El acto de batear, fase de ataque del popular juego del béisbol, considerado uno de los actos deportivos más difíciles de realizar, parece estar camino de incrementar sus obstáculos y dificultades. Se observan intentos de sumarle nuevas dificultades. En primer término es un hecho el incremento del staff de lanzadores, así como la tendencia de cambiarlos con mayor prontitud apenas den señas de fallar su control, perder velocidad o permitir contactos ganadores.
Hace poco tiempo dediqué un comentario de la gaveta al tema del bateo. Aproveché la ocasión para explicar lo más técnicamente posible la estructura de este juego, el deporte de equipo más complicado de entender para un neófito. Ahora repetiré algunas explicaciones, añadiré otras y comentaré los números estadísticos que va dejando la campaña de José Miguel Cabrera.
En los deportes de equipo la estructura es muy simple. Cada contendor defiende un campo y se propone vulnerar el ocupado por el contrario, lo que realizará si introduce un testigo (puede ser una pelota, balón, disco, etc); en un espacio particular del campo de juego, delimitado por unas marcas o algún dispositivo, o área no cubierta por el defensor. Al lograr tal cometido se anota un número de puntos según las reglas y normas del juego. El equipo ganador es el que obtiene mayor número de puntos.
El diseño del béisbol es más complejo y nada fácil de entender si le comparamos con otras competencias de estructura más simple. Por otra parte el béisbol tiene reglas muy particulares. Por ejemplo, no admite el empate como resultado, por lo que se han dado casos de juegos que doblan el tiempo normal sin decisión.
En el béisbol como en todo juego, gana el equipo que acumula el mayor puntaje, llamadas carreras en este deporte y con la característica de poder obtenerlas mediante fórmulas muy diversas, incluidas las que se obtienen por “robos” como parte de varias jugadas que culminan en carreras anotadas.
El aspecto más curioso de este juego es el tiempo, limitado por reglamento a nueve ocasiones de ataque, a su vez complementadas con igual número de turnos en defensa del campo, común a los dos equipos, pero distinguido por las funciones que cumple. Uno va al ataque y el otro defiende. Al concluir las oportunidades del atacante, sea cual sea el resultado, pasa a defender. Nada raro. El punto clave o epicentro de la estructura de este juego aparece con el modelo de uso del tiempo de ataque. El dictador Cronos lo delimita pero no por su ritmo iso-mecánico. Introduce la variante de sujetar el límite a la productividad que obtenga el atacante de la regla en juego. Así la ocasión de ataque cesa cuando el defensor deja fuera de juego tres hombres. Mientras esta condición no se cumpla, la fase del juego en que se encuentren ambos contendientes se mantendrá abierta. El defensor tratando de evitar las carreras del atacante, y este haciendo el esfuerzo de conseguir más con cada hombre al bate.
Otra característica peculiar del juego es que sus reglas favorecen de forma muy abierta las tareas de la defensa. Por lógica hacen más duras las oportunidades de quien ataca. El equilibrio está dado por la igualdad del número de oportunidades, tanto de ataque como defensa para cada equipo y por la calidad, eficiencia y rendimiento de cada jugador. Veamos las ventajas que se dan a la defensa y las dificultades que enfrenta el atacante. El bateador al ataque tiene tres oportunidades para dar una conexión, que puede ser tomada por la defensa y ponerlo fuera. Vale citar para quien no conozca el juego, que la defensa del campo la ejerce todo el equipo, nueve hombres. En cambio, ataca un hombre por vez.
Respecto al duelo particular entre lanzador y bateador hay mucho por hilar. Dijimos que el bateador tiene tres oportunidades para conectar, si falla las tres queda fuera, Cuántas oportunidades tiene el lanzador para fallar, quedando sus lanzamientos fuera de la llamada zona de strike? Cuatro ocasiones o fallas, llamadas “bolas malas” le conceden al atacante una base.
Otro caso en el campo de lo subjetivo, pero ventaja al fin. El lanzador sabe el lanzamiento que usará en cada ocasión de su duelo con el bateador. En cambio el jugador al bate, debe adivinarlo. El lanzador de acuerdo con su receptor escoge de su repertorio un lanzamiento. Curva que puede ser “sinker” (bajando); “slider” deslizante o curva de afuera. La recta (piedra en el argot) de la que hay dos y hasta tres variantes. Además del tipo de lanzamiento puede escoger a que sector de la zona lo va a dirigir. Un maestro del control llamado Conrado Marrero –años 40 y dele del siglo pasado— entrenador de lanzadores en Cuba, insistía en que el pitcher dominara por completo la zona de strike en sus nueve sectores. A fuera, centro y adentro de cada nivel: alto, centro y bajo, para escoger donde iría a “romper” el lanzamiento. Por último el plus de lanzar a velocidad de trabajo normal o el llamado cambio, un lanzamiento al que restan fuerza y velocidad hasta en seis o siete millas por hora. Un amplio menú para escoger y usar, mientras que el bateador ignora el emplatado en que le servirán la pelota a “comer”. Debe adivinar.
El hecho definitivo es que lo normal y corriente es que los mejores bateadores fallen siete veces de cada diez y son considerados estrellas del espectáculo. Muchos elementos conducen a estos resultados y además de lo citado y comentado tenemos factores tan determinantes como la distancia desde el montículo de lanzamiento, hasta el plato detrás del que se ubica el receptor y al lado el bateador, un recorrido muy breve, apenas 60 pies (18,4 metros) que al restar el alcance de la mecánica de lanzamiento del pitcher (donde su mano suelta la pelota) baja la distancia hasta unos 17,5 metros o algo menos.
