Nos refiere Blanca Cecilia de Oropeza, persona que estuvo muy vinculada al albergue de niños ubicado en Aregue una historia hermosa que ahora compartimos con nuestros lectores:
En el Albergue de la Chiquinquirá de Aregue en una oportunidad se le dio cobijo a un niño como de once años que vivía como a cuarenta kilómetros en una ruta casi desaparecida. Allí estaba el muchachito con su abuela y otros hermanitos. Su papá se había ido a Caracas y no regresó y su mamá murió de un dolor en el pecho que nadie diagnosticó.
La abuela era muy pobre y cuando la visitaron las autoridades para notificarle de la muerte de su hija les manifestó que ella no podía con la carga de mantener a los tres muchachitos, que entre buscar agua del pozo, ordeñar las cabras, lavar y cocinar le era imposible atender a las tres criaturas.
Luego de conversar con las hermanitas del Albergue ellas decidieron darle alojo al hermanito mayor para de esta forma aliviar el drama familiar de la abuela y además preparar adecuadamente al mayorcito para que luego pudiera a su vez darles una mano a sus hermanitos menores.
De esto pasaron seis meses cuando una mañana tocan las puertas del albergue unas señoras solicitando con urgencia hablar con las hermanitas, quienes presurosas salieron junto a las vecinas para conocer de la situación que había conmovido a todo Aregue.
Allí frente a la Basílica estaban dos niñitos con los pies ensangrentados, con la ropita rasgada por las tunas, sentados frente a la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. Eran los hermanitos menores que habían esperado hasta las seis de la tarde que su abuela se durmiera para ponerse en marcha para buscar a su hermano mayor, sin tener la mínima idea de cuál era el camino.
Cuentan que ellos al entrar en una quebrada se quedaron sin alpargatas y tuvieron que continuar descalzos. Al poco tiempo no aguantaba los pies y se sentaron en unas piedras a llorar. De pronto se les apareció una señora que les limpio los pies y les colocó como unas medias gruesas. Los tomó de la mano y les dijo que los llevaría a un sitio seguro.
Así atravesaron tunales, subieron cerros, cruzaron quebradas y poco a poco fueron caminando hacia un lugar que ellos no sabían donde quedaba. Cada cierto tiempo la señora los sentaba en la tierra y les curaba los pies. Así que cuando salieron los primeros rayos de sol la señora les dijo: Caminen derechito y muy pronto llegarán a un sitio donde les ayudarán.
Así llegaron a Aregue y cuando les preguntaron que cómo era la señora que los había salvado señalaron la imagen de la Chiquinquirá. Las Monjas los abrazaron y los llevaron al Albergue junto a su hermanito mayor.
Este relato no tiene gran espectacularidad, es más bien algo sencillo y rupestre, tiene eso sí absoluta veracidad por la calidad de la fuente. Es una demostración de la presencia viva y activa entre nosotros de la Madre de Dios.
Virgen María cúbrenos con tu manto.
Jorge Euclides Ramírez