«Superar a mi padre diciéndome que yo nunca podría llegar a ser nada,
es lo que me ha convertido en el megalómano que usted ve hoy».
Bono.
Recuerdan la expresión cogito ergo sum: ‘pienso, por tanto existo’; en igual sentido podemos afirmar; narcissist, ergo megalomaniac: ‘narcisista, por tanto megalomaníaco’. Y en el caso del coronel su narcisismo le deviene de su psicopatía, y su megalomanía de su narcisismo. Así podemos decir de él que es un narcisista con delirios de grandeza. Y sus rasgos megalomaníacos o su trastorno megalomaníaco forman parte de su personalidad conformada desde la infancia, la cual desarrolló plenamente en la edad adulta. No se trata de un trastorno o delirio pasajero como sería el caso del trastorno delirante megalomaníaco. Pues no, en su caso se trata de algo instalado en su personalidad, son rasgos o trastorno de personalidad megalomaníaca, porque el coronel tiene un concepto grandioso de sí mismo. Lo delirante y su temporalidad es lo que hace la diferencia entre ambas terminologías tan parecidas en su denominación que un lector desprevenido puede creer que se trata de una tautología.
El trastorno delirante megalomaníaco es temporal y el trastorno de personalidad megalomaníaca es más extendido en el tiempo, como extendida sea la circunstancia de ostentar poder como es el caso de este coronel felón. No cabe dentro de si este militar retirado con pecho de paloma como el alter ego del Dr. Merengue.
Es que además el síndrome de Hubris domina la personalidad del coronel psicópata, su megalomanía está unida a su ejercicio del poder en el que «no cabe en sí mismo», está hinchado, está inflado, y todo es un fárrago en el que se advierte un monstruo amorfo, y es por tal motivo que
individualizamos y caracterizamos sus trastornos y sus síndromes. Y en el caso del trastorno megalomaníaco de su personalidad él no lo considera como un problema pues está convencido de su grandiosidad y de su importancia insustituible en la institución o en el mundo, sugestionado y con una florida ideación de que su poder efímero y circunstancial no es tal, sino más bien permanente y vitalicio, para su mente atrofiada tal vez perpetuo. «No hay nadie mejor que yo, dice el coronel psicópata».
Pero este engendro, y se le llama así porque es un criminal, ladrón, sádico, pervertido, violador de los derechos humanos y agresor sexual. Desde los primeros vínculos con sus padres tiene muchas carencias y sufre de un grave sentimiento de inferioridad, que cubre con el ropaje de la megalomanía que le deviene de su narcisismo. Su aparente aplomo y seguridad no es más que un ardid de su mente para esconder sus carencias y su sentido de inferioridad. La ausencia de la figura paterna desde la niñez lo ha llevado a mostrar una imagen grandiosa de sí para obtener la atención de su padre y ello le ha devenido en una avidez enfermiza de notoriedad, con una necesidad de reconocimiento continuo en el que siempre quiere ser el centro de atención.
Es tan patológico su afán de protagonismo que escogió como profesión la de militar en donde puede desplegar su infladísimo ego que le permite impartir órdenes y que le obedezcan, y donde artificialmente recibe respeto que llena su narcisismo y se infla como un globo de helio. Es como el hombre que viola a una mujer y en fragor de la agresión sexual le exige a su víctima que le diga que lo ama y ella responde por miedo y no por amor que si lo ama. Así el coronel sacia su vanagloria aunque sepa que nadie lo respeta ni lo quiere, que no sean respuestas artificiales y obligadas por las circunstancias de la parafernalia de su contexto. El felón se auto engaña y se auto gratifica con ello en su onanismo mental.
Su extravagancia lo hace un histrión patológico, cuyas nosologías y miserias derrama inmisericordemente sobre la gente incauta, desprevenida que inocentemente está en el cruce de su camino y que ninguna falta ha cometido para soportar los embates megalomaniácos de este desalmado, psicópata primario. Podemos afirmar que la circunstancia de ejercer poder lo mantiene en la cresta de sus perturbaciones y con ello se enseñorea en su narcisismo donde el síndrome de Hubris lo delata y lo caracteriza en su trastorno megalomaniáco. Este coronel psicópata integrado, juega a ser Dios, pero a un Dios maleficio, tiene un orgullo patológicamente exagerado, es un hombre presuntuoso que alardea del poder que ostenta y se endilga un plus poder porque se siente impune e inmune, guapo y apoyado por sus compadres. Además causa daño a su entorno, especialmente a la institución que macabramente dirige e incluso a sus monos voladores que han perdido su dignidad y su autoestima como seres humanos, aunque ellos son los que apoyan al narcisista en su abuso contra sus víctimas porque son los socios del psicópata.
