Casi todo el tiempo es un riachuelo triste y humilde que se va recostando en las paredes de sus muchos recodos como queriendo descansar del calor y la poesía de Luis Alberto Crespo y los recuerdos de Papa Foncho, pero apenas un muchacho patalea entre sus aguas recobra vida y sigue su viaje hacia Aregue y Rio Tocuyo.
Todo lo perdona nuestro río Morere menos el olvido de cuando fue motivo principal para la fundación de Carora ,por ello cada cierto tiempo sus reclamos acumulados se convierten en gigantescas inundaciones que colocan a su hija ciudad a llorar de pena y suplicar piedad al señor de los cielos.
El secreto del Morere que nadie conoce a excepción de Cecil Álvarez que maneja el árbol de la vida esotérico, es que nuestro rio no solamente cursa agua sino también memoria y sentimientos y por ello hay épocas en las cuales debemos hacer revisión de tiempos pasados, recordar y registrar, para que el olvido no se convierta en inundación que ahogue los caminos del porvenir.
Cuando le dije a Cecil: Hermano tenemos como reto generacional dar nuestro testimonio de la Carora que vivimos, de la que nos antecedió y la que estamos por cruzar hacia el Oriente eterno, me dijo con voz de tabernáculo ,es cierto Chato, quitemos el velo de Isis a las leyendas que relatan una Carora levantada sobre el dolor del odio de clases y hagamos relucir la verdad del trabajo, la constancia, la inteligencia y la armonía religiosa que en su conjunto hicieron posible el empuje cultural y económico que al alimón nos transformó en ciudad referencia a nivel nacional.
Conversación parecida tuve con Felipe Izcaray cuando abordado el tema de la significación universal de Carora recordó un intercambio de palabras fulgurante con Nano Yepez: Felipe, puedes ser director de la Filarmónica de Berlín, no Nano, muy difícil. No te queda otra cosa en orden de importancia que venirte a Carora a dirigir la orquesta de los muchachos.
Y en eso estamos, a paso lento pero confiados en que el carapacho acompañe el intento de regalarle a nuestra amada Carora un nuevo relato histórico que ordene verdades y nos deslastre de mitos punitivos.
El inicio de esta aventura tuvo su origen en un almuerzo anual que patrocina Antonio José Herrera para echarnos cuentos viejos y actualizar criterios sobre los nuevos escenarios caroreños y como el mesianismo es un loco que se entromete en todas las reuniones del Club Torres, nos puso el tema y nosotros le hicimos caso a su propuesta de dignificar lo que vivimos y soñamos para Carora.
Un invitado falta en la amplia contertulia histórica que pretendemos, Jesús Riera Meléndez, Chus Riera, fallecido en plena cosecha intelectual, quien fue un apasionado promotor de las virtudes empresariales que convirtieron a Carora en una de las ocho ciudades más importantes de Venezuela en la década de los sesenta del siglo XX.
Jesús Riera Meléndez tenía una historia sobre Carora que escribió por pedazos pero sobre la cual conversaba en cada oportunidad que lograba interlocutores afines a su sensibilidad regionalista.
Nunca lo entrevisté de manera formal pero son muchas las horas que disfruté de su amplia cultura y de su pasión por la grandeza local, nacida según él del esfuerzo civilizador y civilista de hombres comunes que se hicieron héroes en su lucha contra el verano y la soledad.
Estuvimos en el Top Ten
Recordaba y reclamaba Chus Riera que Carora a mediados del Siglo XX era la octava ciudad más importante de Venezuela y que esta clasificación honraba el trabajo de los ganaderos, quienes contra toda lógica climática convirtieron a Torres en una cuenca productiva que se instaló como una de las referencias más importantes a nivel nacional e internacional de eficiencia productiva y que dio nacimiento a la Raza Carora, algo que según Chus nos mantenía como referente insoslayable dentro del sector agropecuario.
En su balance Chus rememoraba a esa Carora autosuficiente que contaba con eficientes servicios públicos manejados por la sociedad civil, energía eléctrica, telefonía, atención medica y hasta el suministro de agua potable, el cual si bien era gubernamental estaba soportado en la solidaridad que le daba la sociedad caroreña.
El aporte de la caña
Según Chus la importancia de relieve que tomó Carora a mediados del siglo XX, especialmente en la década de los sesenta se debió al clima de estabilidad política que garantizaba el desempeño de las actividades privadas, ya que si bien la Democracia estaba amenazada por movimientos guerrilleros, los productores del campo gozaban de paz social y de reglas claras para la inversión.
Esto le permitió a los caroreños dar un giro cualitativo y cuantitativo de la ganadería hacia el cultivo e industrialización de la caña de azúcar, rubro que se convirtió en uno de los ejes económicos fundamentales de nuestra economía local. Aunque Chus no lo decía, gran protagonista de esta etapa fue su padre Manolo Riera, quien redimensionó el Central Pastora y lo incluyó en el mapa de grandes factorías azucareras de nuestro país, logrando con ello que haciendas importantes de la Veredita destinaran buena parte de sus tierras al cultivo de este rubro.
Diego Jesús fue un prócer civil
Al hacer recuento de hechos y personajes que lideraron el empujón histórico que recibió Carora en esos años sesenta el muy versado contertulio colocaba a Diego Jesús Herrera como uno de los hombres más importantes de ese momento ya que con sus aportes académicos le dio plataforma científica al esfuerzo de mestizaje bovino que estaban haciendo los ganaderos caroreños para alcanzar un rebaño que produjera mucha leche en mitad de los calorones caroreños. Diego Jesús es un prócer civil, apuntaba Chus.
Está pues este grupo de setentones caroreños buceando en memoria propia y ajena, ordenando registros, sumando amigos a esta iniciativa, elaborando una metodología con asistencia profesional, dando pasos a contra reloj en busca de un tiempo que nunca perdimos, donde la clave era sentir que estando en Carora no se estaba lejos de las vanguardias culturales del mundo. Como dice Luis José Oropeza, sumado también a esta quijotada, sigamos adelante y que Dios nos de vida para seguir en este empeño y terminarlo con éxito. Amén.
Jorge Euclides Ramírez