FOTOS | El último recreo: La tragedia que marcó la historia de la Escuela Wohnsiedler #10Feb

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A las 9:15 de la mañana, de aquel 6 de julio de 1931, el estruendo sacudió la calle Ayacucho, en la esquina de «Las cuatro lagunas«, en Barquisimeto. La pared de la Escuela Federal Wohnsiedler, donde niñas de 2°, 3° y 4° grado recibían clases, se desplomó, sepultando sueños y truncando vidas.

Según datos recopilados en el Centro de Documentación Interna (CDI) de El Impulso, siete niñas perdieron la vida en el acto, y más de treinta resultaron heridas, algunas de gravedad. La ciudad entera se sumió en la consternación. El dolor se propagó como un reguero de pólvora, tiñendo de luto los corazones de los barquisimetanos.

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La lluvia, testigo implacable de la tragedia, dificultó los trabajos de rescate. Entre el caos y la desesperación, padres y familiares buscaban a sus hijas, hermanas y amigas. El llanto y los gritos desgarraban el silencio, mientras los cuerpos inertes de las pequeñas eran rescatados de entre los escombros.

La Escuela Federal Wohnsiedler, fundada en 1912, se había convertido en escenario de la tragedia. El inmueble, construido a principios de siglo, había sido objeto de varias reparaciones debido a filtraciones y hundimientos. La inestabilidad del terreno, donde hasta mediados del siglo XIX existieron cuatro lagunas, y el bombardeo de la base de las paredes, fueron señalados como las causas del derrumbe.

Al día siguiente, una multitud acompañó los féretros blancos desde la iglesia San José hasta la iglesia de la Concepción, donde se realizaron las exequias. Representaciones de toda la República se unieron al dolor de Barquisimeto. Los cuerpos de las niñas fueron trasladados al cementerio Bella Vista, donde recibieron el último adiós.

Evaristo Reyes Yánez inmortalizó el cortejo fúnebre en fotografías que reflejan la tristeza y el luto de la ciudad. Amábilis Cordero, por su parte, plasmó la tragedia en el documental de ficción «La catástrofe de la Escuela Wohnsiedler«, estrenado en 1933.

El periodista Samuel E. Niño, en su crónica para el El Impulso, narró un detalle conmovedor: «Entre los escombros se extrajo un libro entre cuyas páginas se encontraban tres galletitas guardadas con la seductora importancia que los niños dan a esas grandes nimiedades de la dichasa edad escolar. Por el nombre se constató que pertenecían a la niña Lucila Montes de Oca«.

La tragedia de la Escuela Wohnsiedler marcó la historia de Barquisimeto. El dolor y la memoria de las niñas fallecidas perduran en el corazón de la ciudad, como un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de la seguridad en las instituciones educativas.

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