En el presente ensayo vamos a aplicar el método iconológico, creación del historiador del arte y filósofo alemán Edwin Panofsky (Estudios sobre iconología al óleo del año 1922 realizado por el conocido y aclamado pintor venezolano Tito Salas que representa al héroe de la Independencia de Suramérica General Pedro León Torres (1788-1822), obra pictórica que realiza por encargo de unas notables damas de la ciudad de Carora, Venezuela. Panofsky crea en la década de 1930 un esquema de división filosófico y propone para ello tres categorías o niveles de significado en la imagen visual. Veamos:
Los tres niveles panofskianos
lº) Al primer nivel le da Panofsky el nombre de preiconográfico; allí se produce el reconocimiento de la obra en su sentido más elemental y expresivo. Es una interpretación primaria de lo que se ve. En la pintura de nuestro interés observamos un personaje central que ocupa casi toda la tela del óleo, un hombre que a todas luces es un militar de rango elevado, reconocible por sus charreteras, en una posición desafiante y un tanto histriónica, con un arma de fuego muy larga blandiéndola en su mano izquierda, acaba de apearse de su caballo, pues luce largas y negras polainas con espuelas calzadas, su rostro bronceado de hombre joven revela un ceño fruncido, la boca adornada con negro bigote luce apuñada, ojos que miran hacia su derecha como hacia el horizonte, presenta largas y negras patillas; tras de él se ve un grupo de siete personas de sexo masculino, colocados en segundo plano en actitud de apacibilidad, cabizbajos, situados al borde de un terreno bastante y peligrosamente inclinado que casi no se percibe sino con esfuerzo en el cuadro de Tito Salas.
El fondo de la composición pictórica es una monumental montaña coronada con nieve, y, más abajo, un cúmulo de nubes. Las direcciones de las sombras entre las piernas del militar venezolano muestran un momento de atardecer; en el piso del cuadro se puede observar con cierta dificultad la sombra reflejada de una persona que parece tenuemente concernida en la escena, el momento que representa el cuadro del pintor caraqueño.
2º) El segundo nivel es el iconográfico. En él se aborda el significado convencional o secundario de la obra. Se trata de adivinar los contenidos temáticos. No es un estadio sensible, sino inteligible, ya que hay que recurrir a la tradición cultural, personificaciones, alegorías y símbolos, por lo que debemos acudir a las fuentes literarias. De allí que en la pintura analizada identificamos un tema propio de la nuestra abundante iconografía de la Guerra de Independencia continental: se trata de un momento en una campaña militar que se escenifica en un vivac en la inmensa cordillera de los Andes suramericanos, en las fronteras entre Colombia y Ecuador. Un militar arroja al piso su sable, al que ha partido en dos y se ve abajo a la izquierda de la composición, al tiempo que en su mano izquierda sujeta un arma de fuego tan alargada como antigua.
3º) Llegamos de esta manera al tercer y último nivel panofskiano, el nivel iconológico o iconografía en sentido profundo, pues es una interpretación del significado intrínseco o contenido de una obra. Se busca el significado inconsciente, tal como lo entiende Seguismund Freud, que se esconde detrás de la intención de Tito Salas, creador de esta escena pictórica. El objetivo de la iconología no es otro que el de desentrañar los principios de fondo que revelan la actitud básica de una Nación, un período, una clase social, una creencia religiosa o filosófica condensada en una obra pictórica.
El militar del óleo es el joven caroreño y venezolano General Pedro León Torres (1788-1822), quien momentos antes de la escena pictórica ha recibido dura reprimenda del General Simón Bolívar por interpretar de manera equivocada unas órdenes militares durante la Campaña del Sur, lo que el Libertador interpreta como cobardía, según sostiene su biógrafo Luis Oropeza Vásquez (Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, 1974) , pues es inminente el sangriento y fatal encuentro armado de la Batalla de Bomboná (7 de abril de 1822) que resultó ser una horrorosa carnicería. Bolívar, enojado, le arrebata el mando de la división, a lo que Torres responde airadamente y sin mostrar abajamiento alguno: “si no sirvo como General, serviré como soldado” y al proferir estas palabras lo hizo arrebatando el fusil a un soldado (que no aparece en la pintura de Tito Salas). Bolívar, conmovido por aquel desafiante gesto, le devuelve el mando al General Torres, lo que sin embargo será su sentencia de muerte, pues recibirá en Bomboná heridas mortales que le provocan la muerte tras larga agonía de cinco meses en la población colombiana de Yacuanquer (22 de agosto de 1822) en un hospital militar de los realistas. Muere el General Torres como prisionero de guerra a los 34 años de edad.
