Es imposible imaginar hasta dónde llegará el desarrollo de una idea que logra ser plasmada en una realidad concreta. Veamos el invento del cinematógrafo, el primer hijo de la fotografía. En varios lugares, inventores, investigadores, curiosos y empíricos intentan lograr la fotografía en movimiento, o mejor expresado, fotografiar el movimiento…Y de quien sabe cuantos intentos fallidos, los hermanos Lumiere, ciudadanos franceses, logran las primeras escenas: “Obreros saliendo de una fábrica”. Breves minutos en blanco y negro de peronas salindo por un portón, a la calle. Sin sonido alguno. Compárese esa breve escena muda con cualquier producción cinematográfica moderna, de alguno de los géneros desarrollados por el cine en una historia que apenas inicia su segundo siglo de vida.
Más esa visión comparativa debe también observar que esa curiosidad técnica para abrir nuevas ventanas al entretenimiento, se ha transformado en una actividad de múltiples aristas, a cual más significativa. Una poderosa industria que moviliza millones de dólares y equipos técnicos de punta a cabo por todo el mundo, cuya calidad en muchas de sus producciones ha llevado a considerarla como el “Séptimo arte”. Por último y probablemente lo más importante; un instrumento usado como poderosa herramienta de penetración cultural, de venta de valores pragmáticos de felicidad basada en satisfacer necesidades materiales.
Por otra parte las consorcios corporativos, aprovechan las fortalezas del gran entretenimiento para vender absolutamente todo cuanto les viene en gana, y conviene a sus intereses; en particular todo tipo de tecnologías, casi siempre la que va camino de obsolescencia por desarrollo de nuevas versiones más avanzadas. En resumen se usa el poderoso agente de influencia de la imagen sumado a un discurso abiertamente manipulador –pero además, también hay que decirlo – estructurado con una inteligencia aguda y crítica al mismo tiempo, a objeto de atar económica y financieramente a los países que consideran terreno orbital propio de su área estratégica de influencia, hoy día una lucha feroz de cuchillo entre los dientes, contra el decidido empeño del dragón amarilllo de aumentar su área de VENTAS.
Vale ahora por lo menos esbozar algunos comentarios en torno a valores técnicos y artísticos de algunos films, particularmente destacables por alguna escena, un toque genial del guionista, de la musicalización, o una de esas actuaciones especialmente notables de tantos monstruos de la actuación: Los intensos Jeremy Irons, James Mason, Brandon y Anthony Quinn, manio z< man en Viva Zapata, Cualquiera de por lo menos diez escenas de ese monumento fílmico llamado “De aquí a la eternidad”: Burt Lancaster quebrando sobre una mesa una botella de cerveza y enfrentar al gordo carcelero. El beso en la playa de Lancaster y Deborah Kerr. La maestría incomparable del toque de silencio (en este caso bien llamado toque de Oración) en homenaje a la muerte de Maggio. Detallemos, la profunda y sentida elocuencia musical de Harry James –trompetista excelso— la doliente y dramática actuación de Monty Cliff en el doblaje, con lágrimas en los ojos fluyendo sin esfuerzo desde lo más hondo del corazón humano y el encuadre fotográfico de una plasticidad sublime, cual el más perfecto fotograma de un Figueroa…y contemplando la escena desde su oficina el Sargento Mayor, con el alma arrugada hasta el infinito, pero sólido, impertérrito, una de las férreas columnas del ejército. Una baja, un accidente más en la vida del soldado.
Apocalipsis now es otro ejemplo de filmes con escenas que valen todo el boleto. O ese epítome de la comedia conocida aquí como “Una Eva y dos adanes” Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon, bajo la dirección de un especialista del género, Billie Wilder.
Aunque sea a vuela pluma no podemos dejar de citar el cine europeo y el latinoamericano. Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, España, Suecia y ahora Polonia, tienen sus monstruos, grandes divas y directores legendarios. Sería muy mezquino de nuestra parte nombrar a tres o cuatro colosos y dar por cerrado el asunto, igual sería con el cine latinoamericano o con el nuestro. La mejor solución será dedicar otros trabajos posteriores a un repaso más amplio y justiciero. Queda prometido y a la espera.
Pedro J.Lozada