#OPINIÓN Himnos de fin de año #30Dic

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Hay 2 temas, uno de carácter ocurrente y otro nostálgico que predominan en el ambiente de fin de año y que desde la década de los 50, uno, y desde 1967 el otro, se interpretan incansablemente una vez que finaliza la Navidad y la gente se prepara para despedir el año.

El año viejo”, que a pesar de tener infinidad de intérpretes, la versión clásica es de Tony Camargo, y el otro, “Cinco pa’ las 12”, con la dicción del desaparecido Néstor Zavarce.

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Año tras año acuden a nuestro encuentro así como el arbolito o el pesebre, con tantas décadas encima que nunca se ponen viejos porque nos visitan como la primera vez.

Al hablar de la hallaca o el pan de jamón, también lo hacemos sobre esas melodías inmortalizadas en el ambiente de fin de año tatuadas en el ideal navideño venezolano, gracias a sus voces o composiciones. 

A la par de la gaita, música tradicional de fin de año, o a la compuesta básicamente por villancicos y sones de pascua que se circunscriben al ambiente religioso, se desarrolla este concierto que también forma parte de la tradición y cultura del pueblo.

Estos temas que en algún momento de la historia llegaron a nuestras vidas para quedarse, cada año forman parte del repertorio imprescindible de estas festividades.

El “Año Viejo”

A inicios de la década de los 50, Tony Camargo, músico de origen mexicano viajó a Venezuela para realizar algunas presentaciones y fue aquí donde conoció el tema el “Año Viejo”.

Antonio Camargo Carrasco, su verdadero nombre, jamás pensó que una partitura que en 1952 alguien le prestó en Caracas, se convertiría en su pasaporte a la inmortalidad. Ese papel, con apuntes a mano, contenía los arreglos y la letra del tema, una cumbia pegajosa compuesta por el artista colombiano Crescencio Salcedo.

Un año después, cuando regresó a México, el país donde nació en 1926, le entregó la obra musical a su amigo Rafael de Paz quien la montó con su orquesta y le hizo unos arreglos especiales, pero manteniendo su ritmo original que era el porro sudamericano para la voz de Antonio, quien en ese entonces ya era conocido con su nombre artístico Tony Camargo.

El mismo poco a poco fue ganándose la preferencia del público debido al ritmo pegajoso y a su letra, que pareciera ser un tributo a la sencillez de las pequeñas cosas y al desprendimiento de las vanas ambiciones, pues el intérprete aquilata el valor de una cabra, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra.

Compartió escenarios con las espléndidas orquestas de los años 50 y artistas consagrados como Agustín Lara y Dámaso Pérez Prado, figura emblemática de una era dorada de la canción mexicana, depositario del oropel y la bohemia.

En entrevista con Radio Nacional de Colombia, Camargo contó que poco a poco, la canción grabada por la RCA Víctor fue ganando espacio en las emisoras y radioteatros mexicanos, pero que fue en 1954 cuando se expandió a muchos países de América Latina, incluido Colombia en donde uno de los primeros sorprendidos fue el propio Crescencio Salcedo.

Tony, a quien muchos consideran el responsable de haber popularizado en México la muy criolla cumbia, grabó más adelante otras canciones de compositores como José Benito Barros, Pacho Galán y Gustavo Rada.

Son memorables sus versiones de La llorona loca, Playa Blanca, Compae Mochila y Mi cafetal (también de Crescencio). Según este artista nacido en Jalisco, esas obras también le ayudaron a ampliar su fama de cantante tropical y en particular, de intérprete de cumbias colombianas.

Pese a que en los años 40 y 50 tuvo oportunidad de alternar con grandes estrellas latinoamericanas como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Celia Cruz, Dámaso Pérez Prado y Benny Moré y grabar boleros y danzones de muy buena calidad, Tony admitió que el “Año Viejo” fue una canción que lo acompañó durante casi 70 años y en todas sus presentaciones.

“A donde quiera que vaya, así no sea noviembre ni diciembre, los espectadores siempre me piden esta canción, la bailan, la gozan y hasta lloran con ella porque quizá les recuerda a sus viejos y les remueve muchos sentimientos”, afirmó Camargo desde su casa en Mérida, Yucatán, donde terminó cantando en la orquesta del ayuntamiento municipal.

