#OPINIÓN Complicidad jerárquica #15Mar

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«Nadie se convierte en cómplice de un crimen si no tiene un interés personal».
«El cazador de la oscuridad» (2014), Donato Carrisi.

“Medir la corrupción en la institución es un trabajo complejo, pero a la vez es tan fácil que causa mucho temor a “cinco para las doce” investigar al coronel psicópata, sería una delación entre cómplices y corruptos. Estamos ante no solo un delito, sino ante diversidad de delitos y, por ello, también ante actuaciones que se ocultan para evitar el castigo, con complicidades jerárquicas. Para saber cuánta corrupción «real» hay en la institución, basta con enumerar los bienes patrimoniales del coronel y de su combo de monos voladores, que son sus correveidiles, sus aláteres y coautores en los delitos; entre los que cuentan los bienes de Isabel y de Maurén. Además existen aproximaciones que nos permiten situar a los funcionarios corruptos de “un hato llamado es”, dentro de categorías generales como las de corrupción sistémica, alta corrupción, corrupción moderada o corrupción baja”.

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El coronel psicópata ha hecho de la institución su hato personal. Para explicar esta epístola, es menester reseñar una frase que de manera apócrifa se le atribuye al dictador venezolano El Benemérito Juan Vicente Gómez, quien se placía en declarar que era propietario de una hacienda llamada Venezuela. De tal modo que para sí, según sus fantasmagorías mentales, reducía a todo un país a lo que él imaginaba como una parcela cuyos cultivos y ganadería eran de su propiedad y no de sus nacionales. ¡Vaya caradurísmo! Así el coronel psicópata ha relegado a una institución estatal al punto de considerarla una propiedad privada y particular suya, de él para sus fines ilícitos.

Excluyendo, irrespetando y burlándose del “verus dominus” que es la sociedad del Leviatán de Thomas Hobbes, el coronel psicópata por sus actos se comporta como si fuese el propietario de lo que ha invadido, de lo que ha secuestrado pero que no es suyo y que es virtualmente lo que él considera “un hato llamado es”, al que todos conocen y saben dónde ubicarlo. El licántropo y narcisista e idiota moral Marión el sargento de tropa, prostituyendo a la institución ha instalado su estructura criminal en una dependencia legal del estado en la que fue nombrado para jefaturarla según los procedimientos ordinarios, pero no por su capacidad ética sino porque lo conocen como delincuente y que han colocado en el cargo a un corrupto que sabe muy bien la razón por la cual acepta ese destino público; y en el ejercicio del mismo por sus actos deshonestos ha perdido la “legitimidad”, que en realidad nunca ha tenido, pues es una meretriz de la moral.

“Un hato llamado es”, se trata según la psicopática estructura cerebral del coronel, de su hato particular en el que él e Isabel su barragana etílica junto a sus monos voladores saquean el prestigio y el buen nombre de la otrora empresa con un know-how que muchos buscaban lícitamente pero que ahora persiguen ilícitamente para hacerse de documentos y otras circunstancias de manera corrupta; porque el coronel psicópata ha corrompido el sistema. Donde este equipo de desadaptados pensando como criminales desde el inicio que tomaron la jefatura de la empresa, detectaron las dos columnas vertebrales de la corrupción en ella, siendo su mayor producto la venta inmoral, antiética, ilícita e ilegal de títulos valores estafa. Constituyéndose estos títulos valores estafa en instrumentos mercantiles de gran demanda en el mercado negro. Con los que el coronel psicópata y su anillo de corrupción se llenan de miles y miles de dólares para sus bolsillos personales y es tanto el dinero negro del que se apoderan en extorsiones y otras criminalidades, que no quieren desocupar “un hato llamado es” y los que pueden ordenarles que lo desalojen no lo hacen porque tienen sus intereses criminales, negocios sucios de ventajas inconfesables. *«Tal como es el caso de “cinco para las doce”, que para recibir de las propias manos del coronel psicópata sus coimas o ilícitas mascadas millonarias en divisas producto de la corrupción, le hace a su subordinado con regularidad visitas indelegables o lo recibe personalmente con asiduidad en sus oficinas en el Distrito para contar personalmente los dólares porque no le conviene que le envíe con un emisario ese dinero negro, eso le produce paranoia pues quedarían ambos más expuestos de lo que ya están». *Estos militares son dos tipos audaces, son dos tipos de cuidado. Siempre hay fuga de información y las lealtades son perecederas entre delincuentes. Miles y miles de dólares, millones de dólares haciendo la sumatoria de todas las franquicias de la institución de igual giro que lidera “cinco para las doce” y que no declaran al fisco, pero que los signos exteriores de riqueza los delatan, los descubren, los exponen y los señalan; en fin los individualizan y los personalizan.

