La comunicación de información por la radiodifusión no escapa al influjo de la forma de gobierno imperante en una sociedad, bien sea democracia liberal o dictadura en sus variadas expresiones.
El periodismo reflejo constituye una deformación del proceso comunicacional por su tardanza al emitir noticias, generalmente copiadas de otros soportes sin procesamiento para su necesaria adaptación por el periodista.
En las dictaduras totalitarias de corte fascista o comunista los tiranos de turno son muy pragmáticos. La radio, bajo su dominio, deviene en un medio vertical de propaganda como lo plantea el alemán Bertholt Brecht en su Teoría de la Radio. En consecuencia, no hay flujo de noticias temporales, si acaso las que interesan al régimen.
En Alemania, cuando Adolfo Hitler asume el poder en la década de 1930, de inmediato estatiza el sistema radiofónico para controlarlo y ponerlo al servicio de sus planes totalitarios de gobierno. Consciente de su poder opinaba de la misma así: “La radio es un arma terrible en manos de quien sepa hacer uso de ella”. Un sociópata como Hitler llegó a provocar histeria en el pueblo alemán cuando hablaba por la radio.
Igual hicieron Lenin y Stalin en la extinta Unión Soviética con su concepción de la comunicación como instrumento para organizar, agitar y propagar de profundo talante totalitario. Lenin define el revolucionario dispositivo de la primera mitad del siglo XX de esta forma: “La radio es un periódico sin papel ni distancia”. La misma tiene su pizca de intemporalidad.
En ambos sistemas totalitarios se impuso el periodismo reflejo. Cero actualidad como lo refiere la novela 1984 del inglés George Orwell. Lo niega la hegemonía comunicacional, sustentada en el pensamiento único, que no admite la diversidad política, ideológica y cultural.
En la Venezuela del socialismo del siglo XXI han desaparecido más de 400 medios de comunicación social, entre éstos casi 200 estaciones de radio. Ello a consecuencia, entre otras causas, del tenebroso régimen de censura impuesto, la manipulación de las licencias para operar y la asfixia económica.
Nada es casual sino un plan destructivo fríamente calculado, consustancial al carácter totalitario del socialismo, que anula libertad de expresión en sus variadas formas estimulando el periodismo reflejo. Del socialismo del siglo XXI destila odio y desprecio al periodista crítico ajeno a los aplausos del mismo y que no comulguen con sus totalitarias ideas. Ello para derivar en la exaltación del pseudo comunicador practicante del empirismo negador del estudio, el conocimiento, pluralidad de ideas y la libertad humana. Un cultivador del dogma ideológico, el fanatismo político y el pensamiento único dedicado a los loas de las aberraciones del régimen.
Por su falta de actualidad el periodismo reflejo le viene como anillo al dedo a los regímenes autoritarios y totalitarios. Ello más la censura que suelen establecer para acallar las voces disidentes y lo que no comulgue con sus ideas o no les convenga. En este caso se funden acentuada dilación en la difusión de la información más la censura propia de este tipo de formas de poder. A eso se añade la anulación y alteración de la historia.
De por sí el periodismo reflejo es atrasado y desfasado en cuanto a la emisión inmediata de información. Hace de la radio una caja sin resonancia instantánea a diferencia del periodismo temporal. Un dispositivo retrasado, silenciado, pasivo, infrausado y distanciado del oyente cuando de informar oportunamente se trata debido a su intemporalidad.
Por ende, sus relatos de los hechos están descontextualizados por no ser congruentes con el momento cuando se registran. Ello como consecuencia de carecer de la necesaria urgencia que caracteriza a la noticia radial.
Eso es lo que conviene a formas de gobierno de corte autoritario interesados en mantener subinformada a la población. Al tiempo que constantemente la bombardean con las operaciones de desinformación comunicacional mediante la ideología y propaganda. Todo dirigido a la manipulación de la mente de los ciudadanos, entre cuyas secuelas tenemos la resignación ante lo que sucede al imponerse la fuerza de la costumbre, tal como lo señalaba Lenin.
En sociedades autoritarias el periodismo reflejo encuentra un terreno propicio para su existencia sumiendo a la radio en el atraso y el parasitismo. Pues, sin actualidad el periodismo radial es un anacronismo, pese a las buenas intenciones del periodista, que nada puede hacer contra un sistema informativo de espaldas a la realidad que lo condiciona. Un complejo periodístico sonoro contrapuesto a la inmediatez de la radiodifusión.
Por lo que las dictaduras, declaradas o constitucionales, profundizan la subutilización informativa de la radio con su carga de: ignorancia, opresión, miedo y violencia. Es el disimulo de la comunicación entendida como comunión. La falta de delimitación entre noticia, opinión, publicidad, ideología y propaganda.
El autoritarismo y el periodismo reflejo vetan la función de la radio como generadora y difusora de nueva información y conocimiento, diluyendo el concepto de compañía. Es su anclaje en la estática comunicacional al margen de la ruptura caliente con las noticias del pasado y no las del momento.
El periodismo reflejo es en esencia la negación del presente que caracteriza a la radio. Precisamente lo que más conviene a los sistemas de mordaza totalitaria de izquierda y derecha.