El pasado lunes 24 fue más vivo nuestro vivir gracias una buena noticia de esas que refrescan el espíritu. Conmovedor fue ver en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá a ese grande nuestro que es Rafael Cadenas recibir el Premio Cervantes, sin que su timidez ni su humildad cedieran un milímetro, ha sido una emoción que agradezco a esta vida que es don del Dios del que soy creyente.
Esa casa existe desde 1499, el año siguiente al viaje en que Colón avistó esta tierra. Allí estudiaron o enseñaron, se dice pronto, Nebrija, Tomás de Villanueva, Ignacio de Loyola, Francisco Suárez, Lope de Vega, Quevedo, Calderón de La Barca por nombrar algunos. Y allí estaba nuestro poeta, ese paisano cuyos textos tanta compañía me han deparado, sea para moverme el pensamiento, disfrutar la pura belleza de la palabra o simplemente hacer que mi soledad no fuera tan solitaria. Suya es la idea, hizo bien el ministro Miquel Iceta en recordar lo escrito en Anotaciones “¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?”
Acto académico sobrio, sencillo en su solemnidad. La ovación prolongada que le fue tributada y que recibió con modestia turbada, fue un homenaje al genio humilde del creador que como Teresa la santa “no se consideraba como tal”. Allí, la voz suave a veces casi inaudible de Cadenas, poblada de pausas, mantuvo su característica tesitura de claridad y profundidad. “Este es un honor que me sobrepasa” empezó diciendo. Habló de lecturas, de los profesores españoles en Venezuela, de toda la universidad venezolana. De la Universidad Central, su casa y la nuestra que sigue allí, venciendo la sombra. De Cervantes “cuya vida fue también una novela de aventura”. Del Quijote y del “subestimado” Sancho, porque “La realidad es más extraña que la ficción”, citó a Whitman por él traducido. Celebró el cosmopolitismo y censuró los nacionalismos. Defendió nuestra lengua común y habló de la relación entre la decadencia del lenguaje y “el actual caos político” y a la democracia que debemos recrear. Recordó a Cervantes, en la voz del Ingenioso Hidalgo: “La libertad Sancho es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieran los cielos”.
Escuchar el elogio de Felipe VI a su poesía como “obra magna” y ¿para qué disimularlo? oírlo hablar de esa ciudad fundada como Nueva Segovia de Barquisimeto y del crepúsculo, ese milagro que cada atardecer ocurre en el zócalo de su cielo, me puso vano. La verdad, me pudo el orgullo venezolano.
Ramón Guillermo Aveledo