Un mundo sin corazón es un mundo frio.
Un mundo sin esperanza es un mundo triste.
Un mundo sin nadie es un mundo vacío.
Un mundo sin Dios es un mundo perdido.
Nuestro alivio al desconsuelo es la fe.
Una fe que nos pone en el espíritu la luz.
Una luz que nos calma y nos deja ver.
Ver que Dios está ahí, esperando nuestra voz.
Hay que restaurar el retorno de otro mundo.
No hacen falta poderes, sino servidores.
No hacen falta muros, sino puentes.
No hacen falta dineros, sino horizontes.
Un mundo con servidores, no precisa dueños.
Un mundo con puentes, no precisa fronteras.
Un mundo con horizontes, no precisa posadas.
La posada de Dios está en todas partes abierta.
Y en todas partes, se comparte todo.
Una vida para donarse.
Una muerte para vivirse.
Y hasta un mundo para crecerse y recrearse.