Hay en el cuadro de Salas tres aspectos que nos llaman la atención. El primero tiene que ver con que el General Torres tiene la boca cerrada, cuando las fuentes históricas revelan que fue en esa ocasión intenso cruce de palabras entre los dos iracundos jóvenes militares venezolanos. El segundo, es que nos llama la atención que los siete soldados del cuadro no parecen prestarle atención a la disputa que protagonizan dos de sus altos jefes, y están como adormilados haciendo la digestión de los ranchos, lo que fue motivo de la disputa entre los generales Bolívar y Torres. Y el tercero, que no es menos llamativo e intrigante: el Libertador no aparece en el óleo sino como una sombra reflejada en el piso de la pintura, lo que nos parece como cierto rebajamiento de la figura cimera del genio continental americano que es el Libertador Simón Bolívar que comete Tito Salas en su cuadro, pintado por encargo caroreño hace ya una centuria.
El óleo del pintor Tito Salas sobre el General Pedro León Torres
Esta extraordinaria obra pictórica requiere ser declarada a la brevedad Patrimonio Cultural de la Nación venezolana. Ocupa un lugar inapropiado en el Salón de Sesiones de la Cámara Municipal de Torres, en Carora. Se encuentra en estado de lamentable e imperdonable deterioro, pues hasta tres escupitajos de chimó pudimos apreciar en él. Su autor, Tito Salas (1887-1974), es una de las glorias del arte pictórico venezolano, a la altura de Juan Lovera o Arturo Michelena. Se forma en la Academia de Bellas Artes de Caracas y en la famosa Academia Julian, en París, Francia. Es el autor de La lección de Andrés Bello, Boda de Bolívar, Juramento en Roma, Terremoto de 1812, Batalla de Araure, Emigración a Oriente, Paso de los Andes, Mi delirio sobre el Chimborazo, Retrato ecuestre del Libertador.
En el cenit de su prestigio pictórico recibe Salas el encargo en 1922 de realizar un cuadro sobre el héroe de Bomboná, en ocasión del Primer Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres. El encargo procede de un grupo de mujeres notables de la ciudad de Carora pertenecientes al “patriciado caroreño”.
Alfredo Boulton dice que “Tito Salas es el primero en mostrar cierto tipo de postimpresionismo, pero que abandona al dedicarse al relatar la vida del Libertador”. Conoce Tito Salas las vanguardias pictóricas europeas de principios de siglo XX, dice Mariano Picón Salas, como los fauves, pero le habrían parecido “locos”, por sus manchas de color y su poca idea del dibujo. Tito Salas, sigue diciendo el merideño, quiere volcarse a la pincelada directa, en brusca y coloreada descarga anímica. Y lo mismo podríamos decir del cubismo de Picasso y Braque, que había hecho irrupción con el cuadro Las damas de Avignon (1907), Tito Salas los ignora por completo y se mantiene en el siglo XIX anterior a Paul Cézanne (1839-1906), padre el arte moderno.
A propósito de los logros conseguidos de Tito Salas, dicen Simón Noriega y Roldan Esteva Grillet, que “en la iconografía del Héroe de Caracas”, existe una relación dada la “estrecha amistad con el historiador bolivariano Vicente Lecuna”. Lecuna que había sido encargado de asesorar los trabajos de restauración de la casa natal de Bolívar, le encomendó a Tito Salas la labor de decorar los muros del inmueble con algunas escenas de la vida del Libertador. La historiografía reseña que para 1913 año de este encargo, Salas se traslada a París y comienza a realizar estas obras que concluirá en el año de 1931, obras que se conocen bajo los títulos La Emigración a Oriente, El matrimonio de Bolívar y María Teresa, La Expedición de los Cayos, El terremoto de 1812. Al concluir este trabajo, Salas habría recibido el encargo de los murales del Panteón Nacional que culminará en 1942. Tito Salas, hacia el fin de su vida, se retiró a su casa colonial de Petare siguiendo un trabajo intenso en obras de mediano y pequeño formato; se señala que para el año de 1970, cuatro años antes de su muerte, pintó para «La Casona», en Caracas, una obra titulada Los causahabientes.
