La mente se fue llenando con lo que la inquieta imaginación le iba entregando. La imaginación es un estado de fluencia de las ideas, que siempre se han ocupado de que la mente mantenga su integra actividad pensante. Lo cierto es que me fui llenando de ideas y de imágenes, que acudían a mi juicio, para que tomara de ellas las necesarias a la idea que vengo desarrollando. Es decir, fue un río de ideas lo que llenó mi mente. Pero debía escoger entre ellas solamente las necesarias para el tema. Fueron tantos los recursos que acudían a la mente que necesariamente debía escoger. Entre ideas e imágenes me nutría. Es un proceso que sólo la mente maneja, pero que mi razón discierne. No es necesario que los recuerdos interfieran. La mente lúcida va entregando el mensaje que genera, de modo que en estas actividades psíquicas hay un poder incontrolable, pero que discierne.
Los recuerdos pueden intervenir directamente cuando su contenido sirva al propósito. En consecuencia, todos estos comentarios asumen un propósito en cuanto a dilucidar aspectos que, sin ser necesarios, contribuyen contextualmente en su desarrollo. De modo que la redacción de un trabajo requiere coordinación y mucha claridad de las ideas que se exponen.
De modo que estos dedos que se mueven sobre el teclado de la computadora, tienen el oficio de articular las teclas que las palabras se vayan formando en el plano de la pantalla. Oficio que en ningún momento suele nombrar el escritor, pero que nosotros lo hacemos para la didáctica de las palabras. No es, pues, de ninguna manera, un modo de hacer más larga la línea de la escritura, sino un modo de darle claridad a la expresión. Escribir no es solo graficar las palabras; la ortografía, en todo instante tiene la palabra; la sintaxis en la relación que guardan las palabras entre sí, son necesarias en todo momento para la comprensión de quienes lean. De modo que en la escritura todos los recursos son necesarios e importantes. Sin más que escribir, dejo a ustedes la tarea leerme.