#OPINIÓN ¿Cambiamos el juego? #20Mar

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En días recientes he enviado por las redes sociales mensajes que reportan la recuperación económica que está ocurriendo desde principios de 2019, cuando el gobierno de NM liberó los precios, el cambio, la circulación de las divisas y bajó los aranceles. Este proceso, aunque lento y con resultados modestos, tiene cada vez algo más de impacto positivo sobre la población. Por lo que también coincide y he reportado que los resultados de las Encuestas Omnibus Nacional de Datanalisis muestran mejoras en la percepción de la Situación País, aunque siga en negativo. La Situación Personal mantiene un balance positivo, entre 52 y 58%, desde hace casi un año. Lo mismo ha pasado con la evaluación de gestión de NM, la cual sigue muy baja, pero ha subido de 12 a 20% en un año, pasando del sexto lugar en el orden de aprobación de los líderes políticos nacionales (gobierno y oposición) a ser el menos mal evaluado de todos ellos. En la Encuesta Multisectorial Empresarial de Escenarios Datanalisis los resultados son más alagüeños: todos los sectores dicen que están mejor que hace un año y esperan estar mejor aún en los próximos doce meses.

Cuál es mi sorpresa, que, si bien he recibido comentarios positivos por reportar lo que estamos observando y que esas mejoras nos benefician a todos, otros comentarios no sólo manifiesten su incredulidad sino que son hechos con descalificaciones e insultos personales, tales como “¿Y cuánto te pagaron?” Es decir, que no basta manifestar un desacuerdo sino que hay que asesinar moralmente al otro, a pesar de que estos cambios positivos los están reportando decenas de fuentes económicas nacionales e internacionales y varias encuestadoras nacionales en cuanto a la opinión pública.

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Este tipo de experiencia me recuerda otras observaciones en las cuales uno constata la existencia de interlocutores que no les importan los hechos, lo observable, sino que los rechazan si no concuerdan con lo que ellos quieren. Esta posición no sólo es inmadura sino que pasan de no reconocer la realidad a descalificar y a dudar de la calidad moral del otro que te dice lo que no quieres oir, pasas de inmaduro a tener una posición “yo estoy bien, tú estás mal”, propia de los extremismos religiosos o ideológicos. Recordando esto, a su vez, que de esos fundamentalismos salen asesinos, como vemos en las noticias mundiales.

Este tipo de actitudes coincide con la deplorable evolución de los regímenes políticos en la Venezuela republicana: Han sido 13 regímenes desde la Independencia hasta la fecha y todos los cambios de uno a otro han sido violentos, con la excepción del cambio entre el Pacto de Punto Fijo y el régimen chavista. Todos los cambios han sido un “quítate tú pa’poneme yo”. Todos han perseguido a los gobernantes salientes. Todos han prometido cumplir con las promesas que los anteriores no cumplieron. Ninguno las ha cumplido. Todos han gobernado en función de una máxima: la concentración del poder político. Por lo que todos se han caracterizado por la desconfianza y la exclusión de los grupos no gobernantes, el clientelismo, la corrupción y la ineficiencia. Ninguno ha podido erradicar la pobreza. Por supuesto, todos han fracasado.

Es decir, que siempre hemos cambiado a Quién Gobierna, pero nunca hemos cambiado el Cómo se Gobierna. El afán de ver las cosas y de hacerlas cómo yo digo, de excluir y descalificar a los demás no solo tiene visos de inmadurez sino también de una gran violencia, moral, social y hasta física. Lo peor es que esa violencia es preludio de que se repita la deplorable historia de los regímenes políticos de Venezuela.

No vamos a mejorar la situación por cambiar a quien manda sino cambiamos cómo manda. Eso no se logra negando sus pocos logros sino reconociéndoselos para que “tome nota” y siga cambiando. ¿Ud. se imagina lo torcido y estúpido (dícese de “persona o animal que muestra torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas”) que es no reconocer que un marxista-estatista, como NM, haya liberado los precios, el cambio, etc. y esté negociando con los EE.UU. las sanciones a cambio de petróleo y esté devolviéndole a la banca la capacidad de prestar dinero, revirtiendo la medida con la cual ha podido quebrarla? Entonces si, en vez de reconocerle sus pocos logros y el gran esfuerzo moral de poner de lado sus principios ideológicos inservibles, se le niega cualquier cambio y mejora, cómo se puede esperar que tome nota y cambie el juego?

Estas reflexiones se pueden resumir en una invocación a que nos demos la oportunidad de jugar otro juego. Estamos acostumbrados al ajedrez, emblemático de Occidente, y que consiste en acabar con el otro, o sea, en darle “jaque mate”. Me pregunto, si no será mejor ensayar a jugar el juego emblemático del Oriente, llamado en China, Wei Chi, y por los japoneses Go. Este juego consiste en ir poniendo fichas en un tablero para ocupar más espacios que el otro y el que lo logre gana; pero eso no quiere decir que el vencido muera ni que se quede sin nada. En la sociedad moderna, plural por excelencia, la pregunta clave no puede ser quién tiene la razón, sino cómo nos ponemos de acuerdo.

José Antonio Gil Yepes

@joseagilyepes

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