Al final del tiempo y comienzo de la eternidad todos resucitaremos: unos para vivir en el Cielo en cuerpo y alma glorificados, y otros para lo mismo…pero en el Infierno.
¿Cómo seremos al ser resucitados? “El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso”(Flp. 3,17 – 4,1)
En la Transfiguración, los tres Apóstoles que fueron testigos de ese milagro, nos dieron un avance de lo que luego fue la Resurrección de Cristo y nos da una idea de cómo seremos resucitados. Dios nos transformará, nos glorificará con su gloria, nos iluminará con su luz infinita… es decir, nos transfigurará.
Cuenta el Evangelio (Lc. 9, 28-36) que estando con Pedro, Santiago y Juan en el Monte Tabor, Jesús se puso a orar y “su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y fulgurantes”.
Los apóstoles estaban consternados por el anuncio que les había hecho Jesús de su Pasión, Muerte y posterior Resurrección. Entonces Jesús quiso reforzar la fe de sus más allegados, mostrándoles algo de su gloria, dándoles un preludio de lo que sería su Resurrección.
Hay que seguir a Cristo, sea en el Calvario y en el Tabor. En las penas y en las alegrías, en los triunfos y en los fracasos. En lo fácil y en lo difícil, en lo agradable y lo desagradable, en los aciertos y desaciertos. Todo, menos el pecado, es Voluntad de Dios. Todo está enmarcado dentro de sus planes, que están dirigidos a nuestro máximo bien que es nuestra salvación… y nuestra futura resurrección.
Nos dijo el Papa San Juan Pablo II: “Si la transfiguración del cuerpo ocurrirá al final de los tiempos con la resurrección, la transfiguración del corazón tiene lugar ya ahora en esta tierra, con la ayuda de la gracia” (JP II, 14-3-2001).
Porque, seremos resucitados –eso es una verdad de Fe- . Pero antes hay que avanzar por el camino de Cristo: primero cruz y luego resurrección, a una vida de gloria y máxima felicidad: “Los que hicieron bien resucitarán para la Vida; pero los que obraron mal resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 29).
Isabel Vidal de Tenreiro