechado grandes éxitos en el exterior.
Las bases de su formación están en tierra larense. En la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) estudió Análisis de Sistemas y en la Empresa Regional de Comunicación (ERCO) adquirió los conocimientos y herramientas que le permitieron completar con éxito una maestría y un doctorado en Inglaterra, cuyos proyectos o trabajos de investigación le permitieron llegar al cargo que hoy ostenta en Estados Unidos: presidente (Rector) de la Universidad de Keuka, en Nueva York.
Díaz Herrera lleva treinta años de su vida en norteamérica, pero siempre mantiene el vínculo con su ciudad natal, su familia y amistades, y su visita actual a la ciudad se debe a un evento importante: el acto solemne de conferimiento del Doctorado Honoris Causa de su alma máter, el viernes 5 de abril, en el auditorio Ambrosio Oropeza. Hace un año, EL IMPULSO le dedicó un espacio en la página de Educación y ahora la ocasión resultó propicia para profundizar en los matices de su vida.
La conversación se extendió dos horas y media. En los primeros minutos Díaz Herrera fue quien indagó sobre la trayectoria del rotativo y del director Juan Manuel Carmona, en una suerte de inversión de roles que sirvió para romper el hielo.
Una gran familia
Díaz Herrera se confesó acostumbrado a las entrevistas, por ello no dudó en responder a cada interrogante y en exponer los aspectos más relevantes de su vida, desde la infancia a la actualidad.
“Nací en la maternidad Concepción y Palacios que funcionaba al lado de la iglesia San Juan, en 1950, y me crié en los alrededores del Parque Ayacucho. Mi padreera panadero, oriundo de Quíbor, y mi madre de Cuara”.
Al recordar a su padre no dudó en describir sus cualidades: “Era un hombre muy creador y sumamente generoso, por eso nos ha ido tan bien en la vida a todos, porque para él las cosas materiales eran compartidas. Nuestra casa vivía llena de gente que planteaba sus necesidades. Recuerdo que todos los miércoles llegaba un señor en un burro, con las dos piernas cortas, vendiendo lotería y mi papá se las compraba, y creo que ni siquiera revisaba si ganaba”.
Llegó al tercer grado de primaria y siempre se desempeñó como comerciante, contó. “Primero montó una tintorería con unos chinos, en el sector El Manteco, y en los años de 1940, luego inició con la panadería y la mantuvo durante 50 años. Pero cuando comenzó la historia de la inflación no entendió que estaba vendiendo por debajo de costo y adquirió muchas deudas que nos obligaron a cerrarla.
Dos años después murió”. Su madre falleció hace un año, pero mantiene el cobijo de su hermana mayor que ayudó en su crianza.
Díaz Herrera tiene siete hermanos, producto de los dos matrimonios de su padre. “Pero la cuestión es que somos una gran familia porque nos criamos unidos”.
De pequeño trabajó en la panadería de su padre y como aprendió a leer y a escribir a los cinco años, ingresó a temprana edad en la Escuela José Gil Fortoul, a la que debía llevar su propia silla para poder ver las clases.
Inició la educación secundaria en el Liceo Lisandro Alvarado, gracias a que su madre hizo una cola nocturna para conseguirle el cupo. Pero, en el tercer año de bachillerato, el amor lo obligó a abandonar su formación. Finalmente se graduó en una institución nocturna.
En el bachillerato se inició en la práctica de esgrima y llegó a ser campeón estadal de sable, y desde la primaria mostró habilidades para la pintura. Sin duda es un hombre polifacético que además de tocar arpa y otros instrumentos musicales, ha logrado combinar sus ocupaciones con la crianza de sus tres hijos, solo en el exterior.