Hacen falta líderes ciertamente, pero ¿qué hace falta en los líderes? En el estudio y en la práctica he lidiado con el tema, cuyos intersticios sigo intentando comprender. Tal vez por eso, la lectura que por Navidades captó la mayor parte de mi atención, fue el libro de Henry Kissinger Liderazgo, Seis estudios en estrategia mundial.
Los casos estudiados por el profesor Kissinger que a densidad académica une experiencia gubernamental también excepcional, son los de Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Anwar el Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher. Todos líderes políticos de considerables logros que en su hora fueron también controversiales. A la estrategia de cada uno las califica con un epíteto. La del estadista alemán es la estrategia de la humildad, la del militar y político francés la voluntad, mientras la de su doble colega egipcio sucesor de Nasser es la trascendencia, la del presidente norteamericano el equilibrio, la del artífice político del impresionante Singapur es la excelencia y la de la primera mujer en dirigir el gobierno británico es la convicción.
Educación y carácter son esenciales. Pero no nos confundamos. Conozco gente que contra la advertencia de Mijares, confunden carácter con mal carácter o quieren emular la voluntad de De Gaulle y la convicción de la Thatcher sin poseer su tesitura ni navegar en realidades como la francesa o la británica y la pretensión les queda grande. En cambio, no prestan atención como Sadat a la trascendencia de Sadat y ni hablar de la humildad de Adenauer. Y mire que sería útil aprender de este político a quien tocó desde la humildad, cohesionar una nación destruida por la guerra, desmoralizada por una dictadura enloquecida y nada menos, reconstruir su democracia y su economía sobre bases nuevas. Una y otra son hoy ejemplares en el mundo. El hecho nos dice que no hay imposibles si se combinan valores, ideas claras, comprensión de la realidad, decisiones acertadas sostenidas en el tiempo, aunque sean difíciles o errores corregidos bien y oportunamente, así como flexibilidad para ceder y conciliar cuando sea necesario.
En esos seis líderes, Kissinger reconoce cualidades individuales como la integridad y persistencia en Adenauer. Determinación y visión histórica en De Gaulle. Comprensión del mundo y fortaleza en las decisiones en Nixon. En Sadat elevación espiritual para conseguir la paz. Imaginación en Lee Kuan Yew para fundar un Estado en una sociedad multiétnica nueva. Y en Thatcher, liderazgo principista y tenacidad. En todos reconoce una valentía extraordinaria. No es posible que en una persona se reúnan todas esas virtudes. Hablaríamos de un superhombre o supermujer. Los seis mencionados las tuvieron. Combinadas en distintas proporciones.
Recomiendo vehementemente la lectura de este libro a los jóvenes políticos, depositarios de mis mejores esperanzas y también de mis preocupaciones. Es un texto rico en lecciones de ese tesoro combinado que son el estudio y las experiencias.
Para el autor, fue clave comprender los cambios estructurales que se desarrollaron a raíz de la Primera Guerra Mundial. En este tiempo que vivimos, considerado un cambio de época, hay desde luego cambios también estructurales y uno siente que ocurren a mayor velocidad. Los generados por revolución digital, la globalización con sus tensiones y posibilidades, la inevitable transición energética, en un ambiente de creciente transformación hacia la complejidad en las relaciones sociales.
Para eso, algunas herramientas del líder. Una conciencia histórica que exige mucha lectura y reflexión que dé sentido de perspectiva, porque la formación del técnico o del activista, muy útiles en cuanto les incumbe, no lo provee. La imaginación creativa se alimenta y hace fecunda con la conciencia histórica. Los líderes estudiados tienen en común una educación concebida como esfuerzo que nunca termina y plantea desafíos en lo intelectual y lo moral.
Realismo inconforme que sabe dónde está parado pero también a dónde quiere ir. Visión de largo plazo. Valoración de la soledad como espacio de reflexión, eso pone a salvo del activismo incesante y ayuda a evitar cuatro sesgos peligrosos vinculados a la cultura visual fortalecida por Internet y las redes como inmediatez, intensidad, polaridad y conformidad.
Una conclusión esperanzadora es que las crisis producen grandes líderes, porque dan a las sociedades el ímpetu para exigir un liderazgo significativo.
El gran liderazgo resulta de la colisión entre lo intangible y lo maleable, concluye Kissinger y cita a Epicteto, “No podemos escoger nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos decidir cómo responder a ellas”.
Y esos líderes ¿Dónde están? Nos preguntaremos. Están aquí, entre nosotros. Dentro de esos que vemos y otros que no nos son visibles. No vendrán de otro país, otro planeta u otro plano.
Ramón Guillermo Aveledo