El día inaugural de la primera estación de telégrafos en Barquisimeto, 30 de noviembre de 1878, se recibió en el mensaje de estreno una mala noticia: había muerto ese mismo día el presidente de la República, general Francisco Linares Alcántara, quien estaba alojado en la Casa de la Aduana, en La Guaira, donde cumplía funciones de su cargo. Nueve días antes, de madrugada, había ido al litoral guaireño desde su despacho de la Casa Amarilla, en Caracas, y una afección bronquial empezó a molestarle, mal que se agravó hasta el trágico desenlace.
El general Linares Alcántara, juramentado como Presidente ante el Congreso Nacional el 2 de marzo de 1977, estuvo en ese cargo apenas un año y ocho meses, siendo el primer caso en Venezuela de un presidente que muere ejerciendo el poder. Recibió honores fúnebres en recintos de la ciudad capital: Casa Amarilla, Catedral y Panteón Nacional. En seguida se encargó de conducir el país el Presidente de la Alta Corte Federal, señor Jacinto Gutiérrez.
También relata la historia política de Venezuela que el 11 de marzo de 1884, en Caracas, falleció Juan de Dios Monzón, presidente-encargado desde enero de ese año en sustitución del general Joaquín Crespo, al finalizar éste su primer período de gobierno.
Años más tarde, en vísperas de festejos navideños, circuló en todo el país un incesante rumor: la salud del presidente de la República, general Juan Vicente Gómez, andaba muy mal. Se decía que estaba grave, en cama, entregado al juicio final. Y eso suscitó un tenso ambiente que presagiaba lo peor, incluso una guerra civil.
Ante esa delicada situación, su gente del gobierno, familia y allegados se trasladaron a Maracay, lugar de residencia del gobernante moribundo. Allí se mantuvo una solapada rivalidad, cada quien midiendo los pasos del otro, en medio de fingida tribulación. Larga fue la agonía y la espera, hasta que cerca de la medianoche, el 17 de diciembre de 1935, murió el caudillo que mantuvo una inclemente dictadura durante 27 años.
Luego de ese suceso, sin perder tiempo, se reunió en Caracas el Consejo de Ministros y designó Presidente Interino de la República al general Eleazar López Contreras, titular de la cartera de Guerra y Marina, quien en mensaje radial pidió a los venezolanos actuar con “calma y cordura” en esa hora difícil. Se cumplía de esa forma la letra contemplada en la Constitución de ese tiempo, algo de luz en medio de tanta oscurana dictatorial. Hubo capilla ardiente y una multitud acompañó el sepelio hasta el cementerio de Maracay.
Quince años después, el 13 de noviembre de 1950, en Caracas explotó una noticia que hizo mover hasta el gigante cerro El Ávila. Habían secuestrado y luego dado muerte al teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno que cumpliría ese mismo mes dos años en el poder.
Tras este magnicidio, primero en la historia del país, las autoridades capturaron pronto a los presuntos autores del hecho, señalándose como principal responsable material a Rafael Simón Urbina, caudillo de viejas andanzas montoneras. El mismo día de esa absoluta ausencia presidencial tomaron las riendas del poder los compañeros militares, tenientes coroneles Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez. A partir del 27 de noviembre de 1950, fue designado para la presidencia de la Junta de Gobierno el doctor Germán Suárez Flamerich.
Ahora acaba de fallecer, el 5 de marzo del presente año, el teniente coronel Hugo Chávez Frías, quien ante el Congreso Nacional había asumido la presidencia de la República el 2 de febrero de 1999, luego con permanencia de 14 años en esas funciones mediante reelección. Estaba otra vez reelecto, aún sin juramentación, para el período 2013-2019, siendo el quinto gobernante que muere en ejercicio de la presidencia de Venezuela. Su desempeño gubernamental y sucesos recientes son ampliamente conocidos.
