La obra El dilema de América Latina. Estructuras de poder y fuerzas insurgentes (1978) fue otro de los libros que nos impresionan durablemente. Escrito por el antropólogo, pedagogo, novelista y político brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997), fue llamado el Federico Engels latinoamericano por el muy ambicioso trabajo El proceso civilizatorio, de la revolución agrícola a la termonuclear, 1968, un panorama de vastos alcances sobre la evolución sociocultural de la vida de la humanidad sobre la Tierra a lo largo de los últimos 10 mil años, la historia de la humanidad es una historia de las revoluciones técnicas, cabe destacar que tocó la revolución electrónica e informática, entonces en ciernes y que hogaño parecen dominantes en extremo.
De acuerdo con Ribeiro, escribe Andrés Kozel (Darcy Ribeiro y el concepto de civilización, Cuadernos Americanos, 2018, págs. 145-169), las civilizaciones viven su destino, alcanzando “clímax de autoexpresión”; luego decaen, para sumergirse por lo general en “regresiones feudales”; sobre sus ruinas, suelen levantarse civilizaciones nuevas. De mantenerse dentro del mismo proceso, la sucesión de civilizaciones reitera el tipo de formación sociocultural; solo en el cuerpo de un nuevo proceso, fundado en una nueva revolución tecnológica, puede advenir “otro tipo” de civilización. La prioridad asignada al nivel tecnológico es rotunda. No nos queda menos pensar qué hubiese dicho Ribeiro de la Inteligencia Artificial, imitación de la inteligencia humana, de nuestros días y del aparecimiento del capitalismo informático o capitalismo digital o de la vigilancia, un concepto aparecido apenas dos años después de la muerte de Ribeiro en 1997. Tendría que sin lugar a dudas haber reescrito El proceso civilizatorio.
Ribeiro fue capaz de decir que Brasil (El pueblo brasileño. Pág. 265), una provincia de la civilización occidental, una nueva Roma, una matriz altiva de la civilización neolatina. Mejor que las otras porque lavada con sangre india y sangre negra, tiene una misión universalista: menos que enseñar europeizadas, enseñar al mundo a vivir más alegre y más feliz. América Latina, un pueblo mestizo y tropical en busca de su destino, abierto a todas las razas y culturas, es la comarca más bella y luminosa del Universo. Apenas es necesario decir que pensamos tras leer a Ribeiro en el filósofo mexicano José Vasconcelos y su providencial ensayo La raza cósmica, obra de 1925, y su poderosa frase: Por mi raza hablará el espíritu.
Siempre nos pareció un verdadero portento que un suramericano tuviese una mirada tan omniabarcadora de la historia humana en su totalidad, abarcando todas las culturas. En esa obra que trata de vencer la óptica eurocentrista, nos habla de los grandes bloques culturales, uno de los cuales sería América Latina.
Vivió en el exilio durante 12 años. En Caracas cierta vez lo conocimos en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela cuando da a conocer su libro La universidad necesaria (1969). Eran los años de la Reforma Universitaria inspirada en el Mayo Francés de 1968. Fundó en 1952 el Museo del Indio y desde allí se le considera padre de la cultura indígena brasileña. Fue ministro de educación y cultura en 1962 y 1962; promovió la combinación de la educación formal con la educación no formal; fundador de la Universidad de Brasilia y su primer rector. El golpe de estado de 1964 contra Joao Goulart, lo envía al exilio al Perú de Velasco Alvarado y a Chile de Salvador Allende. En 1976 fue amnistiado y volvió a su país.
Junto al antropólogo nordestino Gilberto Freyre, autor de Casa grande y senzala, el pedagogo y filósofo Paulo Freire (Pedagogía del oprimido), el sacerdote Leonardo Boff (El doloroso parto de la Madre Tierra), el historiador Ciro Cardoso (Historia económica de América Latina), es sin lugar a dudas Darcy Ribeiro uno de los grandes pensadores brasileños y universales.
Despidamos este breve ensayo con uno de sus más conocidos planteamientos, tomado de la revista Nueva Sociedad, 1984: La mayor amenaza que pesa hoy sobre la humanidad – amenaza que, felizmente, no es fatal ni inevitable – es, pues, la de sumergirse, todavía más, hasta el agota miento, en una era de hambre e idiotización. Todo esto para que los pueblos ricos gozan su riqueza acumulada y reactiven una civilización obsoleta, sin causa, sin misión ni apetito que no sea el de enriquecerse. Su última conquista será el endurecimiento de sus corazones y su sordera para, así, poder asistir impávidamente a la muerte por inanición de la humanidad.
Luis Eduardo Cortés Riera