Ya de por sí el psicópata es mentiroso, engañoso y manipulador, y estas características también son propias del trastorno megalomaníaco de la personalidad. Solo imagínense qué desastre de persona es el coronel psicópata, que tiene tantos trastornos que se refuerzan entre ellos y constituyen las herramientas viles por las cuales el sádico que describimos ensortija para obtener sus fines ilícitos y criminales.
Este coronel engañoso, cuando se le contradice despliega agresión verbal y visible posicionamiento de agresión física en la que para intimidar mueve, arrastra o lanza objetos brusca y violentamente para imponerse como depredador. Está internalizada en el la mitomanía propia también del megalómano y que por sus múltiples trastornos la blande convencido de que todos creen sus mentiras.
Los psicópatas y los megalómanos como este coronel, comparten una serie de características, entre ellas la posesión de seguidores o monos voladores que son los propiciadores del abuso y la circunstancia de que creen que ellos son demasiado para el mundo que los rodea o para su entorno, se creen realmente que el mundo no los merece. Por su volubilidad e inestabilidad el coronel psicópata es una persona agresiva y peligrosa.
Y es que al coronel ‘pecho de paloma’, la megalomanía le deviene también de su psicopatía y por el ambiente que lo seduce en razón de los ingentes recursos económicos que ha obtenido con sus negocios ilícitos en la institución, vendiendo documentos sin que les preceda el cumplimiento de los requisitos para su expedición. Ha acumulado riquezas vendiendo bulas y cuantas vueltas le ha podido dar a la legalidad para corromperla y usarla como la alcahueta idónea para hartarse de billetes y de fortuna. Muchas circunstancias se suman a su megalomanía, al trastorno mental que implica delirios de grandeza, omnipotencia, poder y riqueza. Él se mimetiza, se cuela, se hace pasar por persona empática y realmente es un depredador social, un psicópata integrado, un narcisista, un idiota moral, un sádico, un megalómano. Al megalómano como a Hubris los sacian el poder, como al narcisista su idealizado encanto personal por el que clama que le rindan pleitesía y genuflexión porque es un Dios que los pobres mortales de su entorno no se merecen. Yo soy mucho para ustedes dice el megalómano narcisista coronel psicópata.
El coronel psicópata, megalómano alardea de una posición económica y social que refleja su frustración porque no la ha podido alcanzar por méritos y talentos, sino por deméritos, corrupción y amiguismo, donde el talento es la corrupción y el amiguismo su alcahueta compadrazgo. Y el coronel entonces, está inflado por ser el más ladrón y corrupto Jefe que ha pasado por la institución. Por supuesto que ha dejado huella, tal como la huella ecológica, por el daño psicosocial, el daño espiritual, el daño cívico y el daño ético que letalmente lo caracterizan, que por su psicopatía ha malogrado y pervertido a una institución, a sus fines y objetivos, a su visión, a su misión, y a su talento humano. Cuánto perjuicio inmerecido le ha hecho este coronel psicópata megalómano a la empresa y cuánta burla y ofensa le ha hecho a la sociedad. No hay derecho, ¡Vaya lacra! ¡Vaya parásito!
El coronel posee la convicción de que todo lo que piensa, dice o hace es grandioso. El propio “megalómano”, que desprecia a los demás y que se considera superior a todos debido a una egolatría sobredimensionada, un orgullo exagerado y una imagen de suficiencia de sí mismo».
Así se expresa «Yo soy imprescindible». Este es el coronel psicópata, su realidad, su circunstancia, su perfil psicológico/psiquiátrico, este es su alter ego.
«Conocer tu propia oscuridad es el mejor método
para lidiar con las tinieblas de otras personas».
Carl Jung.
Crisanto Gregorio León