“…Alessandri Duguin, reconocido filósofo y geopolítico, perteneciente al partido Eurasia, calificado por algunos de neofascista, es el máximo reformador, propagador y defensor de estas ideas y expresa: “Nunca hemos sido ‘normales’ y nunca lo seremos. ¡Rusia será grande, única, radiante, absoluta, paradójica, misteriosa, salvadora o desaparecerá!”
Jorge Puigbó
En otras oportunidades nos hemos referido a un país que siempre fue enigmático. Oscuro, aislado y frío, más cerca del polo norte que del Ecuador, siempre parecía dormir un eterno sueño invernal hasta que, repentinamente en alguna mañana, despertaba dispuesto a llevar a cabo sus sueños de grandeza y en esas oportunidades produjo graves pesadillas al mundo, aunque en su descargo debemos decir que no fue el único país europeo en hacerlo. Su propia conformación geográfica, cabalgando sobre dos continentes, fue un factor que contribuyó a la complejidad de su alma, algunas veces se sentía europeo y en otras sufría la influencia de su lado asiático, ese inmenso territorio que se explayaba más allá de los montes Urales, congelado, inhóspito y salvaje, cuya frontera, en una época no muy lejana, se extendía por el oriente hasta el estrecho de Bering y más allá, incluyendo una porción importante de Norteamérica.
Controlar, aproximadamente, la décima parte de la superficie de la tierra lo constituye en el país más grande de la tierra y, aun así, no pareciera estar satisfecho con su tamaño. Sus ansias de territorio forman parte de sus planes, de su estrategia, de su política exterior, y esto produce constantes preocupaciones en los catorce estados con los cuales comparte límites. Su nombre, Rusia, proviene del eslavo Rus, vocablo utilizado por sus primeros habitantes llamados Varegos, que no eran otra cosa que grupos de Vikingos provenientes de Escandinavia los cuales fundaron, de acuerdo a la opinión mayoritaria, la Rus de Kiev, una especie de federación de tribus eslavas, incipiente núcleo que se transformaría, con el paso de los siglos, en un estado. Es así que, cientos de años después, a través de un largo proceso de consolidación nos encontramos con la “Madre Rusia”, “Rossíya-Mátushka», personificación de la patria rusa, un estado que ampara una población cercana a los 144.000.000 de habitantes sobre un territorio de unos 17.125.191 km², lo cual da como resultado una densidad poblacional de 8,40 habitantes por kilómetro cuadrado, en comparación los EE. UU. tienen 36 y China 146.
Hoy, estamos oyendo discursos de líderes europeos tratando de justificarse, de profundizar el deslinde de la Unión Europea con Rusia, remachando su condición de europeos e insinuando que Rusia no lo es tanto, como si se tratara de otro continente, haciendo a un lado la historia compartida y la geografía, lo cual, por decir lo menos, sería un grave error histórico. La Rusia europea posee 3,96 millones de km2, el mayor país de Europa. La Historia es, si no una maestra, por lo menos nos sirve de ayuda memoria. Un paradigma del pasado ilustra y recuerda un proceso de amor y desamor entre estados, se trata de la llamada “Triple Entente”, la unión impulsada por intereses comunes de países europeos, Francia, Rusia y el Reino Unido, constituida en un pacto firmado en 1910, frente a la posibilidad de enfrentamientos bélicos con la “Triple Alianza” Alemania, Italia y Austria-Hungría. Europa siempre fue y sigue siendo cuna de grandes conflictos entre sus naciones y, por tanto, de las más grandes guerras que han afectado al mundo. Se puede entender perfectamente esa actitud asumida frente a Rusia, como una posición política de Europa ante la injustificada y artera agresión contra Ucrania, sumada al resabio amargo de la Guerra fría que, a todas luces, nunca se terminó, siempre hubo un rescoldo esperando avivarse. La reacción de muchos países europeos, frente al hecho consumado de una invasión al territorio de un país libre fue ambigua, temerosa, mediatizada, delatada por acciones contradictorias como el hecho de continuar comprando grandes cantidades de energía a Rusia, lo cual suponía un soporte inadmisible por cuanto servía a ésta para financiar la guerra, una incongruencia encabezada por Alemania, una muestra de la debilidad y dependencia europea. La retórica belicista de Rusia, sus continuas amenazas, nunca se quedaron en palabras altisonantes, siempre fueron rubricadas por una serie de invasiones armadas, llevadas a cabo a través de los últimos veinte años, las cuales en la práctica fueron minimizadas y aceptadas. Esta actitud pasiva se tradujo en el afianzamiento del control militar ruso sobre cinco importantes enclaves de diferentes países: Transnistria en Moldavia, la península de Crimea con su gran base naval de Sebastopol y parte del Donbass en Ucrania, además de Osetia y Abjasia en Georgia, sin mencionar su control político en Bielorrusia. Rusia no ha dejado de golpear primero, mientras los países europeos bajaban el gasto y el apresto militar.
Para poder comprender el sustento ideológico de las actuaciones imperialistas de Rusia, sus ansias de seguir creciendo a expensas de países fronterizos, se debe tener en cuenta el concepto Eurasianismo, sueño y objetivo de muchos de sus pensadores nacionalistas de constituir un “mundo ruso”, idea compleja que abarca y contiene razones étnicas, de lenguaje, religión, historia y costumbres, para mencionar las básicas, y lo cual constituiría la justificación del denominado “neoimperialismo ruso”. Agregamos: “…Sin embargo, la caída de la URSS daría una nueva oportunidad a esta escuela de pensamiento. La necesidad de un nuevo paradigma filosófico-político llevaría a la adopción por parte del pueblo y élites rusas del Neoeurasianismo, una versión reformulada del Eurasianismo primitivo…”. (Evolución e influencia del Eurasianismo en la idea nacional rusa. Ortiz Redondo, Jesús. Universidad Pontificia Comillas). Ejemplo de lo anterior, la fundación “Russkiy Mir”, Mundo Ruso, decretada y establecida por Vladimir Putin en el 2007, cuyo fin es el idioma y la cultura rusa como objetivo global. Para redondear esa idea nos permitimos citar un viejo artículo nuestro que señala el basamento de las invasiones rusas: “…en la extraña ideología del “eurasianismo” que con variantes se ha desarrollado en Rusia desde el tiempo de los zares. Podemos decir que se trata de una concepción ideológica, intelectual y política, muy afín con el nacionalismo y que siempre ha estado presente en su política exterior, sobre todo a partir de los primeros años del siglo pasado, la idea principal se basa en un nuevo espacio geográfico que se denominaría Eurasia, situado entre Europa y Asia con características propias y sin una limitación exacta, siendo Rusia el centro del mismo y con un destino grandioso, tal como lo expresa Nikolái Trubetskói diciendo que sería “una comunidad multinacional de destino histórico…separada y superior a la Europa Occidental”. Es de hacer notar que se define la sociedad rusa como muy particular, con características propias que la diferencian del resto del mundo, hoy Alessandri Duguin, reconocido filósofo y geopolítico, perteneciente al partido Eurasia, calificado por algunos de neofascista, es el máximo reformador, propagador y defensor de estas ideas y expresa: “Nunca hemos sido ‘normales’ y nunca lo seremos. ¡Rusia será grande, única, radiante, absoluta, paradójica, misteriosa, salvadora o desaparecerá!”. Más claro es imposible.
Jorge Puigbó