Cómo terminó José Félix Ribas, el vencedor de La Victoria #11Feb

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En la guerra por la Independencia de América las degollinas fueron comunes tanto en el bando realista como en el patriota. Había cartas que se firmaban con la sangre de los condenados y se exhibían las cabezas fritas en aceite en ciertas localidades para que sirvieran como escarmiento a los que osaran alebrestarse contra la autoridad y las leyes (Lombardi, 2021).

Uno de los más crueles ejemplos es la cabeza de Lope de Aguirre, al que denominaban «el tirano», que luego de ser ejecutado en Nueva Segovia de Barquisimeto el 26 de octubre de 1561 su cuerpo fue descuartizado. Su cabeza fue enviada a El Tocuyo en una jaula de hierro para que la gente viese de donde brotaban «tan perversas maquinaciones». La mano derecha fue trasladada a Mérida y la izquierda a Valencia, el resto del cuerpo fue alimento para los perros. En un juicio post mortem fue declarado culpable de delito de lesa majestad.

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En enero 1813, durante el período del Decreto la Guerra a Muerte, el abogado y coronel Antonio Nicolás Briceño, conocido bajo el mote de «El Diablo», proponía que se ascendiera a los soldados al momento de mostrar una determinada cantidad de cabezas de los enemigos españoles (Lombardi, op. cit).

Necesario es vencer

José Félix Ribas, general en jefe y uno de los héroes más sobresalientes de la Guerra de Independencia, nació en Caracas el 15 de septiembre de 1775. Una de las más importantes batallas, de las muchas en las que participó, fue la de La Victoria, efectuada 12 de febrero de 1814, donde se batió con coraje al frente de un grupo de reclutados entre jóvenes y seminaristas, sin experiencia alguna.

Con apenas 1.500 aprendices de soldados, un desafío sinigual para los jóvenes participantes quienes enfrentaron a un ejército de 2.500 veteranos del ejército del rey al mando del sanguinario general español Francisco Tomás Morales.

Narra el desaparecido cronista barquisimetano, Dr. Omar Garmendia, que en aquella ocasión Ribas y sus muchachos, lograron derrotar a las fuerzas realistas de José Tomás Boves. Antes de la batalla, el general Ribas había pronunciado la famosa frase arengatoria frente los aterrados bisoños soldados: «No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer».

El joven Iribarren combatió con Ribas 

El ex cronista de Barquisimeto, Ramón Querales, escribió que del Seminario Tridentino de Caracas surgió la mayor parte de los valerosos jóvenes alistados en las filas de Ribas, quien se propuso enfrentar al ejército de José Tomás Boves al mando de Morales en la población aragüeña de La Victoria y logró organizar un bisoño ejército de muchachos, la mayor parte estudiantes de la Universidad y del Seminario de Caracas.

A juicio de Querales, entre esos jóvenes inexpertos en la guerra destacaba Juan Guillermo Iribarren, hijo de una familia aristocrática de lo que hoy es Portuguesa, ingresado al Seminario Tridentino de Caracas en 1810, cuando apenas tenía 13 años. Contra la voluntad de su padre, en este seminario Juan Guillermo decidió unirse a la causa patriota liderada por Simón Bolívar.

Según investigaciones de Querales, el joven Iribarren integró, con 17 años, el grupo de aquellos valientes jóvenes venezolanos que combatieron desde las ocho de la mañana hasta entrada la medianoche de aquel 12 de febrero de 1814, cuando el refuerzo de 220 jóvenes de la caballería republicana bajo el mando del coronel Vicente Campo Elías entraron en batalla y la decidieron poniendo en fuga a Morales y sus hombres. Al conocer de la victoria de José Félix Ribas, el Libertador, le concedió el título de «Vencedor de los Tiranos».

Frieron la cabeza

En enero de 1815 fue derrotado por Francisco Tomás Morales en la batalla de Maturín, pero logró huir para reunirse con los generales republicanos y reagrupar sus fuerzas. No obstante, es traicionado por el esclavo Concepción González, quien es capturado en Valle de La Pascua, revelando ante los patriotas su deslealtad.

Luego de esa delación, continúa Garmendia-, el prócer fue detenido en la ciudad de Tucupido en el estado Guárico, torturado, vejado y finalmente fusilado por orden del comandante de Justicia Mayor, Lorenzo Figueroa. Su cuerpo fue descuartizado, su cabeza fue paseada por Barcelona el 3 de febrero de 1815 y luego enviada a Caracas, donde las autoridades la frieron en aceite y la colocaron en exhibición dentro de una pequeña jaula. 

El Dato

El Día de la Juventud en Venezuela fue declarado por la Asamblea Constituyente bajo la presidencia del poeta Andrés Eloy Blanco, Decreto firmado el 10 de febrero de 1947 para honrar a los jóvenes que participaron en esta importante batalla por la independencia. 

Otra versión del deceso

Existen otras crónicas que refieren una versión diferente sobre el destino final de José Félix Ribas, atestiguando que este general había llegado enfermo «de calenturas palúdicas» al hato Las Palmas, en Tucupido, y ahí fue hecho prisionero debido a la traición de su esclavo Concepción González, que creyendo que podía obtener ciertos dividendos económicos por su delación, reveló el paradero del prócer. Luego de ser ubicado y aprehendido, fue conducido amarrado en medio del oprobio hasta la Plaza Mayor de Tucupido, en donde fue ejecutado a lanzazos el 31 de enero de 1815.

Al vencedor de La Victoria le cortaron la cabeza, la cual fue frita en aceite, colocada en una jaula de hierro y llevada a Caracas a donde arribó el 14 de marzo de 1815 para ser exhibida en la Plaza Mayor durante dos semanas. Más tarde, la cabeza de Ribas fue paseada en Barcelona el 3 de febrero de 1815. Su mano derecha, fue colgada de un palo en el camino real y los brazos y piernas desmembrados y descuartizados fueron colgados en árboles y postes con carteles denigrantes en diferentes puntos de la ciudad para que sirviera de escarmiento a los patriotas.

Como hecho curioso se dice que los familiares, para asegurarse de que era la cabeza de Ribas, solicitaron la presencia del barbero quien anteriormente le había hecho dos extracciones de muelas y fue este quien horrorizado reconoció la identidad del patriota.

Murió de paludismo

Para el cronista Garmendia, la muerte de Ribas sigue rodeada de misterio y versiones encontradas, pues existen otras crónicas que señalan que, el general en realidad había fallecido de paludismo y sepultado en el mismo hato Las Palmas. 

«Al conocerse el deceso por parte de las autoridades realistas, estos llegaron desenterrar el cadáver ya en estado de descomposición, por lo que hubo que freír en aceite la cabeza antes de ser enviada primero a Guarenas y finalmente a Caracas, donde fue colocada en la Puerta de Caracas, donde hoy permanece un monumento alusivo a tal hecho», apunta Garmendia. 

Desde el 19 de septiembre de 2005, los restos simbólicos del general José Félix Ribas reposan, en un cofre, en el Panteón Nacional. 

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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