Y puede sanar de muchas maneras. La Sagrada Escritura nos narra sanaciones, la gran mayoría realizadas directamente por Jesucristo, pero también algunas realizadas a través de otros.
Una de éstas es la sanación de un leproso llamado Naamán. “Su carne quedó limpia como la de un niño” (cf. 2Re 5, 14-17). En este caso vemos a Dios sanando a una sola persona a través del Profeta Eliseo, sin siquiera estar éste presente, con unas instrucciones muy precisas (bañarse 7 veces en un río).
A veces se han dado sanaciones colectivas. Tal es el caso de la sanación de diez leprosos, hecha directamente por Dios (por Jesucristo), sin estar Él presente, pues esa sanación se sucedió mientras los leprosos iban a presentarse a los sacerdotes, quienes debían ratificar la curación (cf. Lc 17, 11-19).
Sea cual fuere el instrumento físico o humano que aparezca en una sanación, es Dios Quien sana. Y Dios sana a quién quiere, dónde quiere, cuándo quiere y cómo quiere… porque Dios es soberano. Es decir: Dios es dueño de nuestra vida y de nuestra salud. Y nuestra Fe consiste, no sólo en creer que Dios puede sanarnos, sino también en aceptar que Él es soberano para sanarnos o no y para escoger el lugar, la forma, el medio y el momento en que nos sanará.
Dios sigue haciendo milagros hoy día. Para cada canonización la Iglesia Católica requiere de un milagro comprobado. Para nombrar sólo un caso: en el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta (quien fue canonizada en 2016) se dio a conocer un milagro impresionante, no sólo por la gravedad de la enferma, sino porque la curación tuvo lugar en un asilo de las Misioneras de la Caridad, congregación fundada por ella, sucedió el día aniversario de su muerte y, adicionalmente, habiéndosele colocado a la paciente un escapulario que había estado en contacto con el cuerpo de Teresa de Calcuta.
Quien sana es Dios. Y si un enfermo sana a través de alguna persona, es porque Dios ha actuado.
El Señor sana y sigue sanando: sana cuerpos y sana almas. No importa el medio que use: puede hacerlo directamente o a través de personas escogidas por Él… inclusive a través de médicos y medicinas. Pero sucede que la mayoría de los médicos creen que ellos son los que sanan, sin darse cuenta que ellos son instrumentos de Dios, pues si Dios, que es soberano, no lo quisiera, tampoco se sanarían sus pacientes.
Jesucristo sanó directamente y realizó toda clase de milagros, no sólo de sanaciones, sino también de revivificaciones, que son manifestaciones más extraordinarias aún que las curaciones.
¿Por qué si Dios nos ama nos suceden cosas malas?
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Isabel Vidal de Tenreiro