Todo lo que se ha ido descubriendo posterior al haberse contagiado con la COVID-19 es nuevo, pues al principio solo se sabían las consecuencias básicas de la enfermedad, en cuanto al sistema respiratorio, complicaciones cardiovasculares y otras condiciones.
Sin embargo, en el tiempo se ha ido observando en Europa y Estados Unidos que al menos un 30% de las personas, presentaron la condición de la COVID-19, comienzan a tener síntomas neurológicos, comenta Arturo Alvarado Pisani, doctor en Ciencias Fisiológicas y Médicas, con estudios de Postdoctorado en Bioquímica Cerebral.
Destacó que uno de los aspectos a considerar es el cognitivo, en el cual a las personas les cuesta más prestar atención y concentrarse en las tareas diarias.
También, refiere el estado de ánimo de las personas donde reflejan padecer de fatiga crónica y sentirse más triste de lo normal. Una situación que motivó a empezar a estudiar los casos que iban llegando.
Mayormente en mujeres
El principio de la evaluación del paciente es su aspecto cognitivo, es decir, entrevista con psicólogos, psiquiatra y neurólogos. Luego se procede a realizar una evaluación bioquímica del cerebro mediante resonancia magnética por medio de una aplicación llamada espectroscopia dado que la enfermedad produce estrés oxidativo e inflamación que podrían identificarse con esta metodología.
Alvarado dijo a través de Radio Fe y Alegría Noticias, que en varias evaluaciones han visto que hay elementos que se han ido agotando, como pequeños aminoácidos en el cerebro que son neurotransmisores y sustancias que controlan la bioenergética del cerebro.
El 65 % de los casos se presentan en las mujeres y un 35% de los casos en el hombre, una situación que han estado investigando desde el punto de vista endocrino, para si tiene alguna relación con las hormonas sexuales.
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Según un nuevo estudio de la Universidad de Oxford, publicado en la revista The Lancet Psychiatry, reportó a partir de los registros de salud electrónicos de más de 236.000 pacientes afectados por la COVID-19 que al 34 por ciento se le había diagnosticado una afección psiquiátrica o neurológica en los seis meses posteriores a la infección con el coronavirus.
La interpretación no es sencilla
La depresión podría ser la consecuencia de la COVID-19 per se o bien el resultado de la soledad, el aislamiento, la claustrofobia, el temor a infectarse, al sufrimiento y a la muerte, tanto propia como de los seres queridos así como el dolor tras el duelo y las preocupaciones económicas como resultado de la pandemia.
“La depresión clínica es un trastorno del estado anímico en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un período de algunas semanas o más. Igualmente cambia la forma como el cuerpo trabaja. Es causada por variaciones en los neurotransmisores cerebrales alterando así la neuroquímica del cerebro. La afección puede empezar durante o después de un hecho doloroso en su vida”, sostuvo el especialista.
Afirmó, que en el cerebro se producen alteraciones en los marcadores que indican cómo está la integridad de la neurona, cómo se encuentra la síntesis del neurotransmisor GABA o Ácido gamma-amino-butírico (iniciales en inglés), lo cual puede generar cambios en la excitabilidad neuronal del cerebro de cada paciente.
“Este procedimiento es de mucha ayuda para saber si la persona tiene deficiencia de glutamina, ácido glutámico y taurina, entre otros”, agrega.
Equipo multidisciplinario
El experto recomendó trabajar con un equipo multidisciplinario; entre quienes deben estar un psiquiatra o neurólogo, radiólogo, farmacólogo, bioquímico, nutricionista y psicólogo.
Alvarado Pisani forma parte del equipo del Centro Diagnóstico Docente, CDD Las Mercedes, dirigido por Wilson Mourad, médico especialista en vías digestivas.
“Quien realiza la espectroscopia, presenta al psiquiatra opciones terapéuticas como modificaciones metabólicas o nutricionales para que al seleccionar el antidepresivo pueda tener mayor probabilidad de éxito desde el punto de vista farmacológico”, expresó Alvarado Pisani quien además forma parte del equipo del Centro Diagnóstico Docente, en Caracas.
“Puede suceder, que el psiquiatra prescriba fármacos como escitalopram, venlaflaxina, fluoxetina, paroxetina o sertralina, esperando que el paciente responda en dos o tres semanas, pero –dijo-, si el ambiente bioquímico del entorno celular al cual debe llegar el fármaco no está en condiciones adecuadas, probablemente va a fracasar en su acción antidepresiva, lo cual hace que se entre en una suerte de ensayo y error, de cambiar un antidepresivo por otro y que el paciente no mejore sustancialmente”.
Enfatizó, “no se van a sustituir las drogas que farmacológicamente se usan para esta afección. Solo tenemos que estar conscientes de que a la hora de prescribir, hay que saber si el paciente tiene su entorno bioquímico neuronal receptivo para que esa molécula pueda hacer efecto”.
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