En su novela La Isla del Doctor Moreau, Herbert George Wells transforma hombres en animales para luego dominarlos por intermedio de la violencia y la manipulación de sus necesidades básicas, cualquier parecido con los esquemas aplicados por el régimen venezolano con esta ficción es meramente ocurrencia de nuestros lectores,
Gradualmente los iba convirtiendo en seres atados a los instintos básicos de supervivencia y a fuerza de latigazos y dosificada entrega de alimentos, los hacía aceptar leyes escritas por él, aplicadas por él, al servicio y beneficio de él.
Este ilustre tocayo parece se asomó a la realidad venezolana con un siglo de antelación para describir los mecanismos darwinianos con los cuales se puede someter a un colectivo al margen de procesos racionales y cognitivos.
Afortunadamente y a diferencia de esta obra de ciencia ficción en Venezuela existe una Constitución y unas leyes que van en contrasentido del papel obsceno que representan quienes han pretendido sojuzgar la voluntad popular a través del hambre y la violencia. Por ello el régimen venezolano está aislado de la comunidad democrática internacional y aventuras como la reciente de Lula de lavarle la cara, terminan en los paredones de la opinión pública mundial.
En Venezuela hay hambre, los servicios públicos no funcionan, el salario mínimo es un insulto a la dignidad de los trabajadores, no existe salud ni justicia y todo ello la tiranía quiere ocultarlo mediante programas de asistencia social, con los cuales también organiza su base de apoyo electoral.
El barco insignia de esta flota de perversidades pavlovianas son las bolsas Clap, las cuales toman ese nombre de los Comités para El Abastecimiento y la Producción, plan que como todos los de origen socialista tenía una inspiración teórica profusa y romántica y terminó en un Holodomor vernáculo.
Así tenemos que el Clap en nuestro país no significa aplauso sino ignominia mediante la cual en nombre de la revolución se entregan alimentos de pésima calidad a una población que previamente se había pauperizado mediante políticas económicas que arrasaron con el aparato productivo nacional.
El Capítulo V de nuestra Constitución es un muestrario de cómo esta Carta Magna constituye una Constitución de Papel, como llamó Ferdinad Lasalle hace más de dos siglos a aquellas que sólo llegaban a ser una fachada de legalidad, pero que en la realidad no tenían ningún efecto.
Haremos un recuento de estos derechos sociales protegidos constitucionalmente, pero totalmente frustrados en la realidad: la protección de la familia que en realidad es arrinconada por la miseria; los derechos al desarrollo de los niños y adolescentes que han sido abandonados y forman parte dramática de la diáspora que nos asola; la protección de la maternidad, cuándo madres mueren en sus partos por falta de asistencia médica; la garantía de los ancianos de tener una pensión que asegure una básica calidad de vida, con pensiones miserables o inexistentes; el derecho de toda persona de tener una vivienda adecuada con servicios básicos, cuando la gente vive en ranchos insalubres; la salud declarada como derecho social fundamental, cuando vemos hospitales y centros asistenciales en la ruina sin profesionales aptos que atiendan a la ciudadanía; la garantía del derecho al trabajo en medio de un alto grado de desempleo; el derecho a tener un salario suficiente que le permita vivir con dignidad al trabajador y en cambio lo real son salarios de hambre. Todas estas necesidades tienen una base fundamental que es el hambre que tortura cotidianamente a la población y que a través de un ofrecimiento fraudulento, como son las bolsas Clap, el oficialismo pareciera satisfacer, pero que en la realidad son rechazadas dignamente por su deficiente o malsano contenido.
Pero hasta tanto llegue ese momento, ahora nos toca hacer una auditoría rigurosa de este sistema Clap. Determinar la calidad de los alimentos que contiene, su valor nutricional y muy importante, a quienes beneficia y a quienes se les niega. En el Movimiento DECODE hacemos una invitación a los actores democráticos para proceder a esta urgente auditoría y nos ponemos a la orden para colaborar en ella.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez