Cristóbal Colón, el almirante genovés que luego de recorrer varios reinos europeos en busca de patrocinio, por fin logró llamar la atención de la corona española para emprender una aventura que no buscaba mayores riquezas que las ganancias de mercadear especias para sazonar las comidas por una ruta más corta hacia el oriente, llegó a destino en un viaje sin itinerario el 12 de octubre de 1492, hace 530 años y se acreditó para la posteridad como el descubridor del nuevo continente que posteriormente pasó a llamarse América.
A su propio criterio, Colón no descubrió un nuevo continente, él aseguraba haber llegado a las Indias Occidentales y así murió creyéndolo. Más su empresa para satisfacer el paladar de sus coterráneos en Europa con la tan demandada pimienta no se concretó, pues dentro de la abundancia de alimentos de aquellas nuevas tierras no habían la tan anhelada especia.
¡Más no importó! Otros frutos como los pimientos picantes surtían igual efecto al paladar y además, la cornucopia rebosante de frutos exóticos de aquellas tierras hasta ahora desconocidas, bien hicieron valer la pena de aquella arriesgada empresa de surcar los mares sin un destino preciso.
Aquel 12 de octubre hace 530 años se convirtió en uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la humanidad. Apenas se tocaba el ombligo de un vasto continente que con el pasar de los años quedaría de norte a sur dominado por las rancias monarquías europeas, que siguieron la ruta trazada por Colón desde el Puerto de Palos en España y comenzaron a reclamar en una prolongada rivalidad su pedazo de aquel enorme pastel cuya mayor porción comenzó a ser devorada por la Corona Española.
Las cartas estaban echadas para Cristóbal Colón, quien consigue los recursos financieros de los reyes católicos garantizando que con aquella nueva ruta las arcas reales rebosarían, pues bien sabido era que especias y otras mercaderías provenientes del lejano oriente eran bienes de consumo muy preciados y muchas fortunas se sustentaban en la comercialización, importación y exportación de esos productos.
Pero lejos estaba el reino español de imaginar que aquella aventura, cuya inversión principal fue otorgar tres barcos o carabelas con pertrechos y personal al aventurero genovés, se convertiría en el negocio más rentable en la historia de aquel país que se hizo no solo de alimentos, sino de otras riquezas entre las que resaltaban metales preciosos como el oro y la plata que abundaban en aquel extenso territorio, algo que ni el mismo Cristóbal Colón pudo imaginar y mucho menos ver, pues a su muerte aquella empresa aún era incipiente.
El 12 de octubre marcó el inicio del saqueo sistematizado de riquezas y el sometimiento de culturas que no pudieron defenderse por la desventaja tecnológica, pues no era fácil enfrentar desnudos con arcos y flechas a soldados entrenados, revestidos de armadura, que empuñaban espadas de acero y portaban armas de fuego, artilugios totalmente desconocidos por los nativos de aquel «nuevo continente«.
Pero como reseñamos al principio, Cristóbal Colón, el almirante genovés, dejó el plano terrenal el 20 de mayo de 1506 sin mayores riquezas y bajo la creencia que había llegado a las Indias Occidentales, toda vez que aquella proeza fue desestimada por la Corona Española en su propio detrimento, minimizándolo al punto de casi anularlo luego de tan extraordinaria hazaña y no fue sino años después de su muerte, que el marino fue reivindicado en el sitial que le correspondía.