Tan breve distancia a velocidades que van desde 85 millas por hora, algunos cambios bajan a velocidades aùn menores, hasta lanzamientos a 102 millas /h (Aroldis Chapman. Cerrador de los Yankees de NY). dejan apenas un suspiro de libélula para que el bateador decida que hacer, realizar el swing y alcanzar la pelota con el debido ángulo de ataque y la suficiente fuerza para lograr un buen contacto, que al fin y al cabo no garantiza nada pues ese contacto sale virtualmente a ciegas. En pocas ocasiones el bateador puede darle la dirección deseada, que de todos modos encontrará ocho guantes dispuestos a capturarla y hasta nueve si se suma el receptor.
El dominio del lanzador es tan marcado, que tocó extremos increíbles el año 1968, cuando Dennis Mc Lain ganó 31 juegos y el campeón bate de la Liga Americana, Carl Yastremky, (figura cimera del juego y Hall of Fame) fue el único, repito, el único jugador en la liga sobre 300 puntos de promedio y Campeón Bate del año, exactamente 301.
En consecuencia de semejante degollina realizada por los lanzadores, el comité técnico de la Liga recomendó disminuir la altura del montículo de lanzar y reducir la zona de strike aspectos que favorecían en alto grado el dominio de los lanzadores.
No obstante medidas de ese tipo y las avances en los entrenamientos y el monitoreo de las campañas por computadora, sigue siendo evidente el dominio del lanzador. Es normal y corriente que el buen jugador titular del llamado béisbol mayor promedie solo entre 250 y 260 puntos por temporada. Con 400 puntos de promedio, fallando solo seis veces de cada diez eres considerado un extraterrestre y solo muy pocos jugadores lo han conseguido y eso en el pasado. El más alto promedio fue de 426 puntos, logrado por Napoleón Lajoe, que bateó otras dos veces sobre 400. Notable lo hizo también Roger Hornsby, apodado el Rajah, quien conectó tres veces sobre 400 puntos y tiene el segundo promedio de bateo más alto de por vida con 358 puntos, tres menos que el primero, Tyrus Raymond Cobb. El último gran toletero en alcanzar la meteórica cifra fue Ted (Teodoro Samuel) Williams con 406 puntos en 1941, hace 81 años. Todo un prodigio, el campeón bate de la Liga alcanzado a mayor edad, 41 años.
El promedio de por vida, cifra que dice mucho de la calidad de un bateador, en casos de jugadores estrellas de gran trascendencia como Carl Yastremky, el penúltimo triple coronado antes de Josè Miguel Cabrera, fue de 286 puntos. Y otro Hall of Fame como el gran Mickey Mantle, bateador ambidextro de kilométricos jonrones tanto a la zurda como a la derecha, y tricoronado del año 1956, promedió de por vida 290 puntos.
Batear en forma lo más productiva posible ha sido siempre el reto por excelencia de los jugadores de béisbol. Un aspecto de alto valor es su consistencia. Batear bien temporada tras temporada, constante. No una campaña buena y dos regulares, una excepcional y después tres malas.
Los registros de José Miguel Cabrera le anotan en el reducido grupo de los muy grandes al bate. De este extraordinario toletero venezolano, maracayero del Barrio La Pedrera, citaré algunos aspectos de su calidad, distintos de los tantas veces repetidos después de alcanzar el tope de 500 jonrones. Cabrera, tiene doce temporadas sobre 300 puntos, no consecutivas por haber caído en la quinta a 292 puntos de promedio y 127 carreras remolcadas. Inició su demostración de gran bateador con la segunda campaña en la que promedió 294 puntos y remolcó 112 carreras. Pocos se han detenido a observar su poder remolcador, su consistencia y regularidad. Veamos algunos números y ciertas comparaciones. Desde su segunda temporada completa empalmó once campañas sucesivas impulsando más de cien carreras, luego agregó otra más, para doce en total. Al pasar de los 3000 hits, 600 dobles, 500 jonrones y más de 1800 carreras impulsadas pasa a integrar un exclusivo grupo de siete jugadores con tales logros; H. Aaron; A. Rodríguez; Albert Pujols; Willie Mays; Rafael Palmeiro; Eddie Murray y J. Miguel Cabrera. Anotamos que Rodríguez y Palmeiro, están cuestionados por el uso confeso y comprobado de esteroides. De tan elitesco grupo de excelsos bateadores, Cabrera es el único Triple coronado. Vale señalar que son 33 los jugadores que han alcanzado los 3000 hits o más, de un total que anda en +/_ 22 mil hombres desde la fundación de la Liga nacional, hace siglo y medio. En cuanto a la triple corona del bateo, es aún de mayor dificultad su obtención. Solo la han obtenido 15 superestrellas del pasatiempo. Seis en la Liga Nacional, dos veces el Rajah Roger Horsnby. En la Liga Americana han conquistado la hazaña nueve jugadores, Ted Williams dos veces.
E l último triple coronado en la Nacional fue Joe Medwick en 1937. En la Americana el año 2012 cuando José Miguel Cabrera se convirtió en el jugador Número 15 en la historia de las G andes Ligas en obtener la triple corona del bateo, habían transcurrido 45 años desde la obtenida por Carl Yastremsky.
Un detalle más de la triple corona del marciano aragüeño. Cabrera es el tercero con más impulsadas después de Jimmy Foxx y Lou Gherig. Supera en el renglón a los otros seis: Nap Lajoe, Cobb, Williams, Mantle, Robinson y Yastremsky. Un año después, temporada del 2013, estuvo a punto de repetir la triple corona. Toda la campaña estuvo adelante, cómodo, en promedio e impulsadas, pero tres o cuatro jonrones debajo de Criss Davis.
Hasta dónde llegará nuestro destacado paisano?
Pedro José Lozada