Del amor se ha escrito tanto, pero aún así hay un desconocimiento total en jóvenes y adultos sobre lo que significa. El maestro Jesús vino al mundo con un mensaje de amor y fue apedreado, el amor que pregonó no fue comprendido. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, es un sentimiento que raramente se observa, porque nuestro ego nos impide ver al otro como nuestro reflejo. Si le hacemos daño, nos lo hacemos a nosotros mismos. Si lo amamos, devolvemos el amor hacia nuestra persona. Si respetamos al otro, nos respetamos también. Por otro lado, si no nos corresponden es porque la otra persona no ha evolucionado, su pensamiento le impide ver al otro como su reflejo.
La rabia y agresividad que muestran algunos se reproduce en quienes tratan en cada persona que encuentran en su camino. Atraen lo que llevan, si tienen amor, deben atraer también ese sentimiento. Ahora, debe analizar su conducta, porque si no atrae amor es porque no lo tiene hacia sí mismo. Ahora, no debemos devolver la rabia, sino apartarnos o mejor, ayudar para que esa persona cure sus heridas y pueda amarse.
Por otro lado, hay un amor universal que nos une como humanidad. Fuimos creados por ese amor, somos parte de esa emanación y debemos ser fieles representantes de ese sentimiento. Cuando miramos mal al otro, cuando lo agredimos, estamos actuando contrario a la energía que nos creó.
Comúnmente vemos el amor en una sola dirección. Cuando tenemos un pensamiento egocéntrico creemos que nos deben amar, que son los otros los que deben darnos ese sentimiento. Visto de esa manera, es contrario al mandamiento de nuestro maestro Jesús. Si nos aman, pero no amamos, no logramos plenitud, ni comunión. El amor debe ser recíproco. De lo contrario no se puede llamar amor.
Sentir que somos seres de amor, de luz y que la gente nos vea así, es el primer paso para sentirse amado. El amor emana de mí, para que impregne al otro. Quien me repele y no acepta mi amor es porque no lo posee y debo apartarme porque no me hará feliz, ya que estamos vibrando en otra sintonía. Ahora, que una persona no me ame no quiere decir que no valgo, que no soy digno de amor, es que sencillamente esa persona no puede dármelo. No me puedo apegar a ella, ni engancharme a sufrir por esa causa, sino liberarla para que podamos ser felices ambos. Es muy sencilla la fórmula: amarse a sí mismos, ver en el otro nuestro reflejo y dejar en libertad a quien no vibra en nuestra frecuencia.
Complicamos la vida con el sufrimiento, el apego es decir, amor perverso. Esto quiere decir, un amor engañoso, distorsionado, porque no es tal, es una actitud egoísta porque no permite que el otro respire, sea él mismo, sino que me considera una extensión de su ser. Eso se demuestra mediante los celos, el maltrato psicológico, la agresión en cualquier manifestación, bien sea física, verbal, y en el chantaje emocional. Se debe revisar los patrones de amor para determinar si se trata un falso amor. Basta preguntarme: ¿Me veo reflejada en esa persona? ¿La amo como me amo a mi mismo(a)?, ¿Lo(a) amo(a) en libertad?, ¿Me siento feliz aunque no esté con mi pareja?
Por otra parte, la amistad es un sentimiento que nos une en las diferencias, no necesitamos ser de la misma edad, ni ser de la misma religión, ni del mismo sexo para acercarnos a otra persona e influir positivamente en ella y que influya de la misma manera en nosotros. Si la persona se acerca a ti por un interés especial no es tu amigo. Él o ella es una persona que está allí para ayudarte cuando lo necesites, acompañarte y darte apoyo emocional, pero no para cambiar tu personalidad, ni para juzgarte, ni mucho menos para que te dicte lo que tienes que hacer. La envidia, la competencia no deben tener cabida en una relación de amistad. Si alguien es tu amigo, se alegra de tus triunfos y llora con tus derrotas. Ellos se eligen, así que tenemos la potestad de acercarnos a personas que sean positivas para nuestra vida, no para que nos den, sino para que nos inspiren por sus valores, para que nos escuchen y nos orienten oportunamente cuando le solicitemos consejo. Así que, se debe revisar con mucho cuidado quienes son nuestros amigos. Pasar por un filtro sus cualidades. No acercarnos a personas de mal corazón, bajos instintos, envidiosos, criticones, aduladores, vividores o negativos que puedan hacernos daño con su compañía.
No se debe contar los amigos por números, sino por calidad de sentimientos. No necesitamos tener tantos, sino que sean buenos, que podamos contar con ellos cuando los necesitemos y así mismos ellos puedan contar con nosotros cuando lo requieran.