Una de las debilidades que mostró el candidato de la Unidad Democrática, Henrique Capriles Radonski en la campaña presidencial pasada, fue que no le era fácil comunicarse directamente con los electores, dice el politólogo y especialista en campañas electorales.
Porque, no obstante con el entrenamiento que tuvo logró una vinculación bastante cercana, tenía dificultad para decir frases impactantes o para tener un léxico popular.
En esta oportunidad estoy seguro que los asesores que trabajan con el meta lenguaje y lo que tiene que ver con la campaña electoral le recomendaron que tenía que ser más directo, más sencillo, más contundente y acercarse lo más posible a lo cotidiano, con el fin de acortar esas distancias que existen entre los electores y el candidato.
En el señalamiento directo por nombre a Nicolás Maduro responde a una manera de bajarlo del pedestal de la presidencia de la República, expresa Graterol. Utilizando en términos militares, le está quitando charreterras y decirle que no tiene la estatura política del Presidente Chávez, a quien sin duda alguna está tratando de imitar.
Esa es la táctica que está utilizando Capriles para que la gente entienda que hay una gran diferencia entre quien fue un líder -y sigue perpetuándose después de muerto en lo que se conoce como la construcción del mito- y Maduro.
Del otro lado, el oficialismo trata de contrarrestar que Maduro apenas fue chofer de un autobús y sindicalista diciendo que fue alguien muy leal a Chávez y cercano al pueblo, como el caso de Lusinchi cuando en la campaña se puso de moda el eslogan de “Jaime es como tú”, para indicar que es una persona común y corriente, que ha pasado necesidades y ha tenido movilidad ascendente como producto de su participación en el proceso revolucionario.
Su lenguaje es sencillo, fuerte y quiere ir a lo escatológico, imitando a Chávez, expuso Graterol. Recuérdese que Maduro en todo instante hace hincapié en que él es el elegido por el Presidente para sustituirlo, e incluso se autocalifica como “su hijo”.
Desluce porque hay un desdoblamiento de la imagen de Maduro, quien se caracterizó como un hombre pasivo, tranquilo y que no confrontaba, observa. Ahora se ha convertido en su ser enérgico, agresivo y pareciera que desencaja cuando no logra encuadrar lo que se conoce como consonancia con imagen; es una posición postiza, falsa, ante el electorado.