“…Un santo, fundamentalmente, es un ejemplo de vida. Es una persona común y corriente, de carne y hueso, como todos nosotros que, por asumir y practicar determinadas conductas y valores, conmueve e impresiona a los que lo rodean y conocen…”
Jorge Puigbó
En mayo del 2021, escribimos un artículo: “Venerables, beatos y santos”, el cual, fundamentalmente, constituye la base para este escrito, en él hacíamos un recuento de quienes en Venezuela habían sido paradigmas públicos de santidad y por ello la Iglesia Católica los había declarado beatos, en ese entonces no teníamos ninguna persona elevada a la santidad. Un santo, fundamentalmente, es un ejemplo de vida. Es una persona común y corriente, de carne y hueso, como todos nosotros que, por asumir y practicar determinadas conductas y valores conmueve e impresiona a los que lo rodean y conocen. Es la categoría máxima a la cual la Iglesia Católica puede elevar a una persona y ésta, no necesariamente tiene que ser un monje, un anacoreta, abandonar el mundo para refugiarse en la oración y en una religiosidad a ultranza, al contrario, pareciera que los más queridos y venerados, por el común de las personas, son los que se entregan al servicio de los demás y a la vez respetan y practican los principios cristianos fundamentales. Es importante señalar que las personas elevadas a la categoría de santos solamente se veneran, en ningún caso se adoran.
La razón fundamental de escribir nuevamente sobre el tema es la de divulgar algún aspecto sobre la vida de estas personas y acerca del procedimiento que se aplica para su canonización y todo ello se debe a que, el Papa Francisco firmó este 28 de marzo, los decretos elevando a santos a tres personas y autorizó al Dicasterio para las Causas de los Santos para promulgarlos. Entre los nuevos santos está la beata venezolana Carmen Rendiles.
Venezuela tiene varios ejemplos de estos seres privilegiados que están en vías de ser reconocidos como santos, ellos son los beatos María de San José y Candelaria de San José, por cuanto ya Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández han sido declarados santos. Asimismo, se tienen que mencionar a los venerables Emilia de San José, Marcelina de San José y Tomás Morales Pérez. Para que todos ellos sean elevados a la categoría de santos tienen que darse condiciones de tiempo, de profundas investigaciones y la constatación, sin lugar a dudas, de hechos considerados por una comisión, creada especialmente para ello, como extraordinarios, sobrenaturales y provenientes del ejercicio de la fe que tengan los creyentes en él postulado. El proceso señalado se denomina canonización y existe desde el siglo XVIII, fue instituido por la Iglesia para evitar que, en la escogencia se acogieron elementos que no eran deseables, o se desecharon otros importantes y asimismo se lograra la máxima transparencia, se desarrolla en cuatro etapas a saber: la primera la constituye la postulación como Siervo de Dios por ante la llamada Congregación para las Causas de los Santos, organismo de la Iglesia que estudia los casos y determina si reúnen los requisitos necesarios, si es así, se procede a continuar con el proceso. En la segunda fase los testimonios de fieles e instrumentos referidos al postulado tienen que ser exhaustivamente examinados y la nombrada Congregación designa a un experto como relator del proceso, quien elaborará un documento basado en el cual el Papa podrá dictar un “Decreto de Heroicidad de Virtudes” mediante el cual queda consagrado como venerable.
El tercer paso amerita que se compruebe sin lugar a dudas la realización de un milagro ocurrido por la intercesión del ya declarado venerable. Este hecho sobrenatural generalmente se refiere a curaciones de personas gravemente enfermas y amerita que los médicos no le consigan, al hecho, ninguna explicación posible por métodos científicos. Por otra parte, tanto el beneficiado con la curación, como las personas que lo rodean deben suministrar constancia de su fe en el siervo de Dios y su solicitud de intercesión. Si quedan comprobados estos extremos la Congregación elaborará el decreto correspondiente mediante el cual con la aprobación final del Pontífice se le nombrara beato y se procederá a la celebración litúrgica en la fecha en la cual se fije.
Por último, el procedimiento concluirá con su designación como santo, de cumplir el nominado beato con todos los requerimientos y se haya comprobado, además, la existencia de un segundo milagro realizado después de su beatificación. Culminado todo este proceso, el Papa dictará el Decreto de Canonización y tendremos un nuevo santo, que pasará a formar parte del santoral de la Iglesia, por estar autorizado su culto público.
Por creer interesante que se conozca un poco más la obra realizada por los, actuales, dos beatos venezolanos, compartimos un brevísimo resumen biográfico, a la espera de su canonización:
1. María de San José. Nació el 25/4/1875, fue bautizada en la Iglesia Parroquial de Choroní con el nombre de Laura Evangelista Alvarado Cardozo. Una vida dedicada, desde joven, al trabajo en hospitales y asilos de huérfanos. El 22 de enero de 1901, el Padre López Aveledo funda con ella y otras monjas la Congregación de las Hermanas Agustinas y la designan superiora, cargo que mantuvo hasta 1960. A la hora de su muerte en 1967 el balance de sus fundaciones era: catorce hospitales de caridad; dos antituberculosos, un leprocomio, dos albergues para mendigos, once centro socio-educativos (orfanatos-escuelas) dos casas maternas y una escuela nocturna para domésticas, una obra a todas luces impresionante. El 7/5/1995 el Papa Juan Pablo Segundo la beatifica.
2- Beata Candelaria de San José. Su nombre era Susana Paz Castillo Ramírez, nació en Altagracia de Orituco, Guárico, Venezuela, el 11/8/1863. El 31/12/1910 fundó oficialmente la congregación de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia, Monseñor Felipe Neri Sendrea, confirmó a la madre Candelaria como superiora general. Gobernó la congregación durante 35 años, desde su fundación hasta 1937. Murió el 31/1/1940. Benedicto XVI firmó el decreto de su beatificación el 6/6/2007.
“Un Santo es aquel hombre, o mujer, que ha sido distinguido por alguna tradición religiosa como consecuencia de sus presuntas relaciones especiales con las divinidades y también por haber sido en vida un ejemplo de entrega y solidaridad para con su prójimo…” Atribuida a Teresa de Calcuta”.
Jorge Puigbó
Jorge Puigbó