Ante la reciente Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles, cabe preguntarse: ¿por qué Norteamérica pierde tiempo con el Sur del Hemisferio?
Mientras Putin ataca brutalmente a su vecina Ucrania, los mandatarios de EEUU y Canadá exhiben extraordinaria paciencia en horas de atención a nulidades como Alberto Fernández, payasos como Bolsonaro y Castillo, AMLO, y otros pigmeos que los detestan.
Ciertas realidades duelen. Tristemente, muchos latinoamericanos aún creen que EEUU necesita de sus países más que ellos a los del Norte, aunque los datos y la historia contradigan esa fantasiosa teoría.
Por otro lado, México aún resiente que hace unos 175 años los norteamericanos ocuparon amplias tierras que originalmente eran de ellos – pero la gran verdad es que desde 1850 la gente de California, Texas, Colorado, Arizona, Nevada y New México rara vez huye hacia el sur del río Grande: El flujo es siempre al revés.
Muchos en estas latitudes solo saben estar o a los pies o a la garganta de los norteamericanos: Otros resienten como se nos caricaturiza en el Norte; pero olvidan detalles como – por ejemplo – que el propio Getulio Vargas promovió el primer viaje a New York de Carmen Miranda, como emblema de Brasil. No sorprende, pues, que todavía aparecen gringos que creen que nuestras mujeres andan con un montón de bananos en la cabeza.
Un fuerte argumento contra la independencia de Cuba de España fue la terrible historia de Hispanoamérica a partir de 1830, y se promovió activamente ayuda norteamericana para liberarla. Cuando eso se logró de la mano de Estados Unidos, éstos crearon una cierta tutela para afianzar una democracia donde antes jamás la hubo.
Aquella intervención resultó el perfecto ejemplo de quien sale a redentor y termina crucificado. Cuba – privilegiada por décadas de protagonismo en Norteamérica – se volvió el emblema del más fanático odio hacia EEUU en todo el hemisferio.
Al final, lo que parece estar en el fondo del resentimiento es que muchos en Latinoamérica envidian a Norteamérica más por lo que ellos quisieran que sus propios países fueran – y jamás parecen lograr – que por cualquier agresión o maldad por parte de los yankis.
Quizás el Norte debería olvidar al colectivo regional y cultivar relaciones bilaterales apenas con gobiernos serios que realmente busquen acometer los retos de generar empleos productivos, reactivar las economías y reducir la pobreza para mantener la democracia. Por suerte, quienes odian y difaman ni falta que hacen. Y recordemos que el rencor hiere menos que el olvido, como diría Julio Jaramillo.
Antonio A. Herrera-Vaillant