La corrupción de las instituciones públicas es uno de los mayores males que padecen los países en la actualidad, ya que, debilita el accionar de las instituciones, malgasta los bienes del Estado y en consecuencia, disminuye la calidad de vida de las personas. Muy para nuestro pesar, en Venezuela conocemos de primera mano los grandes daños que la corrupción pueden causar. Durante más de dos décadas el régimen ha utilizado el dinero del Estado para enriquecer sus bolsillos y financiar sus intereses políticos, causando como consecuencia la gran emergencia humanitaria compleja que vivimos día a día.
La mala administración del régimen ha devastado por completo los servicios básicos del país, la electricidad, el internet, el gas y el agua. El servicio de agua potable, por ejemplo, se encuentra en una situación crítica, afectando gravemente la vida de los ciudadanos del país. Así, por falta de inversión y poco mantenimiento, la estructura que transporta el agua a los hogares de los venezolanos se encuentra deteriorada y en el abandono. Sin duda, su estado es mucho peor que en 1999. Por si fuera poco, el régimen que tanto afirma haber realizado construcciones durante todos estos años, solo ha dejado un gran número de obras inconclusas que funcionan a medias o de plano no funcionan, porque el dinero de esas obras fue a parar al bolsillo de unos pocos.
Acorde a los datos del Observatorio venezolano de servicios públicos, en 2021 el 65% de los venezolanos calificó al suministro de agua como deficiente. Estos números tienen sentido ya que, según las estadísticas de la Fundación Agua sin Fronteras, el 82% de los venezolanos no tiene un suministro de agua potable de manera continua. La situación es tan deficiente que en casi nueve de cada diez hogares almacenan agua para prevenir las fallas. Lamentablemente, muchas regiones y sectores del país pueden durar días y hasta semanas sin su suministro.
Por culpa del régimen, gozar de agua potable en los hogares es un privilegio que pocos venezolanos se pueden permitir, cuando en realidad es un derecho del cual todos deberíamos gozar, lo que ha llevado a los venezolanos a modificar sus rutinas y hasta su alimentación para poder adaptarse al pésimo estado en que se encuentra la estructura de este servicio.
A nuestro país le urge que alcancemos un cambio político que permita el regreso de la democracia y la reconstrucción del Estado. Si queremos recuperar los servicios básicos para que todos podamos gozar de ellos, es necesario dejar atrás la corrupción y la mala administración, para que los funcionarios públicos trabajen para el beneficio de los venezolanos. El cambio que queremos es posible, pero debemos actuar desde ya para lograrlo. Necesitamos unidad y organización para alcanzar nuestra ansiada meta. Vivir mejor es factible y podemos lograrlo.
Stalin González