Quiere decir que el pintor caraqueño ha ganado justa fama y reconocimiento de los venezolanos y se encuentra en el zenit y esplendor de su iconografía heroica, cuando en 1922 se le encomienda realizar óleo del héroe de la Batalla de Bomboná por un grupo de damas caroreñas.
No entendemos por cuál razón no se encomendó la realización del cuadro al óleo del General Pedro León Torres al reconocido por entonces artista caroreño Julio Teodoro Arze (1868-1934), a quien se le ha valorado como seguidor del insigne pintor valenciano Arturo Michelena. Quizás sea porque estaba en 1922 fuera de la ciudad de Carora, ora por su excéntrica e irreverente conducta. O puede ser también que las matronas caroreñas hayan visto con horror y estupefacción su cuadro El Purgatorio, óleo donde coloca maliciosamente a su esposa y familiares consumiéndose entre las llamas de este tercer lugar de la geografía del más allá, distinto al cielo y al infierno, según sostiene Jacques Le Goff. Este cuadro fue arrojado por un sacerdote ignorante al mismo cesto de la basura en la década d 1960. Habrá que investigar.
Carora 1922: Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres
El Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres es acompañado por la primera Exposición Regional de 1922, evento que se transforma posteriormente en Ferias de San Juan Bautista de Carora, un interesante y curioso proceso. Es el legado de la filosofía cientificista del Positivismo comteano y spenceriano que impronta tardíamente en esta remota localidad del semiárido larense venezolano de principios del siglo vigésimo.
Lo primero que debemos destacar es que estamos asistiendo en 1922 a la conformación de la Idea de Nación, la construcción de héroes, de patriotas y de ciudadanos, tal como escribe Reinaldo Rojas. Sucede que el héroe de la patria de los caroreños es el desgraciado General de División Pedro León Torres, fallecido en 22 de agosto de 1822 en Yacuanquer, Nuevo Reino de Granada, Colombia, tras recibir heridas mortales en la Batalla de Bomboná en 7 de abril de 1822. Este patriota participa en la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar. En ella participa otro notable patriota caroreño, el General de División Jacinto Lara, pero es el General Torres quien atrapa un sentimiento muy marcado del pueblo que lo vio nacer en 1788. Ello se debe a su trágica muerte acontecida cuando apenas contaba con 34 años de existencia, y al hecho de que sus restos mortales aún no han sido repatriados.
Pero hay una coincidencia cronológica que es preciso destacar: es que el nacimiento del General Torres, el 25 de junio, coincide con la realización de las fiestas patronales de san Juan Bautista de Carora. Ello quiere decir que allí se produce lo que el Cronista Alejandro Barrios Piña llama un sincretismo cultural que une la antigua tradición religiosa católica a la tradición de la Patria en vías de conformación.
El busto del General Pedro León Torres en la Plaza Bolívar de Carora.
Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del héroe de Bomboná. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó hasta 1930 el sitio que le correspondía al Padre de la Patria Simón Bolívar, esto es la Plaza Mayor o Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino en una plaza distinta, situada a cuatro cuadras al Este de la Plaza Bolívar. Ello revela el enorme sentimiento que los caroreños profesan hacia el desgraciado general Torres, muerto en la primavera de la vida muy lejos de su amada ciudad del tórrido semiárido occidental venezolano.
De modo pues que las Ferias de San Juan de Carora tendrán como inicio el evento patriótico y nacionalista que se vincula a la tradición del catolicismo en la antigua ciudad de san Juan Bautista el Portillo de Carora. Se trata de lo que llama Reinaldo Rojas la construcción de un universo simbólico de mitos y representaciones sociales, es el nacimiento de la “religión de la Patria”, imbricada indisolublemente a la religión católica que implantó el español desde el siglo XVI en estas remotas geografías del semiárido occidental venezolano.
Es en este momento de reafirmación de lo nacional venezolano cuando las notables damas caroreñas encargan en 1922 el óleo del General Pedro León Torres al reconocido pintor caraqueño Tito Salas, el más grande exponente de la “pintura de historia” en la época de Juan Vicente Gómez. Pintura que tuvo y ha tenido hasta el presente gran aceptación popular y entre los círculos oficiales.
Luis Eduardo Cortés Riera