Eligió Colombia a su nuevo Presidente. Es Gustavo Petro, en su tercer intento por llegar a la Casa de Nariño. Nuestros vecinos han ejercido libremente su derecho democrático y escogieron a un líder opositor que ha sido muy crítico de los gobiernos de su país a lo largo de una vida política que comenzó muy joven en el M-19, movimiento guerrillero y que continuó en el ámbito cívico como Representante a la Cámara, Senador y Alcalde de Bogotá. Como es propio de la urbanidad republicana y también de la alternancia que es supuesto en las democracias, el Presidente Duque lo invitó a palacio, se reunió con él para tratar las cuestiones de la transición en el poder, como es también normal en una democracia. Vistos desde la casa de al lado, la nuestra, Venezuela, esos hechos parecen raros, lejanos, pues son precisamente los que quisiéramos vivir.
En twitter, Petro contó de la reunión con Duque y en particular que “Me mostró la mítica espada de Bolívar que entregamos”, recordando que en acto de propaganda, la guerrilla del M-19 la había robado en 1974 de la Quinta de Bolívar y después de una larga y accidentada ruta que incluyó escondites en Colombia, Cuba y eventualmente otros países, hasta que fue devuelta en 1991. Ahora, promete el nuevo mandatario “la cuidaré y haré que el pueblo colombiano la pueda ver y ser su dueño”. No dijo si ese acceso a verla sería en la Quinta de Bolívar, donde solía estar a la vista del público. Y de seguro no será así y es mejor, no sea que venga otro y haga lo mismo.
Duque, oportuno sea hacerle justicia, tuvo una política abierta, hospitalaria con nuestros compatriotas que han emigrado a Colombia. Sin meterme a juzgar su gestión al frente del gobierno, eso se lo reconozco y agradezco. Que si Petro se propone algún cambio al respecto, sea en todo caso para mejor.
Ahora vienen, allá, los problemas de la gobernanza, comenzando por los de la convivencia entre órganos del poder público separados, con funciones propias y autónomas, en un sistema de larga tradición constitucional que fue remozado en la carta vigente, aprobada por la Asamblea Constituyente de 1991, en la que el M-19 del que el presidente electo era militante, tuvo gran peso e influencia con diecinueve de sus setenta constituyentes, al punto que su líder Navarro Wolff la copresidió con el luego asesinado Gómez Hurtado y el Liberal La Calle, de relevante papel en las negociaciones de paz con las FARC.
Busca una mayoría parlamentaria que en la elección no alcanzó, mediante acuerdos con el Liberalismo liderado por el ex-presidente Gaviria (14 senadores, 32 representantes). De ciento ocho senadores el Pacto Histórico de Petro tiene 20 y de ciento ochenta y ocho Representantes eligió 27. Ya ha logrado apoyo de la Coalición Verde-Centro Esperanza (13 representantes y 17 senadores) y de los cinco en cada Cámara de los Comunes, el brazo político de las desmovilizadas FARC cuya ya minoritaria votación cayó drásticamente. El Partido Conservador, segunda bancada en el Congreso y el uribista Centro Democrático están en la oposición. No conozco la definición adoptada por las restantes seis fracciones de un parlamento fragmentado.
Las relaciones entre una Colombia gobernada por Petro y Venezuela gobernada por Maduro son motivo de interés en todo el hemisferio. Empezando por América Latina y el Caribe, receptores de una legión de migrantes venezolanos a raíz de nuestra crisis, pero también por los Estados Unidos y Canadá. EEUU y Colombia han sido históricamente aliados estrechos, diseño de Santander seguido por sus sucesores rojos, azules o de cualquier otra combinación de colores. Las conversaciones muy amistosas de Petro con el Secretario de Estado Blinken y con el propio Presidente Biden no sugieren cambios radicales, por cierto. Pero, claro, la mayor expectativa está en Venezuela y en Colombia, sociedades con tantos puntos de contacto que no pueden tener vidas separadas. El común destino lo diagnosticó y presagió el propio Libertador en el Manifiesto de Cartagena.
La demanda es mucho más fuerte en la zona fronteriza. Aquí en Táchira, principalmente, pero también en Zulia, Apure, Barinas, Amazonas.
Asignaturas pendientes: Normalización de las fronteras, a juzgar por lo declarado por Duque, del lado venezolano; Tratamiento a los migrantes que en la historia fuimos más receptores pero ahora la tendencia es inversa, marcadamente; Problemas muy sensibles de seguridad nacional causados aquí por la presencia del ELN y disidentes de las FARC en Apure, Barinas, Amazonas y Bolívar, por lo menos. Sin contar su incidencia en los eventos de Barrancas en la salida hacia el Delta; Reactivación plena de la economía binacional; Reapertura de la comunicación aérea. Y, desde luego, restablecimiento de las relaciones diplomáticas interrumpidas.
Si Petro invita o no al gobernante venezolano a su toma de posesión el 7 de agosto, será una cuenta que debe sacar, poniendo en la balanza los sentimientos de su base más izquierdista con los intereses estratégicos del país que ahora tiene la responsabilidad de gobernar.
Ramón Guillermo Aveledo