Sabemos de la forma y la manera de cómo los psicópatas se apoderan de lo que no les pertenece o propiamente de cómo se apoderan de lo ajeno sin escrúpulos y sin experimentar culpas, son ladrones fríos y calculadores, son delincuentes experimentados; y en materia de las instituciones del estado es alta perversión la manera de cómo se creen los dueños de las dependencias públicas, porque tienen un circunstancial tiempo y modo de abuso de poder del que piensan será eterno o por lo menos vitalicio, con el convencimiento que nunca se les acabará la gallina de los huevos de oro, pues siempre estarán allí; como es el caso del coronel psicópata que tiene las riendas de la institución por y con la complicidad de otros que como él mantienen sobre esta corporación civil de derecho público, beneficios de corrupción. Este felón militar está convencido de que la institución que parasita es un hato de su propiedad. Pero, a diferencia del “verus dominus”, como lo haría un buen padre de familia; el coronel psicópata no cuida del prestigio, de la reputación y de la imagen de la institución cuyos destinos se le han confiado y que por su rapiña corrupta ha defraudado. Y aprovechándose de su cargo e investidura a la que no se le divisa el honor, depreda de esta corporación a tal punto que se han diversificado las mafias internas, a la vez que cooperan entre sí para los fines criminales de esta red de extorsión.

Con apariencia de honesto pero con esencia de ladrón y corrupto; este militar y su equipo de monos voladores son un paquete chileno, son fraudulentos y engañosos como fraudulentos son los títulos que ostenta el coronel psicópata y por lo que se le conoce como el doctor fraude porque su título de doctor lo obtuvo sin estudiar y fraudulentamente. En “un hato llamado es”, los productos que se explotan no son a los que
tradicionalmente se dedican los ganaderos. Aun cuando al coronel psicópata se le conoce como cuatrero o que comete el delito de abigeato, porque se roba las reses que son donadas a la institución; también este inmoral funcionario ha planificado la manera de explotar de modo ilícito a la empresa siendo el mayor saqueador hecho el güevón de los nobles derroteros de una institución que fue creada para otros fines y no para los que él y su red de malhechores la han convertido.

Constatar a este depredador social el coronel psicópata y sus monos voladores en cada acto que realiza la institución, dándose pompa echándoselas de ciudadano honesto y decente, henchido con pecho de paloma como si se tratase de un hombre honorable cuando es un criminal encubierto, con su caminar de prurito rectal, vestido cada día con uniformes recién estrenados comprados con dineros de las extorsiones y de los negocios ilícitos; constituye una afrenta, un escupitajo a los principios de honradez y decencia que deben dar significancia a las instituciones del estado y máxime a esta donde se contradicen sus fines de creación.

De modo que mientras los dólares viajen al Distrito porque el psicópata los lleve o porque su superior los venga a buscar, todo seguirá igual de sucio, podrido, corrupto, criminal, indecente, deshonesto y todos los etcéteras de estas adjetivaciones que se le pueden adicionar, porque “cinco para las doce” no tiene ninguna intención de decretarle al coronel psicópata la orden de desahucio de “un hato llamado es”; porque de esta “hacienda” también se beneficia corruptamente este general. Nadie, ni el coronel psicópata, ni su jefe, ni sus queridas y barraganas, entre las que mencionaremos a la muy corrupta Isabel la etílica; ni los monos voladores o monos jalabolas, nadie piensa en sus almas, porque ahora mismo se sienten en su salsa de festejos, dinero negro y corrupción; pero olvidan la zarza del infierno en la que arderán por la eternidad. Han de saber que en los últimos días vendrán momentos difíciles, los hombres serán egoístas, amantes del dinero, no tendrán cariño, ni sabrán perdonar y serán calumniadores, enemigos del bien , serán traidores , sinvergüenzas , llenos de orgullo, más amigos de los placeres que de Dios, ostentarán apariencia de piedad , pero rechazarán sus exigencias.

Un padrino del crimen. Hagamos un símil comparativo y retrotraigámonos para entender la presencia del coronel psicópata en la institución. Pues siempre hay alguien que ingresa lo malo, la maldad, el sadismo y la corrupción en las organizaciones; de modo que esta empresa debe su descalabro ético y moral a un mafioso tal cual Alphonse Gabriel Capone, este hijo de migrantes italianos que forjó un «imperio del crimen» , que tenía bajo su control: «las apuestas, la prostitución, la venta ilegal de licor, los sobornos, los narcóticos, robos, ‘negocios de protección’ y asesinato» en el Chicago de 1929, según un reporte del FBI. Tal cual el coronel psicópata tuvo para su ingreso a la institución a su padrino del crimen a quien debemos la permanencia de esta pestilencia que ha corrompido el sistema. Y del mismo modo que Al Capone, para lograr la impunidad, mantenía las investigaciones de sus crímenes dentro de la jurisdicción local de Chicago, donde se valía de la corrupción para hacerlas desaparecer. Así hace el coronel narcisista con la astucia perversa de ser un experimentado delincuente psicópata, que tuvo y tiene un padrino del crimen, por cuya solicitud “cinco para las doce” lo protege y le rinde pleitesía; por lo que solo le falta que le dé un beso negro, si es que acaso ya se lo ha dado.

«Para vivir de la delincuencia, la paranoia es imprescindible».

«La fábrica de animales» (1977), Edward Bunker.

Crisanto Gregorio León

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