A los venezolanos nos tocaron tiempos difíciles de vivir. Nuestro país quedó destruido por culpa de un grupo que se ha aferrado al poder a través de la violencia y el miedo, ocultando con mentiras la terrible crisis humanitaria que ocasionaron y sin importarle el daño que causan al resto de personas. Merecemos un cambio político que nos traiga oportunidades y calidad de vida.
El régimen endeudó al país y agotó nuestras reservas internacionales con su mala administración y corrupción, modelo que también destruyó la producción de PDVSA. Los últimos años la pobreza aumentó hasta llegar al 94% de la población y la inflación es tan alta que el salario no alcanza para las necesidades básicas.
Esta realidad tan dura de vivir y tan difícil de asimilar, nos arrebató hasta las ganas de soñar en tener una mejor vida y un mejor futuro. ¿Cómo sueña una madre con darle la mejor educación y el mejor futuro a sus hijos cuando solo puede pensar en que el dinero no le alcanza para cubrir las necesidades del día a día? ¿Cómo podemos aspirar a vivir en una nación con derechos y libertades si nuestra principal preocupación es comprar comida y pagar facturas? Las esperanzas de gran parte de la población se desvanecen como polvo en el viento, dando paso a los más terribles miedos que aparecen cuando el dinero escasea.
La salud es parte de la pesadilla sostenida que enfrentamos. Con hospitales sin insumos para funcionar correctamente, es el ciudadano quien debe costear todo lo que se necesite para poder ser atendido en un centro de salud. El miedo a enfermarnos convive con todos los venezolanos. Es desgarrador leer sobre las muertes que se producen en el país por falta de insumos, además de las cifras de enfermedades como el dengue, sarampión y malaria que han aumentado en todo el país. Es una injusticia terrible tener que decidir entre comer o pagar las medicinas para un tratamiento médico.
La crisis general de servicios que sufrimos, originada por la falta de inversión y corrupción en las empresas del Estado, es el remate de las preocupaciones. Los hogares venezolanos pueden durar días y hasta semanas sin electricidad, agua, gas o internet, haciendo más difícil el sobrellevar cada día.
La lucha por la democracia y la libertad nunca será una causa perdida. Aunque la economía haga padecer los bolsillos de la mayoría, haciendo que ese sea el centro de nuestro pensamiento, con cada protesta, cada espacio que ocupamos, cada denuncia y exigencia que hacemos contra las injusticias es un acto de presión que hace temblar los cimientos del régimen.
Ante quienes se creen capaces de intimidar al pueblo con la violencia y doblegar su espíritu con desesperanza, las voces unidas que claman por la libertad nunca serán calladas, sin importar cuantos atropellos cometan. Los sueños por un mejor futuro, uno sin agobios económicos, hospitalarios y sociales, en el que tengamos más opciones que preocupaciones, todavía son posible. Nuestra voluntad será siempre más poderosa que la opresión con atrocidades e injusticias.
Stalin González