El papa Francisco, recordado por su cercanía con los desheredados, los migrantes y las víctimas de las guerras, fue despedido este sábado 26 de abril en una emotiva ceremonia en el Vaticano, seguida por millones alrededor del mundo.
Una despedida multitudinaria
Unas 400.000 personas abarrotaron la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación para rendir homenaje al primer pontífice latinoamericano, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años. La multitud, llegada de todos los rincones del planeta, reflejó el profundo afecto que Francisco generó entre los fieles con su personalidad cálida y cercana.
La ceremonia contó con la presencia de delegaciones de 148 países, incluidos 50 jefes de Estado y de gobierno, además de representantes de diversas casas reales.
La emotiva homilía del cardenal Re
El encargado de oficiar la misa fue el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien destacó en su homilía el legado de Francisco: su lucha contra la cultura del descarte y su defensa incansable de la cultura del encuentro.
Entre los momentos más emotivos, Re recordó los viajes del Papa a Lampedusa en 2013 y a la frontera entre México y Estados Unidos, donde Francisco clamó por «construir puentes y no muros», en alusión a las políticas migratorias restrictivas. Su discurso, profundamente humano y político, fue recibido con un prolongado aplauso por parte de la multitud.
La llegada solemne del féretro a la plaza
Poco después de las 10:00 horas (local), el féretro de Francisco fue trasladado a hombros de los sediarios pontificios desde la Basílica de San Pedro hasta la plaza, seguido por los más de 200 cardenales del Colegio Cardenalicio.
El sencillo ataúd de madera revestida de zinc, elegido personalmente por Francisco, fue colocado frente al altar, adornado únicamente con un libro del Evangelio abierto y un cirio encendido. Un profundo silencio invadió la plaza, seguido de un sentido aplauso de los casi 200.000 fieles presentes.
Una procesión histórica por las calles de Roma
Al concluir la misa, el féretro fue llevado en procesión hasta la Basílica de Santa María la Mayor, donde descansarán los restos del pontífice. Adaptado en el papamóvil, el ataúd recorrió los seis kilómetros entre las dos basílicas, atravesando lugares icónicos como el Foro Romano y el Coliseo.
Miles de personas se congregaron a lo largo del trayecto para despedirse, mientras las campanas de la Basílica de San Pedro resonaban y unos 3.000 voluntarios asistían a los peregrinos.
Con esta histórica ceremonia, el mundo rindió homenaje a un Papa que, fiel a su deseo de ser recordado como un humilde pastor, dejó una huella imborrable en la Iglesia y en millones de corazones.