Las recientes actuaciones de la administración Trump han impactado muy negativamente a la sociedad venezolana.
Muchos han confiado en que son bases fundamentales de la justicia de Estados Unidos aquello de que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, que todos tenemos ciertos derechos fundamentales, que para todos existe un debido proceso, etcétera.
Ahora sobreviene un shock al ver como un nuevo gobierno se salta a la torera todo cuanto se presume sean derechos universales.
Sucede que aquel gran conjunto de protecciones legales está previsto para ciudadanos norteamericanos. Cuando se trata del sistema migratorio las cosas siempre han sido radicalmente diferentes, y es muy variable el modo como cada administración lo aplica.
En materia migratoria la carga de la prueba siempre se invierte: Es el solicitante quien debe demostrar que su petición de ingreso a los Estados Unidos amerita ser concedida.
El funcionario consular tiene poderes arbitrarios para otorgar o negar solicitudes sin dar explicaciones; e incluso está obligado a negar una visa ante la simple sospecha que la intención pueda ser distinta a lo expresado.
Luego, los funcionarios de migración a la entrada a Estados Unidos tienen rango consular y potestad discrecional de revocar visas ante cualquier anomalía o sospecha.
Ahora el Departamento de Estado nos recuerda que mantienen la vigilancia después de emitido cualquier visado, y que chequean continuamente a los portadores de visas para tener certeza que cumplen todas las leyes norteamericanas y reglas migratorias – revocando visados y deportando a quienes no lo hacen. Esto incluye todo tipo de visa.
El entramado para administrar temas migratorios siempre ha sido complejo y muy poco transparente. Los asesores legales apenas aportan destrezas para sortearlo del mejor modo posible. Se puede apelar, pero suele ser engorroso y costoso.
En resumen, la justicia norteamericana no funciona para todos tal como se proyecta en series como Perry Mason ni tal como dictan los códigos internacionales de derechos humanos.
Ha habido épocas muy restrictivas – por ejemplo los tiempos de las cuotas – y otras más relajadas, pero siempre sujeto a la arbitrariedad y poca transparencia. Ahora, ante las numerosas pobladas que han cruzado la frontera irregularmente, se presenta una nueva y brutal etapa restrictiva.
Quienes se aventuran a transitar el gran sueño americano deben andar bien informados y mantener siempre presente aquello que hace un siglo nos dice el viejo merengue venezolano de Luis Fragachán: El Norte es una quimera.
Antonio A. Herrera-Vaillant