El pez diablo negro pertenece a la familia de los melanocétidos, un grupo de peces abisales, esos que habitan en profundidades mayores de 2.000 metros, caracterizados por su apariencia grotesca y su capacidad para sobrevivir en ambientes extremos.
Su nombre se debe a su color oscuro, que le permite camuflarse en la negrura de las profundidades oceánicas. Además, su gran boca llena de afilados dientes y su piel gelatinosa le dan una apariencia digna de una pesadilla.
Uno de sus rasgos más característicos es el órgano bioluminiscente que se encuentra en el extremo de una prolongación sobre su cabeza. Este órgano emite una tenue luz que atrae a sus presas en la oscuridad, un mecanismo de caza extremadamente eficaz en un entorno donde la comida es escasa. Cuando un pez incauto se acerca, el diablo negro lo engulle con su enorme boca, capaz de expandirse para tragar presas de tamaño considerable en comparación con su propio cuerpo.
Este pez posee dimorfismo sexual extremo. Las hembras son mucho más grandes que los machos, que tienen un papel muy particular en la reproducción. Los machos son diminutos en comparación con las hembras y no cazan ni se alimentan de manera independiente. En cambio, cuando encuentran una hembra, se adhieren a su cuerpo con sus mandíbulas y, con el tiempo, se fusionan físicamente con ella, compartiendo su sistema circulatorio. De este modo, la hembra obtiene esperma de su compañero permanente cuando está lista para la reproducción.
A pesar del interés que genera, el pez diablo negro sigue siendo una especie poco estudiada debido a la dificultad de acceder a su hábitat. La mayoría de los ejemplares se han descubierto a través de redes de arrastre en exploraciones científicas o mediante tecnología de vehículos operados remotamente (ROV), que permiten observarlo en su entorno natural.
Los científicos aún investigan muchos aspectos de su biología, incluyendo su longevidad, su tasa de reproducción y su papel exacto en la cadena alimenticia de las profundidades.