“Porque hay un solo Dios, y un solo intercesor entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1Tim. 2:5
Cada año cuando se acerca esta fecha en nuestro país y en gran parte del mundo cristiano, que llaman Semana Santa, siento en mi corazón la necesidad de repetir las conclusiones que los estudios médicos han hecho con relación al tipo de muerte que sufrió nuestro Señor Jesucristo. Como escritor, escribidor, columnista o viejo necio como me dicen a veces algunos de mis ancianos hermanos, no puedo dejar pasar el momento para traer esta importantísima información que además es pública y con carácter si se quiere científica también. En estos 50 años que pronto en el mes de Mayo voy a cumplir como columnista del DECANO DE LA PRENSA NACIONAL El Diario EL IMPUSO. En mis últimos 30 años no he dejado de tocar este tema que hoy me ocupa. No puedo dejar de decir, para llamar a reflexión, lo injusto de algunas estructuras religiosas que minimizan la adoración a quien murió una horrenda muerte desviándola hacia otro lado y con ello a sus seguidores. ¡Error!
“De trece a dieciocho centímetros de largo, afilados hasta la punta, eran los clavos que los romanos usaban en la crucifixión. Se clavaban por las muñecas y no en la palma de la mano como algunos piensan. Atravesaba el nervio mediano, el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo, por lo cual produce un dolor similar al que uno siente cuando se golpea accidentalmente el codo y se da en ese huesito (en el nervio llamado cúbito)” Fuente Internet. Imaginen tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio…, así era el dolor que Jesús experimentó cuando era clavado en la cruz. Al romper ese tendón y por tener sus muñecas clavadas, fue obligando a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.
“Pero antes, fue brutalmente azotado. Por lo cual tal vez no valoramos en su justa dimensión cuando buscamos intercesores ante el Dios Padre. “El soldado romano usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas bolas provocaban moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás golpes. El látigo también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente. La espalda quedaba tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos. Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas y las piernas. Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante. Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos a quien miraba tan triste escena.
Aquel, que murió en estas condiciones es a quien sustituimos hasta quitarle la investidura de ser Uno con Dios Padre y Espíritu Santo. Amigos, en toda situación debemos mirar siempre a la cruz del calvario para que veamos que nada de lo que pueda pasarnos se compara con lo que sufrió nuestro Señor y solo a él debemos adoración y obediencia. “Porque hay un solo Dios, y un solo intercesor entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”1Tim. 2:5. ¡Crean por favor…! Nadie podía tomar ese puesto, ni puede, porque Dios así lo había y lo ha establecido. Por cuanto nadie sufrió lo que ÉL sufrió para perdón de nuestros pecados y darnos la Salvación y La Vida Eterna.
Mis amigos, tan insoportable era el dolor que sufrió nuestro único Salvador y Redentor, que literalmente no existían palabras para describirlo, por lo cual se tuvo que inventar una nueva palabra: EXCRUSIANTE”. Fuente Internet Hasta el próximo artículo Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez
