…Mi canción de amor viene a turbar
la calma y el silencio
y mi pobre voz alzándose en la noche te despierta
Debes perdonar y comprender mi corazón tan necio
que por arrullar el sueño de tus ojos, te desvela
…la luna en el azul oyendo está mi ardiente serenata
y de la noche el tul rasgando va con su puñal de plata
para bañarte en luz cuando asomada
a tu balcón florido, escuches al osado
cantor enamorado
que tu sueño turbó con su gemido…
La famosa “Serenata” de Manuel Enrique Pérez Díaz que en la voz de Marcos Tulio Maristany, desde Radiodifusora Venezuela, La voz de la Patria o Radio Caracas, se oía en mil novecientos López Contreras, en un país que poco después sería otro protagonista en la Segunda Guerra Mundial mediante el aporte del aceite de piedra que generoso manaba del Lago de Maracaibo, de Falcón o del Oriente, y colocó en la mira del Tercer Reich el blanco de buques que tripulados en buena parte por marinos venezolanos, alimentaban el equipo armado de las fuerzas aliadas enfrentadas a las 212 divisiones desplegadas por Hitler, en su loco afán de dominar Europa y adueñarse del mundo.
En medio de un océano de tribulaciones, aquella despoblada nación, desfasada en el tiempo, minada de enfermedades tropicales, con una pobre escolaridad que la mantenía entre los países menos alfabetizados del continente, paliaba sus desdichas con música y el inevitable empeño nacional de ser alegre sin importar la situación vivida.
Extraña introducción para abordar la realidad de ser referencia musical y explicar el entramado contexto donde surgió el fenómeno de la influencia alcanzada por el Sistema Nacional de Coros y Orquestas juveniles, cuya idea y realización progresiva no la sacó el Maestro Abreu del aire –todo logro tiene causas y antecedentes– si bien un minúsculo inicio de 14 niños en un breve recinto (otra de las lecciones que deja este proceso) no podía augurar el gigantesco alcance obtenido. Una atenta mirada retrospectiva encuentra las semillas que germinaron, crecieron y fructificaron en el territorio nacional, arando y abonando ritmos y melodías para dejar a punto el terreno propicio a la simiente creativa de la más grande realización socio-cultural del mundo de las artes en muchos siglos.
A vuela pluma podría parecer exagerado, pero desde hace por lo menos tres decenios es una verdad incontrovertible y no debe avergonzarnos vocearlo, repetirlo y expresarlo en todas las formas posibles, como lo hacen incansablemente México, Argentina, España –cito a título de ejemplo– y otros países, promocionando cualquier logro de una figura nacional, de alguna institución o un producto suyo de calidad notable.
Los éxitos del Sistema Nacional de Coros y Orquestas, sintetizados en el llamado Milagro Musical Venezolano se gestaron hace mucho. No existe gratuidad en la realidad. Siempre hay antecedentes, causales, esbozos e incluso frustraciones previas. “La Música Popular de Venezuela”, de Luis Felipe Ramón y Rivera joya bibliográfica editado por Ernesto Armitano nos ilustra al respecto. Con la sapiencia característica de sus estudios, prolija investigación de las fuentes y copiosamente ilustrado, Ramón y Rivera orienta al lector por el complejo laberinto de las definiciones técnicas en torno a folklore, popular, tradicional y los diversos términos y criterios utilizados por los especialistas para fijar conceptos y calificaciones en el mundo de la composición musical.
Inicia su estudio con El Vals-Génesis, y continúa: El Pasillo, El Bambuco, El Merengue, La Canción, La Canción-bambuco, La Tonada, El Bolero; El Joropo. Fandango y Joropo. Algunos capítulos se sub-dividen y el autor cita los nombres más significativos e ilustra partes y sub-partes con las partituras emblemáticas de cada género estudiado. Se excusa de citar a todos los protagonistas; tarea imposible de llevar a cabo.
Lo especialmente significativo de este trabajo es el hecho de encontrar, en sus páginas la razón y fundamento de las raíces musicales que palpitan de manera constante en la idiosincrasia del venezolano. El llamado Milagro Musical Venezolano nació y existe porque antes hubo un Ramón Delgado Palacios y existió Vicente Emilio Sojo. Hubo Carreños donde surgió la figura universal de Teresa, de quien dijo Liszt al oírla: “niña, tu eres uno de los nuestros”. Hubo Calcaños, Wohnsiedler, un Felipe Larrazabal, Laudelino Mejías; un Augusto Brandt y una Cantata Criolla de Antonio Esteves. Una Pequeña Mavare y un ejército anónimo de cultores musicales desde todas sus aristas y facetas. Educadores que hicieron de la enseñanza un apostolado. Vale citar una maestra de la enseñanza del piano que sembró amor y sensibilidad en sus alumnos, usando una metodología similar a la aplicada más tarde en el Sistema: Doralisa de Medina que del gran número de manos bajo su formación guió los inicios de José Vicente Torres, quien desde la Dirección del Conservatorio Musical del Estado Aragua, fue de los primeros patrocinantes de la enseñanza emprendida por el Maestro José Antonio Abreu.
Antes de de comentar los logros alcanzados por el Sistema vale dar un paseo por la actualidad musical del país, pero en resumen muy breve, síntesis obligada debido a la riqueza y profusión de la actividad musical en nuestro país. Voces femeninas : Mirla Castellanos, Ofelia Ramón, María Teresa Acosta (La Gitana de Color), Fedora Alemán, Morella Muñoz, Magdalena Sánchez, Emilita Dago y María Teresa Chacín. Voces masculinas: Lorenzo Herrera, Rafael Montaño, Benito Quiróz, Felipe Pirela, Jose Luis Rodriguez, Alfredo Sadel, Ricardo Montaner y Simón Díaz. Compositores : Antonio Estevez, Antonio Lauro, Rodrigo Riera, Aquiles Báez, Hugo Blanco, Chelique Sarabia, Aldemaro Romero.
De cualquiera de los nombrados, se puede hacer un libro y si bien hay algunos nombres que resaltan más que otros, todos forman parte de ese tejido estructural de la música venezolana, que incluso mucho antes que el Sistema ocupaba amplios panoramas de la música universal. El mexicano Javier Solis, molió el café, e igualmente lo hizo Bert Kaempfert. El Caballo Viejo ha recorrido pampas, estepas, sabanas y praderas y las ansiosas melodías de Chelique le han dado la vuelta al mundo. Ventas y centenas de ejemplos más se pueden citar pero me voy a detener un momento en esa explosiva evolución del cuatro, pequeño instrumento nacional, que hace mucho tiempo dejó de ser el alcahuete de Compadre Pancho.
Entiendo que la revolución de este instrumento comenzó de una polémica, de quién era mejor cuatrista entre Freddy Reyna y Jacinto Pérez, conocido en su mundo como el Rey del Cuatro. La diatriba llevó a Reyna a una afinación distinta del instrumento y un nuevo método de enseñanza del mismo, a partir de entonces la atención de muchos cultores musicales se volcó hacia el instrumento. Hoy en día se dicta en cátedras en conservatorios de Cuatro y asombra su tonos, ritmos y melodía a propios y extraños y conforma un elemento más de nuestra vasta riqueza musical.
En febrero del año 1.975 inició el Maestro José Antonio Abreu, con 14 niños alumnos, lo que rápidamente se convirtió en El Sistema Nacional de Coros y Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Con las primeras presentaciones de la Sinfónica Juvenil, se generó un gran impacto en Escocia, México y Estados Unidos, recibiendo rápidamente el calificativo de “Milagro Musical”. La organización recibió el premio Príncipe de Asturias y el premio internacional de Musiciaca de la UNESCO. Más de 60 países en el mundo entero han reorganizado su enseñanza musical con la misma metodología de El Sistema, de los cuales casi la mitad han copiado literalmente cada una de las unidades de trabajo utilizadas por El Sistema.
Algunos fundamentos del trabajo del Maestro Abreu se inspiraron en el desarrollo en una metodología creada en la Escuela Popular de música de Maracay en 1.969, fundada por el músico Oswaldo Guevara y auspiciada por el pianista larense José Vicente Torres entonces Director del Conservatorio de música del Edo. Aragua.
Prestigiosos Directores contemporáneos han dirigido orquestas del Sistema : Claudio Abbado, Zubin Meta, Giusseppe Sinopoli, James Judd, Sir Simon Rattel y Gustavo Dudamel, actual director de la Filarmónica de Los Ángeles, formado en El Sistema. Otras grandes figuras de la música como Placido Domingo, Daniel Barenboim, Matislav Rostropovich, Montserrat Caballé, Luciano Pavarotti han visitado el Centro de Acción Social por la Música y expresado su asombro y admiración por el trabajo realizado.
Paul Smaczny y Maria Stodtmeier realizaron un documental sobre El Sistema que ha ganado 9 premios internacionales. El 24 de noviembre del 2009, en la Sala Pleyel de París, el Ministro de Cultura de Francia impuso las insignias de Oficial de la Legión de Honor a José Antonio Abreu y nombró a Gustavo Dudamel Caballero de las Artes y las Letras de Francia. En el Festival de Salzburgo en el año 2.013, ocho grupos orquestales de El Sistema (1.400 músicos) ofrecieron en algo más de 3 semanas 15 conciertos. Seis de ellos agotados de boletería con varios meses de anticipación. Actualmente El Sistema consta de 120 Orquestas Juveniles e Infantiles.
De los músicos formados en la organización han emprendido carreras internacionales, Diego Mateus, Natalia Luisa-Bausa, Dietrich Paredes, Joshua Dos Santos, Rafael Payares, Gustavo Dudamel, Christian Vásquez, Jean Carlos Castro Daddona, Rodolfo Barraez, Eduardo Cedeño, Sergio Rosales, Edixon Ruíz y Pedro Eustahe.
Muchos otros músicos formados en El Sistema han organizado en diversos países del mundo orquestas y agrupaciones musicales como Manuel Jurado con la orquesta Cruz Diez, entre otros. También El Sistema ostenta el Récord Guinness con la mayor orquesta que se haya organizado en el mundo, 12 mil músicos que interpretaron la marcha eslava de Tchaikovsky.
Pedro J. Lozada