El mundo católico contiene la respiración ante la inevitable pregunta: ¿qué sucede cuando el Papa fallece? Más allá del duelo global, se despliega un protocolo meticuloso, una coreografía ancestral que guía a la Iglesia Católica en la transición hacia un nuevo liderazgo.
El primer acto recae sobre los hombros del Camarlengo, el cardenal Kevin Farrell, actual custodio de esta tradición. Tras la confirmación médica del deceso, Farrell se adentra en la capilla privada del Pontífice, donde tres veces pronuncia su nombre de bautismo. Luego, el silencio sepulcral que sigue sella el destino.
Después, el anillo del Pescador, símbolo del poder papal, es destruido, y el apartamento pontificio, sellado. La Santa Sede anuncia al mundo la partida del líder espiritual.
Tras el anuncio del fallecimiento, un féretro sencillo, de madera y zinc, acogerá los restos del Pontífice. La Basílica de San Pedro será testigo de un funeral, donde miles de feligreses dirán adiós al pastor de su rebaño.
Sede Vacante y el Cónclave
La muerte del Papa inaugura el período de Sede Vacante, un paréntesis de 15 a 20 días que culmina con el cónclave, la elección del nuevo Sumo Pontífice. Bajo la bóveda de la Capilla Sixtina, los cardenales menores de 80 años se encierran, aislados del mundo, para elegir al sucesor de Pedro.
No hay campañas, ni pancartas, solo votos secretos y la implacable búsqueda de los dos tercios necesarios. Las papeletas arden tras cada votación, y el humo que escapa por la chimenea vaticana se convierte en el lenguaje universal de la espera. Humo negro: la elección continúa. Humo blanco: «Habemus Papam«.
Cuando el elegido acepta el cargo, el decano del Colegio Cardenalicio anuncia al mundo la buena nueva desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. El nuevo Papa, ataviado con las vestiduras pontificias, imparte su primera bendición, un gesto que cierra el ciclo y abre un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica.
Este es el protocolo, la hoja de ruta que guía a la Iglesia en uno de sus momentos más trascendentales. Una tradición que se renueva, adaptándose a los tiempos, pero manteniendo intacta su esencia: la continuidad del legado de fe y liderazgo que define al papado.