Aunque la tradición de abstenerse de consumir carnes rojas y blancas durante la Semana Santa sigue firme entre muchos venezolanos, cumplir con esta tarea no es fácil en un contexto económico marcado por la precariedad del salario y el alto costo de los alimentos.
La opción por excelencia durante estas fechas, el pescado, se mantiene como una alternativa simbólica y cultural, pero difícil de alcanzar para gran parte de la población.
En los mercados populares de Barquisimeto, productos como el bagre y el babo se ofrecen a 1.200 bolívares Bs por kilo, mientras que el chigüire, también muy solicitado en esta época, alcanza los 1.400 Bs. Estos precios contrastan abismalmente con el salario mínimo vigente en el país, que se mantiene en 130 Bs mensuales, según cifras oficiales.
Para adquirir un solo kilo de bagre o babo, un trabajador con salario mínimo necesitaría más de 9 sueldos completos. En el caso del chigüire, la cifra sube a casi 11 veces el ingreso mensual. Esta situación pone en evidencia la desconexión entre el poder adquisitivo del venezolano promedio y el costo de los alimentos tradicionales de la Semana Mayor.
Compradores buscan alternativas
A pesar de ello, los ciudadanos buscan alternativas o se ingenian maneras para mantener viva la costumbre. En algunos casos, las familias optan por comprar en menor cantidad, dividir gastos entre vecinos o adquirir pescados más económicos como sardinas.
“Es una tradición que no queremos dejar pasar, pero cada año se hace más cuesta arriba”, comenta Clara Peña, madre de tres hijos que asiste al mercado del centro de Barquisimeto. “Este año solo podremos comprar medio kilo de pescado entre varios”.









Los vendedores, por su parte, aseguran que especies como el babo siguen siendo de las más buscadas, pese al incremento de precios. La demanda se concentra especialmente entre el Jueves y el Viernes Santo, cuando se intensifica la práctica religiosa de abstinencia.