Su amor por Colombia

Tony lamentó que sólo haya visitado a Colombia una vez. Y lo hizo no cuando estaba en el esplendor de su carrera, sino muchas décadas después cuando fue invitado a Barranquilla por el periodista Heriberto Fiorillo, quien le organizó un emotivo homenaje durante el Carnaval de las Artes de 2014.

También deploró no haber conocido a Crescencio Salcedo, José Barros ni a Pacho Galán. No obstante, reconoce la gran variedad musical y artística de Colombia y los aportes de los músicos colombianos a la cultura latinoamericana.

Al despedir el 2019, Tony Camargo, el eterno animador del “Año Viejo”, envió un efusivo mensaje de gratitud: “Quiero mucho a los colombianos porque vivo muy agradecido con la música que me prodigaron. Me siento uno más de ustedes y por eso no puedo sino pedirle a mi Diosito muchas bendiciones y alegrías”. En alusión a una de las estrofas de su memorable himno de diciembre, Tony remató: “Y que este año viejo que se va les deje mucho más que una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”.

Camargo murió en México el miércoles 5 de agosto de 2020 a los 94 años. Nació en ese país, en Jalisco, México, el 1 de junio de 1926.

Leyendo al nicaraguense Orlando Ortega, quien falleció en cierta oscuridad, el colombiano Crescencio Salcedo fue el compositor de este célebre tema, quien a pesar de que en su tierra es reconocido como un gran exponente de la música vernácula, a nivel internacional no alcanzó la fama que obtuvo Camargo.

Al musicólogo creador de “El año viejo”, fallecido en 1976, se le conoció en su terruño como “El compae” mochila de los pies descalzos” y como “El indio”.

Sus principales composiciones nos recuerdan que nadie sabe para quién trabaja, pues sus obras dieron fama a los intérpretes que nunca hicieron lo suficiente para resaltar el mérito del compositor. 

Crescencio Salcedo es el autor de “El hombre caimán”, que le diera la fama al insuperable cantautor colombiano José María Peñaranda y se conociera luego como “Se va el caimán”.

Otra de sus creaciones fue “La Múcura”, que inmortalizó el gran Benny Moré y que tiene múltiples versiones. También es de su autoría “Mi Cafetal”, que en su momento interpretaron Los Panchos y que a finales de los años 60 nos regaló una bonita versión Hugo Blanco, grabándola también la orquesta Los Melódicos con el recordado Víctor Piñero.

El cántico de Zavarce

En 1967 se grabó el disco “Cinco Pa’ las Doce” y de entrada impactó. Se trataba de una voz realmente envolvente acompañada por un conjunto donde predominaba un xilófono y una guitarra; el primero simulaba un reloj sonando 12 campanadas dándole entrada a Néstor Zavarce quien entonaba: “Las campanas de la iglesia están sonando/ anunciando que el año viejo se va/. Inmediatamente se convirtió en un éxito.

Zavarce se había hecho famoso con “El pájaro chogüi”, del cual vendió millones de copias a inicios de la década de los 60. “Cinco pa´ Las Doce” fue compuesta por Oswaldo Oropeza, ya fallecido, integrante del grupo “Los hermanos Oropeza” quienes le acompañaron en el tema.

Desde entonces, la melodía se unió a “El Año Viejo” para marcar su presencia en todas las fiestas de fin de año en gran parte del mundo. 

Néstor Zavarce murió a los 74 años el viernes 27 de agosto de 2010, y vivió su retiro en una casa en los Altos Mirandinos cuidando árboles frutales y flores, escuchando el sonido de los pájaros y recibiendo a sus 6 hijos y 8 nietos. 

«Tengo mi vida feliz, y he querido preservarla así, porque durante mi carrera artística me dediqué a lograr ciertos y determinados objetivos y los cumplí, pero el que nunca pude es el que ahora estoy haciendo realidad: Vivir mi propia vida».

Sólo pedía que lo recordaran con cariño. «Yo sólo quiero ser esa voz que la gente escucha con alegría y emoción. Sólo eso me basta», dijo una vez a una revista caraqueña.

Se retiró de la vida artística en 1974 y de la pública 10 años después (1984), luego de haber sido diputado por Acción Democrática al Congreso Nacional durante 2 períodos. En su vida ermitaña nunca se dejó fotografiar porque hizo la promesa de «vivir la vida que no pudo» mientras fue una estrella. 

