En los medios de comunicación es común escuchar a personeros del mundo político hacer referencia a diferentes actividades que involucran el espacio común de las calles, como un elemento de gran valor donde se encuentran con su pueblo, todo bajo una narrativa continua que cualquiera en el país entiende, pero la gran realidad es que la vialidad tanto urbana como de vías extraurbanas permanece en un estado de total abandono donde no existen mínimos de conciencia realista sobre este servicio que es necesario para el bienestar colectivo, porque todos los ciudadanos hacen su vida desplazándose de un lugar a otro lo cual depende del estado real de vías, realidad que no necesita definición sino solución ante lo padecido.
En tal sentido, el buen estado de la vialidad es una expresión realista que pueden ofrecer quienes detenten el poder político, y en la actualidad dicha premisa carcome cualquier gestión porque el asfalto brilla por su ausencia dejando al descubierto la incompetencia de quienes no saben sobre políticas públicas y ven lo gubernamental como algo de líneas; que según los presupuestos se van ejecutando. Esto es un lastre para el progreso porque entidades como los concejos locales de planificación requieren de planes y proyectos que los gobiernos no saben elaborar porque sus gabinetes ejecutivos son para aplaudirles y darles compañía cuando se atreven a exponerse ante la ciudadanía.
De igual forma, el mantenimiento necesario para no haber llegado al punto actual de la reconstrucción total, es una materia pendiente para todo el sistema de gobierno que simplemente reprobó totalmente en las dos últimas décadas en todo el espectro del tema y hoy el panorama es bastante sombrío porque todas las calles están bajo un total abandono que se refleja los costes de las refacciones de los vehículos. Dicha realidad es un anexo de cuando la política se vuelve un espectáculo de argumentos vacíos e ideologías muertas, porque lo físico se pasa a un segundo plano y la propaganda política busca ocupar permanentemente las mentes de todos descuidando lo real, dicha circunstancia sólo fermenta individuos más críticos que apuestan a la altura en la política, frente a la mentira populista destructora de calles.
En resumen, la política debe convertirse en el gran método que permita una normalidad asistida donde las vías de acceso cuentan como una prioridad y se pueda planificar una evolución que permita los correctivos necesarios según las pautas de la población en general. Mientras no existan calles dignas para transitar vehículos no tendremos ciclovías actas para los cambios que la movilidad urbana están experimentando, por ello que los políticos del país dejen el populismo y muestren los planes reales de reconstrucción es una demanda que debe elevarse desde la ciudadanía hasta los niveles que deba llegar.
Finalmente, los próximos individuos a los cuales la ciudadanía delegue el poder deben ser sujetos prestos para el bienestar social, que entiendan su rol y no se presten para ser un espectáculo que solo genera fiestas momentáneas, que además sepan de gestión pública. Para que las calles sean de nuevo los espacios de comunicación; donde se pueden desplazar todas las generaciones de venezolanos que apuestan por transformar su territorio, con el sudor que su esfuerzo produce ante los retos de un porvenir virtuoso.
Eduin Adjunta
@adjunta90