La institución militar existe en el sistema constitucional porque tiene un papel en el sistema político. Éste puede variar, según la incidencia de lo castrense en el funcionamiento y vigencia del régimen político que recordemos, es la manera de ser política de un pueblo. Entre sus deformaciones posibles están las del militarismo, sea pretoriano o cesarista que no debe confundirse con la institución militar.
Las realidades históricas, ese predio donde inexorablemente se someten a prueba los deseos, nos invitan a poner la lupa en el papel de las Fuerzas Armadas en las transiciones.
En Polonia, la principal figura política civil del lado oficialista, el dirigente comunista Kwasniewki, cuenta que los militares tuvieron un papel importante. Su comandante Jaruzelski, también al final secretario general del partido, expresaba características muy polacas y muy militares de nacionalismo y apego a ciertos valores propios de la nación. Al debilitarse el régimen en lo ideológico y lo económico, como ocurría, el peso relativo de las FFAA y los cuerpos de seguridad se incrementa. La militar-dice- es una organización de pensamiento positivo y naturalmente favorable a la idea del Estado y su preservación, que se siente responsable del futuro y la seguridad nacionales. En la otra punta, la de Solidaridad, Thadeus Mazowiecki, primer ministro democrático en ese período coincide en cuanto a la influencia militar, pero destaca la que el Partido Comunista ejercía en la organización castrense. En una primera fase se continuó con los mismos ministros del área de modo que participaran del gobierno y progresivamente se fueron cambiando políticas y mandos. Admite que se trató de un proceso que por su dificultad tomó tiempo.
En el vecino Brasil, Fernando Henrique Cardoso valora que los militares fueron “razonables”. Lograr el control civil de las Fuerzas Armadas tras sus dos décadas en el poder era cuestión política central y de envergadura. José Sarney, el primer Presidente civil transicional elegido según las reglas del sistema que se quería superar, tenía buenas relaciones en el mundo militar lo cual ayudó, aunque sus pasos fueran lentos, “*o nosso jeitinho” *me dijo una vez conversando en Brasilia este sagaz sobreviviente político. Cardoso cuarto presidente en gobernar después de Sarney, Collor e Itamar, concertó con los militares reunir en un solo Ministerio de Defensa los cuatro existentes de Marina, Aviación, Ejército y Estado Mayor. Vencer las resistencias a ese cambio, símbolo de la nueva situación, exigió una progresividad realista para armonizar flexibilidad pragmática con claridad de objetivos.
En nuestro país, la participación militar fue decisiva en el 23 de enero de 1958 y la transición iniciada. El clima entre civiles y militares era de desconfianza. Al menos dos intentos de regresión militarista hubo ese año. Elegido Rómulo Betancourt en diciembre, es consciente de las reservas que generaba en el seno militar. Dedicó los meses antes de tomar posesión a hablar claro en los cuarteles y comprometerse al respeto profesional e institucional. Todo el quinquenio, repitió constantemente su doble condición de “Presidente Constitucional de la República y Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales” y cumplió con lo prometido. Hoy, por cierto, nuestra Constitución en sus artículos 328 y siguientes, ofrece marco para una relación constructiva entre militares y civiles, si se la interpreta con lealtad a su espíritu integral.
Y ¿cómo no hablar del caso chileno? Después de ganar el NO en el plebiscito, hubo que pactar una reforma constitucional. De su saldo, la cohabitación con el comando de la Fuerza Armada, empezando por su comandante en jefe Pinochet. El Presidente Aylwin relata que la actitud de esa institución, inevitablemente desplaza era “una verdadera incógnita”. Había mucha desconfianza mutua. No escatimó el dictador saliente advertencias amenazantes. La ahora oposición con fuerte presencia parlamentaria sospechaba un “desmantelamiento de la institucionalidad”, mientras los sectores anti-dictatoriales más duros simplemente “no creían en la vía electoral” y censuraban toda “debilidad” de la Concertación. Desde el primer día, Don Patricio trabajó en la búsqueda de acuerdos de modo de “hacer del poder un instrumento para unir y no para dividir”. El clima de confianza y respeto entre los chilenos a ser restablecido será entre todos, dijo, “sean civiles o militares”. Y lo reiteró cuando pitaron sus palabras, porque “¡Chile es uno solo!”. Luego explicará que lo cortés no quita lo valiente y que hay ventajas ostensibles en un tránsito al gobierno democrático de modo pacífico y sin mayores traumas, evitando las tentaciones como el ajuste de cuentas o el empezar de nuevo.
En estos casos y en cualquiera similar que se presente, vale lo dicho por el también austral Alejandro Foxley “…la clave está, principal y fundamentalmente, en la calidad de la política”. Servicio al bien común en un liderazgo generoso y con visión de Estado.
Ramón Guillermo Aveledo