#OPINIÓN ¿Los psicópatas no experimentan miedo o son unos cobardes? #1Jun

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«La cobardía tiene sobre el valor una gran ventaja:
la de encontrar siempre una excusa».
Albert Guinon

«Los psicópatas no experimentan sentimientos como temor o castigo, empatía con otra gente, simpatía por sus víctimas, vergüenza o remordimientos, que de forma natural inhiben la ejecución de los impulsos violentos», explica la autora del estudio, Sabine Herpertz, de la Universidad Técnica de Aquisgrán, en Alemania.

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Es definitivamente cierto que en la ejecución de sus delitos, los psicópatas no tienen ni escrúpulos, ni remordimientos, por lo que no tienen freno emocional. ¿Pero cuál es el comportamiento del psicópata al momento de querer evitar ser descubierto como autor de aquello que lo acusa y se encuentra con la posibilidad de alterar convenientemente los fundamentos que lo inculpan y en ese afán pretender que el público o los investigadores volteen la mirada hacia otro lado, mientras él se las ingenia para distraer la atención blofeando, a la vez que se permite hacer desaparecer las pruebas en un escenario donde se siente inobservado, pero con un hartazgo de estrés? ¿Acaso es también isométrica la conducta del psicópata en estas situaciones? ¿O hay psicópatas de psicópatas ? Pues sí, hay diversidad de comportamientos psicopáticos entubados en la misma maldad, corrupción, perversión y sadismo, y todos obedecen a un mismo esquema, depredar en sociedad.

En esta entrega, les hablaré sobre el comportamiento del coronel psicópata cuando se siente observado, donde como todo actor diabólico no se inmuta en la teatralización de negar o contradecir los crímenes o delitos que ha ejecutado en solitario o con la ayuda de sus monos voladores, y la otra arista donde manipula las evidencias de sus fechorías en el sitio o en el escenario del delito cuando siente que ha perdido el control y hay fuga de pruebas donde su responsabilidad penal y exposición es definitiva como autor, pero está convencido de proceder sobre seguro, de que nadie lo está viendo cuando obligado por las circunstancias no le queda de otra que destruir o contaminar la escena del crimen porque estarían a muy poco de ponerle los ganchos y hacerlo preso. En el caso del coronel psicópata, él se siente blindado por la complicidad de sus monos voladores y el valimiento de sus superiores que lo alcahuetean y la complicidad de su suplemento. El coronel psicópata se siente impune e inmune en la parafernalia de sus escenarios y así cualquiera no siente miedo en delinquir. Otro asunto es su cobardía que se materializa en sus actos deliberados de evasión de su responsabilidad en los crímenes que ejecuta.

El psicópata con público y el psicópata sin público en la deconstrucción de sus crímenes, ante lo que inhibiría un comportamiento agresivo, violento o desadaptativo en sus escenarios controlados y manipulados; y ante lo que implicaría esconder o borrar las huellas de sus crímenes o hacer desaparecer los rastros del cuerpo del delito ante la sospecha fundada de su autoría, creyéndose inobservado al momento de alterar los escenarios, impulsado por su instinto de sobrevivencia o de seguir en impunidad, porque lo están acechando pero no como él acecha a sus víctimas, en su caso serían la ley y la justicia. Podríamos hablar entonces del coronel psicópata al acecho sin miedo y el coronel psicópata con miedo al acecho. Los escenarios son distintos.

Entonces, al sentir que es inminente que se descubra su autoría en los crímenes ejecutados, sean de la naturaleza que fuera, y teniendo a la mano la posibilidad de borrar las huellas del cuerpo del delito en las que es el sospechoso número uno, el comportamiento del coronel es cobardón. La intensidad del miedo o el pánico es cuestión de calibración, que en el psicópata no es igual que en el resto de la gente normal que no tiene disminuida su materia gris en la parte prefrontal del cerebro como este depredador.

Aunque no demuestre tener miedo, tiene acobardamiento. Tiene cobardía al fracaso, cobardía a ser atrapado, cobardía de no conseguir lo que quiere, cobardía a ser visto tal como es, cobardía al abandono, cobardía a verse vulnerable, cobardía a verse inseguro, etc. Y de cobarde, muchísimo. Jamás dará la cara cuando se le enfrenta con la verdad, no puede hacerlo. O sigue mintiendo o se queda callado y no puede sostener la mirada. Además en una actitud cobarde, se comporta como la víctima.

Por supuesto, lo que en las personas empáticas, ordinarias o normales inhibirían de forma natural la ejecución de los impulsos violentos; ese temor o miedo al castigo que frena al común de la gente para no cometer fechorías; en el caso de los psicópatas no les produce sudoración ni turbación y con un característico allanamiento de sus emociones le echan bolas perversamente al delito, pero pendejos no son, se mantienen ocultos al no dar la cara o simular no ser capaces de esas atrocidades. «El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor». Francisco de Quevedo.

En la entrega titulada «El ataque de pánico del coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista»; les dibujé un episodio que protagonizó en el sitio de trabajo el coronel; y aunque estudios revelan la frialdad de los psicópatas al «no experimentar ni miedo, ni temor en la ejecución de sus crímenes», que se comportan con pasmosa frialdad en la comisión de delitos e incluso al saberse descubiertos o que puedan ser hechos presos porque la justicia y las averiguaciones les están pisando los talones, otros estudios concluyen que la experiencia del miedo no se ve afectada por completo en la psicopatía. De tal forma que cuando al saberse el centro de las incriminaciones y creyéndose solos o inobservados en la escena del crimen, pueden aún en libertad desarrollar comportamientos calamitosos que solo las cámaras o testigos estratégicamente camuflados logran captar y evidenciar en lo que dejan ver la alarma que sí sienten por conductas inculpadoras cuando incursionan presurosos a borrar las huellas o el cuerpo del delito. Los psicópatas sí entran en un estado de fingida tranquilidad, de pasmosa serenidad que no es tal, cuando atraviesan momentos de turbulencia en la que les preocupa su libertad y su vida. Lo que podríamos llamar, el fanfarronear del malandro. «Pocos cobardes conocen la magnitud de su miedo». François de la Rochefoucauld.

¿O sea, que el coronel psicópata no experimenta miedo cuando ejecuta sus delitos y la violación a los derechos humanos, pero si es un cobarde? La cobardía es la falta de valentía y esta nada tiene que ver con la falta de miedo. Sabemos que el coronel ni es valeroso ni tiene honor. En efecto, el miedo podríamos decir, que es una reacción natural, de propia conservación, que los individuos valerosos son capaces de superar cuando es necesario; pero que los psicópatas no experimentan miedo por no ser valerosos y por tener atrofiada su amígdala cerebral; y la cobardía es una actitud permanente que revela una derrota y una rendición total ante este fenómeno psiquiátrico de la psicopatía. Entonces, el coronel psicópata no siente miedo al delinquir, pero es un cobarde. Solo los cobardes y los hampones actúan sobre seguros. Y la cobardía del coronel le deviene entre otras peculiaridades porque teme a la exposición, no obstante ser un idiota moral.

«Cuando un jefe humilla a un empleado, o un hombre humilla a su mujer,
simplemente está siendo cobarde, o vengándose de la vida».
Paulo Coelho

Crisanto Gregorio León

[email protected]

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