La selva del Darién se ha convertido para los venezolanos en sinónimo de muerte y salvación al mismo tiempo. Es apenas el punto de partida de una fuga incierta al “sueño americano”, un topus de la fantasía caribeña que tuvo origen en la extrema pobreza de Cuba y varios países centroamericanos y que para el venezolano de hace 20 años era un paseo para comprar barato.
Ahora ese tapón boscoso donde lo intrincado de los caminos, los ríos caudalosos, las alimañas tóxicas y las fieras compiten en furia mortal con los bandoleros que hicieron de ese territorio un coto del robo y ultraje. Son terroríficos los relatos de quienes han sobrevivido al Aqueronte vegetal en el cual se sumergen miles de compatriotas intentando escapar del inframundo de carencias en el cual se transformó el país.
Pero lo cierto es que ya el Darién no es un lugar ignoto, es parte de las rutas posibles para salir de la ruina que desmembró el futuro de centenares de miles de compatriotas que ante su precariedad mortal imaginan que la esperanza está detrás del muro de Berlín de selvático que los separa de una vida de progreso.
Lo que no hemos logrado entender con claridad quienes somos parte del mundo político es que el Darién no acusa únicamente al régimen, acusa al conjunto de partidos, grupos, sectores, y en suma, a todos los componentes organizados de la sociedad venezolana. El Darién no es solamente el fracaso del chavismo, del madurismo, del socialismo del siglo 21, es el fracaso de todos quienes hemos usado la política como instrumento de solución a la mega crisis en la que se hundió Venezuela.
Quienes escapan por el Darién, los páramos andinos, las trochas hacia Colombia o las fronteras con Brasil, escapan también de nosotros, no quieren saber de nadie que haya tenido incumbencia en las confrontaciones que a lo largo de dos décadas produjeron una de las peores catástrofes humanitarias en la historia del planeta.
Pensar que los siete millones de venezolanos en Diáspora están pendientes y ansiosos de participar en eventos electorales es una quimera sobre la cual hacemos una gran apuesta con fichas sin respaldo. La realidad es que todos esos compatriotas en fuga y los familiares que acá tienen conforman una masa humana que prefiere forjar una esperanza al costo de la vida que asumir la promesa de un cambio vital por intermedio de las ofertas que hace la oposición venezolana.
El Darién está en la agenda de todos porque a pesar de la fatalidad que contiene, es una puerta de salida al drama cotidiano de miles que desde hace rato cerraron la puerta de salida electoral. Esto es irreversible, es la gran pregunta. Por supuesto que no es la respuesta, pero tendría que producirse un hecho contundente, una prueba irrefutable de unidad nacional que aliente de nuevo la emoción de participar en elecciones con opción de triunfo.
No es fácil, la dispersión es mucha y los vetos y cuestionamientos dentro de la oposición se repiten y consagran como línea de conducta. Las primarias pudieran ser el proceso de reunificación, dando garantías a todos para que participen, sin discriminación ni etiquetas difamantes. Unas primarias que sean convocadas por todas las fuerzas que componen el campo opositor venezolano y que tengan garantía de pulcritud y transparencia para que de allí resulte un candidato presidencial de la sociedad y no únicamente de los partidos políticos, como es la percepción que ahora existe.
Abramos nuestros corazones a esta esperanza, demos sitio a nuestro lado a todos quienes deseen participar en este proceso propuesto por la plataforma unitaria. No dejemos que el Darién nos derrote. Dios nos ilumine, Dios con nosotros.
Jorge Euclides Ramírez