Cómo era Dori Parra de Orellana para quienes la conocieron desde jóvenes #27Jul

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De doña Dori Parra Orellana, dicen quienes muy jóvenes se hicieron dirigentes de Acción Democrática y la conocieron porque los orientó en la política, fue una mujer impresionante,  valiente, honesta, sincera, sencilla, sensible, humilde, servidora y por todos esos atributos, muy querida, admirada y respetada no sólo en Lara sino en el resto de Venezuela. 

Hija de Miguel Ángel Parra y Dorila Pinellaux fue bautizada como Dorila Elena Parra Pinellaux, mejor conocida como Dori Parra, casó muy joven con Miguel Escalona y tuvo un hijo, Hugo, quien fue ingeniero y murió a consecuencia de Covid en Estados Unidos.  Se unió en matrimonio con el doctor Fortunato Orellana, respetado médico, quien también destacó como parlamentario. 

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Valor y coraje 

Filiberto Peña Canelón,  más conocido como Fili Peña, abogado, exsecretario general de AD, exsecretario general de gobierno, exdiputado de la Asamblea Legislativa, relata a El Impulso que el valor y coraje de doña Dori Parra de Orellana es difícil que lo pudieran demostrar  muy pocas personas de su época, sobre todo mujeres, porque estuvo presa y fue torturada por sus ideas democráticas en tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.  Al salir de la Cárcel Modelo lo hizo con mucha humildad sin reclamar para ella trato especial por los vejámenes que había recibido de los esbirros de la Seguridad Nacional. Se reincorporó a sus actividades partidistas hasta el último día de su existencia, evidenciando que fue una adeca integral y dando ejemplo a las mujeres de nuestro país. Se ganó el respeto, la admiración y el cariño de los larenses y, en general, del pueblo venezolano porque su nombre y su trayectoria trascendió por todo el país. 

 ¿Cómo describir a la dirigente más emblemática de AD, exdiputada, exsenadora y ex gobernadora de nuestra entidad federal?   

 Tenía yo, dice Fili Peña,  trece a catorce años, estudiaba sexto grado en la Salle y era integrante del equipo futbolístico, cuando, recuerdo perfectamente que era el sábado 14 de mayo de 1960, fui a la casa de Acción Democrática, la cual estaba situada en la carrera 18 con calle 22, en el centro de Barquisimeto. Tras haber traspasado la puerta principal, a la primera persona que me encontré fue a la señora Dori Parra de Orellana, quien al verme me preguntó: ¿Qué hace usted, aquí,  con ese suéter rojo? Y  yo le respondí: “Señora, yo voy a jugar fútbol en el campo de La Salle y necesito hablar con mi papá, que vino para acá.” Una vez que oyó mi respuesta, me dijo: “Siga adelante.”  

Yo había ido a pedirle dos bolívares a mi padre, Miguel Salvador Peña, quien trabajaba como jefe de taller en el Ministerio de Obras Públicas fue dirigente sindical de AD. 

Y, después de pensar en el reclamo que me había hecho aquella imponente dama,  entendí el sentido de la pregunta, porque en ese momento se asociaba el color rojo al Partido Comunista, que ya estaba involucrado en la violencia contra la naciente democracia venezolana. 

Ese encuentro con la señora Dori Parra me impresionó tanto que todavía la sigo admirando, queriendo y recordando, tanto fue así que me incorporé, poco después, a Acción Democrática y conocí también al doctor Fortunato Orellana, quien fue su querido esposo. 

En el momento de aquel encuentro, la señora Dori Parra de Orellana era secretaria política  del Comité Ejecutivo Seccional de AD y el secretario general, el doctor Eligio Anzola. 

Cuando ingreso al partido me consigo con Julio Valero Roa, secretario juvenil seccional, quien al irse con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, dejó una camada de jóvenes que terminamos siendo dirigentes, entre los cuales se encontraban Chito Vásquez, Guillermo Meléndez, Ricardo Longoria, Antonio Hartliep, Isidro Casanova, Servando Navarro, Manuel Lucker y muchos otros, a los cuales nos intruían los compañeros Eligio  Anzola y Dori Parra de Orellana. Eran tiempos en los que teníamos que movilizarnos superando dificultades. A veces nos íbamos en “colas” en camiones volteo que iban a cargar arena al río, más allá de Cabudare. De aquí a Agua Viva no había carretera, sino un camino de polvo. Con sacrificios, pero con mucho entusiasmo se formó esa juventud alentados por la señora Dori Parra de Orellana. 