Ven a mi casa

Un par de años más tarde, en 1969, el cantautor de origen argentino Luis Aguilé, fallecido a los 63 de edad el 10 de octubre de 2009 en Madrid, España, compuso un tema melodramático llamado “Ven a mi casa esta Navidad”, que impactó a nivel mundial y tuvo la suerte de colarse entre gaitas y villancicos, por lo que se maneja en esta categoría.

Igualmente, la popularidad de la orquesta Billos en las festividades decembrinas en Colombia y Venezuela ha hecho que su éxito «Año Nuevo» se haya convertido en un himno cada 31 de diciembre.

Billo Frómeta y su música son parte del patrimonio cultural de Venezuela. Por más de casi 50 años él y su orquesta escribieron historia en el corazón de los amantes de la música en Venezuela.

Así que al celebrar la llegada del Año Nuevo en el seno de su hogar, y en esta cultura donde pueden aparecer las 2 caras del disfrute y de la infelicidad antes de las 12 de la noche, alguien exigirá o entonará “El año viejo”, “Cinco pa´ las 12”, “Ven a mi casa esta navidad”,  o “Año Nuevo”, y allí, Tony Camargo, Néstor Zavarce, Luis Aguilé y Cheo García con la “Billos”, volverán a estar entre nosotros. 

Otros “decanos” de la navidad

Se han vuelto fieles invitados en nuestras casas cada vez que llega diciembre y pese al correr del tiempo no importa que pasen los años porque siempre acuden a nuestro encuentro cuando los llamamos.

Nancy sigue siendo una pascua

Hace más de 31 años editó su primer disco de Navidad y aunque su música no suena en la radio con la frecuencia de otros tiempos, Nancy Ramos sigue siendo recordada como sinónimo de las fiestas decembrinas. Institucionalizó en Venezuela el “Ven a mi casa esta Navidad” y, entre 1976 y 1995, editó 12 producciones con temas pascuales.

Su primer disco navideño, “Yo también soy Navidad” pregonó en 1976 y llegó a vender la astronómica cifra de 600 mil copias. A partir de entonces, sus producciones se hicieron imprescindibles cada diciembre.

Tun Tun”, “Niño Lindo”, “Esta parranda te la debía”, “Vuela la paloma”, “Tubo, Tubo”, y hasta tres discos grabados con “Un Solo Pueblo” se cuentan en el haber de la «muñequita que canta», como la apodaron durante mucho tiempo en el medio artístico.

Betulio y su viejo año

Una oda al año que termina lo marcó de tal manera que hasta cuando no es tiempo de pascua, le piden que la cante. Betulio Medina le ha dado la vuelta al país con su “Maracaibo 15” durante más de tres décadas, dos de ellas interpretando, una y otra vez, “Viejo Año”. El tema hoy forma parte del patrimonio cultural venezolano. Betulio, también.

El burrito sabanero de Hugo Blanco

¿Qué siente usted cuando se imagina que un burrito trota y trota más allá de Belén?

Si tararea la melodía y se transporta a los años de infancia o a los actos escolares de Navidad, seguro entenderá por qué “El burrito de Belén” es mucho más que letra y música. Y si su hijo de cuatro o cinco años lo acompaña con canto y ritmo, le quedará comprobado lo que significa que una canción sea parte de la memoria colectiva.

La historia del “burrito” comenzó hace más de 30 años cuando los productores del famoso “Topo Giggio”, aquel muñeco con forma de ratón y acento italiano que emocionaba a la chiquillada en compañía de Gilberto Correa en su época estelar como animador de “Sábado Sensacional” por Venevisión, le propusieron al compositor Hugo Blanco, el mismo autor de la mundialmente conocida “Moliendo Café”, escribir varias canciones que serían incluidas en un disco de Navidad del personaje. 

El tema nunca fue grabado y el autor esperó dos años más para hacer pública su nueva creación. La voz escogida: Simón Díaz, a quien Blanco le producía y dirigía discos decembrinos. «Grabé ese tema, pero pasó inadvertido porque la gente esperaba ansiosamente canciones como “Las gaitas de las locas” y de “las cuñas».

El olfato de Hugo Blanco le hizo insistir y, un año más tarde, en1976, volvió al estudio de grabación con la canción bajo el brazo.

Esta vez recurrió a un grupo de 14 niños del “Coro Infantil Venezuela”, a quienes rebautizó con el nombre de “La Rondallita”. La canción se convirtió en un éxito inmediato, no sólo en Venezuela.

