Eran las 5:00 de la mañana cuando la alerta de una vecina irrumpió en la tranquilidad del hogar de Grecia Aureli Martínez. Un tubo matriz reventado había inundado su casa. La respuesta de Hidrolara fue rápida y eficiente: en dos días, la fuga fue reparada. Sin embargo, la solución dejó una herida abierta en la calle 12, entre las carreras 21 y 22. Un parche de tierra se convirtió en una pesadilla para ella y la comunidad adyacente.
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«Soy asmática cien por ciento. Mira cómo tengo la voz, no puedo hablar casi por la tierra que hay», relató Grecia a El Impulso, quien además señaló que el polvo se ha infiltrado en cada rincón de su hogar, agravando su condición y la de su hijo, también alérgico.



La calle, ahora un camino de tierra, es testigo del paso constante de vehículos pesados.
«Ellos te caen cada rato ahí y suena, suena duro», describe Grecia, temerosa de que un accidente pueda dañar nuevamente la tubería expuesta. La falta de asfalto ha desviado el tráfico, y la calle se resiente, con el asfalto resquebrajándose cada vez más.
Grecia, al igual que los vecinos, no piden mucho, solo «una capita finita de asfalto» que ponga fin a su exigencia. Una solución sencilla que mejoraría su calidad de vida y evitaría posibles accidentes. Mientras tanto, la tierra sigue levantándose, y la voz de Grecia se pierde entre el polvo, que clama por atención.