Lideresa incomparable 

Por su parte, el profesor Justo Mendoza, exdiputado, quien tuvo una gran trayectoria como dirigente del partido blanco y hoy es analista político, recuerda haber conocido a la señora  Parra de Orellana, en el año 1960, cuando él tenía diez años de edad y vivía en El Ujano, entonces un alejado caserío de Barquisimeto, ciudad tan pequeña que terminaba en lo que hoy es la avenida Libertador y en el sitio donde está la famosa botella. No se había construido Bararida II. 

Siendo Rómulo Betancourt presidente de Venezuela, se fundó, en El Ujano,  el comité de base de AD con el nombre de Teotiste Arocha de Gallegos, cuyo secretario de organización era Virgilio Apóstol, dirigente campesino de la zona y del caserío El Cercado, quien tenía en su casa una enramada, donde se congregó la gente para el acto de fundación. Con tal motivo, la representación enviada del distrito Iribarren de AD estaba encabezada por la secretaria política, señora Dori Parra de Orellana, y el secretario agrario, Marcos Castillo. Mi padre, José Rafael Mendoza, quien trabajaba en la Asistencia Pública como laboratorista, era el secretario de profesionales y técnicos del partido. 

La señora Dori Parra de Orellana saludó a todas las personas, les tendió la mano y les expresaba algunas palabras. Al acercarse a mi, me removió el pelo  y preguntó: ¿Este  muchachito, quién es? Y mi madre, Blanca Jiménez de Mendoza, respondió: Ese es mi hijo.  

Algunas personas le dijeron que era la maestra del caserío; por cierto, la primera que hubo en ese lugar y daba hasta tercer grado, pero nunca tuvo reconocimiento. 

La señora Dori Parra de Orellana conocía a mi papá, porque éste, aparte de ser dirigente del partido,  trabajaba con el doctor Fortunato Orellana, quien era director de Salud Pública y, además, educador, primo segundo del doctor José Rafael Mendoza, su tocayo, abogado y quien fue un destacado jurista, que llegó a ser juez. 

Al verla me impactó mucho esa señora de piel blanca y una boina blanca, que había bajado de un carro, que para mi sorpresa y todos los que nos encontrábamos en el lugar,  al apagarse los amortiguadores bajaban y al encenderse subían el vehículo.  

Su actitud amable, cordial, daba confianza y hablaba con tal firmeza que parecía una maestra de escuela. Tal es así que los muchachos la rodeamos y ella empezó a hacer preguntas a cada uno y, luego, nos habló de lo que significaba participar en el partido.  Propuso, entonces, que lanzaramos los nombres de candidatos para ser secretario juvenil. Al primero que nominaron, ella le preguntó si sabía leer, pero el muchacho confesó que no sabía. Y yo, que era muy tímido, fui escogido porque sí sabía porque estudiaba en  la Gualdrón, que está al lado de la Miguel José Sanz, que estaba a una gran distancia de El Ujano. 

Comencé así,  a militar en AD, con aclamación y aplausos. Esa experiencia que tuve aquel día y el recuerdo de haber visto a la señora Dori Parra de Orellana se quedaron grabados por siempre en mi memoria. 

Con la división de AD, cuando surgió el Movimiento Electoral del Pueblo, tras haber hecho el primer semestre de Derecho en Valencia, me tuve que regresar a Barquisimeto y al ingresar al Pedagógico, me ascienden a ser responsable de educación superior en Acción Democrática en enero de 1968. Y la señora Dori Parra de Orellana, secretaria general de AD,  me llamó y me dijo: Usted va conmigo a Cabudare, para que intervenga en la gran asamblea de la reestructuración del partido y después en una asamblea de jóvenes.  

A mi me dio un enorme miedo porque hasta entonces sólo había tenido intervenciones públicas en el liceo con muy pocas personas. Me presentó como un muchacho que tenía pasta de dirigente, en alusión a mi padre; y esa energía que ella transmitía me hizo  ser orador  ante las primeras muchedumbres. 

Y la tercera anécdota  fue cuando ella me llamó por teléfono para darme unas instrucciones, en su casa, y preparó unas empanadas. No pensaba que tuviera esa deferencia, no sólo conmigo, sino con todas las personas que ella llamaba para hablar en su residencia. 

Ese día que preparó empanadas y café le acompañé a una casa donde se iba a realizar un oficio relacionado con la Semana Santa. Ahí tenían una palangana llena de agua y la señora Dori Parra de Orellana, muy humildemente, le lavó los pies a las mujeres que se encontraban en ese inmueble. Demostración de su humildad perenne.  

Y, además de ese rasgo, siendo gobernadora manejaba su vehículo, como ciudadana común, sin necesidad de guardaespaldas. 

En resumidas palabras era sencilla, sensible, amable, cordial,  decente, servidora, humilde y, además de esas cualidades, una lideresa incomparable.  

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