El niño que en su época cantó “El Burrito Sabanero” se llama Ricardo Cuenci. Fue su voz original. Aunque su timbre quedó inmortalizado en el disco, Blanco aseguró que Cuenci no pudo ser incluido en la gira nacional e internacional para promocionar el tema. 

«Después de que grabamos, al niño le cambió la voz. Tuve que buscar a otro e hicimos el trabajo». Según Blanco, Cuenci la cantó en algunas presentaciones, pero bajo la tutela de otro empresario.

El hoy hombre de más de 50 años, que tuvo un breve paso por la cárcel, aseguró en una entrevista con el diario “El Tiempo” de Colombia que ya no se dedica al canto sino a la reparación de tuberías. «Yo he querido ir a la televisión para decir que el “burrito sabanero” sí existe”. Yo quisiera que la gente lo supiera, que yo soy un hombre de buen corazón».

Su tragedia

Cuando nos acercamos al fin de año nos ponemos a pensar en lo terrible que puede ser la vida de los hombres, el misterio del destino.

Muy pocos sabemos de la triste tragedia de su famoso cantante Ricardo Cuenci. El enigma de la vida detrás del “Burrito Sabanero”. 

La vida de Cuenci, hoy, a sus 55 años, dista mucho de la fama que uno puede pensar que tiene por haber grabado semejante éxito. Pero hoy es prácticamente un desconocido en su propia tierra Venezuela.

La última vez que supimos de él conocimos que su vida transcurría entre las poblaciones de El Tigre, Estado Anzoátegui, y San Antonio de Maturín, estado Monagas, al oriente de Venezuela, trabajando en una cooperativa de saneamiento de tuberías y labores de herrería.

Entonces vivía con su esposa y cinco hijos. Tiene otros dos de su primera unión.

“Mi vida ha sido dura”, dijo, aunque su voz destilaba buen humor.

Reconoció que hubo un hecho que se la cambió “para siempre”: Estuvo preso en la dura cárcel del Retén de Catia, demolida hace más de 15 años. Tres días antes de cumplir la mayoría de edad lo acusaron de hurto y lo procesaron como adulto.

Esa primera vez estuvo cuatro meses. Luego faltó al régimen de presentación estipulado por el tribunal y regresó. No dice cuánto estuvo preso, sólo que lo suficiente para aprender cosas indebidas. “Mi refugio siempre fue la música, pero en la cárcel vi a psicólogos y psiquiatras, y entonces ya estoy bien».

Leí hace unos días en estas mismas páginas que el recordado Cuenci pidió ayuda a todos aquellos que han escuchado el villancico, pues atraviesa difíciles momentos: ladrones ingresaron a su casa y se llevaron todas sus humildes pertenencias.

Por esta razón, el músico César Muñoz, anunció en su canal que está abierta una cuenta en la plataforma GoFundMe para recolectar cinco mil dólares y ayudarlo.

Las gaitas de Joselo y Simón

Durante más de 20 años, Hugo Blanco fue el cerebro productor de un concepto infaltable en las navidades venezolanas: las gaitas de Joselo y Simón Díaz.

El proyecto se inició con el famoso «Tío Simón» a finales de los sesenta y siguió con Joselo, 15 años después. Aquellas gaitas de las locas que incluían chistes fueron, durante varias temporadas, las más esperadas en días festivos hasta que se acabaron porque su producción se puso muy costosa y cuando salían al mercado, la piratería los mataba».

La «pecosita» Raquel Castaños

Así la llamaron cuando antes de cumplir los 10 años de edad se convirtió en estrella del canto popular, gracias a la interpretación de “Mamá, dónde están los juguetes”, un aguinaldo de contenido social que hablaba de la triste Navidad de un pequeñín a quien el Niño Jesús no deja regalos. 

Desde entonces, «Raquelita» Castaños se hizo importante en el mundo artístico y sus canciones parte necesaria de cada diciembre. Su éxito navideño más recordado es “La mejor hallaca la hace mi mamá”, tan emblemático que al decir la frase se piensa en esta cantante.

Creció y siguió en los escenarios. En los ochenta popularizó “Abrázame”, una balada romántica nada infantil, con la que vendió miles de discos. Hoy lleva una vida familiar feliz.

Orlando Peñaloza

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