“La plaga de las disfuncionalidades se esparce, avanza y destruye. Para esconder las disfuncionalidades, el régimen manipula abierta, grosera y descaradamente a la población mediante la propaganda y con herramientas de control social fáciles de otear”.
El viernes pasado no suponía que este tema lo desarrollaría en mi artículo para hoy. Las causas del cambio en la temática consistieron en una cadena de eventos, aislados entre sí para los terceros, pero no para mí, durante los días jueves y sábado. Tales eventos fueron subsecuentes a uno que ocurrió tres semanas antes.
Relato el primero que fue como la primera señal de alarma. Un querido y apreciado amigo llegó a Venezuela cuando tenía 11 años. Durante decenas de años se desempeñó en el área de la mecánica de mano y bajo la guía de sus mentores –muchos paisanos suyos- hasta convertirse en un técnico de mecánica de maquinaria pesada para la industria de la construcción. De allí incursionó en otras inversiones –tanto aportando su dinero como su industria- que también le resultaron satisfactorias.
Hace tres semanas me invitó a su oficina en un local que es hoy su principal actividad laboral para informarme que su última evaluación médica indicaba que su funcionalidad renal –ambos riñones- estaba en cerca del 12 % y disminuyendo y que no tenía otra opción que regresar a su país de origen.
Me relató la respuesta de su médico a su pregunta sobre cuáles eran sus opciones. El médico le contestó con otra pregunta “¿Tienes un millón de dólares?” a lo cual mi amigo respondió que no. Entonces –le dijo su médico- quedarte en Venezuela no es una opción. En tu país de origen tienes los medios, el ambiente, las capacidades, la tecnología y los servicios de salud necesarios para lograr la solución definitiva: un trasplante de riñón el acceso a diálisis durante la espera y a los medicamentos necesarios previos y posteriores al trasplante con la cualidad y ventaja que la seguridad social de tu país de origen te asegura la gratuidad de sus servicios.
Pensativo y cabizbajo, regresé a mi casa y durante el trayecto pensaba en el nivel de dolor que estaría experimentando mi amigo.
Retomé otra idea que he rumiado también sobre la existencia en la sociedad del área de intereses legítimos comunes y las burbujas. Intereses legítimos comunes son muchos y conforman los cimientos y las estructuras de una sociedad funcional: libertad personal, seguridad, defensa, administración de justicia, etc. Un interés legítimo común relevante para esta narrativa en particular de hoy es el área de la salud y de la asistencia social.
Mi amigo afectado por su insuficiencia renal se encontró a sí mismo transportado en segundos a un túnel negro y vacío, que es la manifiesta ausencia de cobertura en el área de salud y asistencia social. Pasó súbitamente de vivir en una burbuja imperfecta, a transitar por caminos duros de aceptar. Digo que era una “burbuja imperfecta” porque la burbuja le proporcionaba un modo y calidad de vida “aceptable” siempre que no enfrentara un serio problema de salud y, en su caso, la necesidad de tratamientos de diálisis y un trasplante de órganos. Diría que todas las burbujas son mucho más que imperfectas e insostenibles, pues sus integrantes juegan el juego de “a mí no me va a ocurrir”… hasta que ocurre.
El día jueves tuve la oportunidad de visitar fugazmente un centro de salud privado al cual hay que reconocerle la calidad de sus servicios e instalaciones. Me pregunté a mí mismo: ¿Quiénes, cuántos y a qué costo pueden beneficiarse de estos servicios? Muy bien para quienes sí pueden.
El día sábado tuve oportunidad de escuchar el relato en primera persona de una mujer especial. Se trata de Ana Carolina Benedetti, “buena gente buena” por derecho propio, así como lo fue su padre –Pierre Paul Benedetti- de quien mantengo viva su grata y alegre memoria. No debió haber sido fácil para Ana Carolina presentarse ante un público que desconocía cuál era su participación en ese estrado hasta ese instante. Bueno, por lo menos, yo no lo imaginaba.
Ana Carolina relató su experiencia personal, su vida, sus vivencias, sus esperanzas y el final del proceso para un trasplante de corazón para su segundo hijo, Pierre Paul Pacanins Benedetti, órgano que no apareció a tiempo y que fue causa de una decisión muy dura que hubo de tomar: retirar a su hijo de la lista de espera para optar al trasplante de un corazón. Y es que su salud se había deteriorado a tal nivel durante la espera por el órgano que ya para ese momento el final trágico sería inevitable con o sin trasplante. Su nobleza llegó al punto de decir que “ella no iba a quitarle el corazón a otro niño que sí tuviera probabilidades reales de sobrevivir”. En ese momento, la humedad en los ojos y el nudo en la garganta que sentía me desconcertaron, para encontrarme nuevamente atento cuando nos explicó el porqué de su relato: para que la audiencia se colocara, por un instante, al menos, en el puesto de un paciente que requiere de un trasplante y asentara en la bitácora de sus convicciones personales que el tema de los trasplantes de órganos pertenece a ese tipo de consideraciones y necesidades ubicadas en el nivel superior para cualquier ciudadano.
De las intervenciones de sus predecesores en el uso de la palabra – Lucila Cárdenas de Velutini e Ibrahim Velutini, directores de la Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela, ONTV- había quedado claro que los trasplantes en Venezuela están suspendidos desde hace cinco años. El 1 de junio de 2017, el régimen suspendió las actividades del Sistema de Procura de Órganos y Tejidos de Venezuela (SPOT) y luego apartó de sus labores humanitarias a la Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela. Supuestamente, la suspensión debía durar hasta el mes de septiembre de 2017 pero pasó 2017 y los años siguientes y todavía hoy el Sistema de Procura de Órganos y Tejidos de Venezuela sigue suspendido.
Sí, estamos viviendo en burbujas mucho peores que muy imperfectas y no queremos verlo. La plaga de las disfuncionalidades se esparce, avanza y destruye. Para esconder las disfuncionalidades, el régimen manipula abierta, grosera y descaradamente a la población mediante la propaganda y con herramientas de control social fáciles de otear. Las reacciones son varias y todas muy malas. Unos ya admiten que tienen que pactar con el régimen, otros, que prefieren incorporarse a las burbujas de otros, descansar y divertirse, y otros rumian en silencio que incorporarse a las actividades de corrupción es la nueva vía. ¿Y, ante tanta propaganda y razonamientos, al menos para el área de salud y asistencia social, se han preguntado o averiguado cuál es la sanción específica y concluyente impuesta por los EE. UU. que imposibilita los trasplantes en Venezuela?
Dios guarde a V. E. muchos años.
Luis Alejandro Aguilar Pardo
Twitter: @Nash_Axelrod