Es muy difícil escribir en breves líneas la portentosa personalidad de este filósofo y pintor que vino del altiplano boliviano a instalarse en el semiárido occidental venezolano hace casi media centuria. Es acá en este “vasto erial”, como lo llamó Chío Zubillaga, donde ha visto nacer don Gustavo Riveros Tejada lo más importante y original de su enorme creación pictórica. Se trata de un pintor a tiempo completo.
Esperó a Gustavo cuando venía con su esposa Eva Atterbo, en el emblemático puente de El Néctar de Carora, otro singularisimo personaje que fue el caraqueño Juan Martínez Herrera, capitán de la cultura, quien poco antes había fundado el Orfeón Carora y la Casa de la Cultura de Carora, acompañado de mi padre profesor Expedito Cortés.
Algo insondable lo atrapa desde entonces a este vasto erial que ha producido luces y conocimientos en demasía. Políglota, viajero, conversador como pocos, docente que sigue en su inusual magisterio a don Simón Rodríguez, ministro de educación de su patria boliviana. De allá viene Gustavo con el aimara y el quechua en sus alforjas, la educación de los hermanos de La Salle, su aliento de páramo, sus garabatos iniciales en La Paz con quenas, ponchos y vicuñas.
Sus originalisimos lienzos que expresan un acabado lenguaje pictórico que espera por sus críticos, es el resultado de una larga meditación filosófica, existencialismo y fenomenología, un ejercicio manual intenso que se transparenta en una experiencia visual lúdica de valores táctiles transparentes en ocres de variada intensidad.
Hizo entre nosotros el prodigio al convertir el emblemático Cerro de La Cruz caroreño en su recordado Cerro del Potosí boliviano. Fue uno de los motivos más persistentes de este pintor tan culto como el mismo Greco, y quien ha vivido en Alemania y Suecia.
Ha tenido sus aventajados discípulos este caballero de paleta, óleo y verbo, a quien temeroso hice caricaturas cuarenta años ha para entrevista en el periódico cultural Yaguarahá, 1981, dirigido entonces por Gerardo Pérez González, impreso lamentablemente fuera de escena.
Se ha convertido Riveros Tejada en nuestro nuevo Julio Teodoro Arze, en una tierra de eminentes y destacados músicos, literatos, escritores y poetas, pero de pocos y contados pintores. Hoy asistimos maravillados al fruto de su pedagogía de los lienzos y caballetes.
En hora buena la afamada Revista Carohana del escritor caroreño Juan Páez Ávila y Gorquin Camacaro, le corresponde grandemente a Don Gustavo por haber colocado a Carora en el mapa de la plástica nacional, completando de tal modo la magnífica cultura caroreña y larense.
Luis Eduardo Cortés Riera