Al querer hablar del duelo, y del impacto que éste ocasiona a nivel familiar, es necesario responder ciertas preguntas como: ¿Qué es la muerte? ¿Cómo se asimila la muerte de un ser querido según la etapa de la vida en que esta ocurra? ¿Qué repercusión familiar tiene el deceso de un ser querido en los aspectos psicosociales, socioeconómicos y en la salud familiar en general?
Es complicado dar solución definitiva y una respuesta concreta a todas estas interrogantes, ya que toca un punto existencial intrínseco del hombre ligado a cuestiones emocionales del mismo. Cada individuo se enfrenta a la muerte solo constituyendo para él un reto social, despertando en el plano individual y familiar representaciones complejas, cambios de masas y comportamiento.
La familia es más que la suma de las características individuales de sus miembros. La capacidad de expresar y tolerar sentimientos varía en cada una. Así, aquellas que no lo permiten, pueden provocar conductas como respuesta ante el duelo y ofrecen excusas y comentarios para callar a los demás. Las que afrontan el duelo adecuadamente son aquellas que comentan sobre el fallecido, procesan sentimientos sobre la muerte incluyendo, admitiendo y aceptando la vulnerabilidad.
Su desarrollo es más o menos largo y doloroso dependiendo de varios factores, como son: la relación con el fallecido (tipo de lazo familiar e intensidad del mismo, dependencia, conflictos, ambivalencia), circunstancias de la muerte (esperada o repentina, sosegada o violenta), y la edad de éste. En general, el duelo dura entre uno y tres años.
Disfrutar de la vida nuevamente, no significa olvidarse para siempre de la persona que se ha perdido, y la cantidad de tiempo que se demora en elaborar el duelo no se relaciona directamente con cuánto se amaba a aquel. Por lo tanto, no se debe sentir culpa por la forma en que se vive un duelo, comparándolo con otras personas o con consideraciones generales, ya que cada caso es específico.
Darse permiso para descansar, disfrutar y divertirse. Permitir sentirse bien, reír con los amigos, hacer bromas. Darse el derecho a buscar momentos para disfrutar, que además serán de gran ayuda para superar el dolor.