Educador, político con responsabilidades parlamentarias, gubernamentales y partidistas, intelectual cuyas obras completas, diecisiete libros y tres compilaciones de artículos, fueron publicadas en 1985, poeta, librero, editor, académico de la Lengua, el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (La Asunción 1902-Caracas 1993) es uno de esos venezolanos multifacéticos, fundamentales, cuyos aportes a la nacionalidad le ganaron sin duda alguna los honores del Panteón Nacional, como ha sido recientemente acordado.
Muy reconocida es su labor en el campo de la educación a la cual dedicó los mayores desvelos. En 1932 fundó la Sociedad de Maestros de Primaria y en 1936 a Federación Venezolana de Maestros. Como ministro y legislador, impulsó legislación educativa. En la primera cualidad creó las escuelas técnicas industriales y concibió el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio. En la segunda, motorizó la creación del Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) que por décadas fue un verdadero modelo en la calidad y la contribución a la formación de los trabajadores para el desarrollo del país.
El Maestro Prieto fue un político culto con pensamiento. De sus ideas, el Estado Docente es una inevitablemente unida aquí a su nombre, puedo decir que los humanistas cristianos no compartimos más de una, por partir de premisas filosóficas diferentes, lo cual no implica negar la honda reflexión que las produjo, así como la honesta firmeza con que las defendió y eso se admira.
Senador de la República por Nueva Esparta por primera vez entre 1936 y 1941 y luego por veinte años al restaurarse la democracia, varios períodos por su isla natal y al final por el Zulia, Presidente del Congreso y la de la Comisión de Cultura, fue un parlamentario muy diligente en el debate político y el trabajo legislativo. No formó parte de la comisión redactora de la constitución de 1961, de cuya vigencia sería celoso defensor, pero son notables sus contribuciones en el Senado y las sesiones conjuntas. Destaco las relativas a la autonomía de los estados, la nacionalidad, la educación, el trabajo, las Fuerzas Armadas aunque advirtiera “no tengo muchas predilecciones castrenses”, el papel del Senado en el control presupuestario y la inmunidad parlamentaria con sólida contribución doctrinaria, las atribuciones de la Corte Suprema en el enjuiciamiento del Presidente de la República y la suspensión de garantías constitucionales propuesta en el artículo 244 del proyecto. En esa ocasión, su intervención medulosa al defender la previsión la cerró con una confianza de intención preceptiva, en que ejecutivo y legislativo “harán uso del poder con la prudencia indispensable para que la democracia sea el régimen eficaz para la vida institucional de Venezuela”.
Prieto, que participó en la fundación de ORVE y PDN antes de AD, partido que presidió, y hasta el final de su vida del MEP, tenía también ideas muy claras acerca de la política. Desde 1959 dirigió la revista Política, en cuyo primer editorial escribió: “la política no es una ciencia infusa de la perfidia y la falacia sociales, sino ejercicio sincero de la actividad humana creadora y sincrética, tendiente a buscar el camino de la conciliación y el mayor grado de perfección en los sistemas que rigen la vida de la sociedad y de las relaciones internacionales.” Que la “empecinada campaña” que asoció al político con la deshonestidad, desembocó en los fascismos y entre nosotros en “sanguinarias dictaduras militaristas”. Y todo un libro dedicó al tema, La Política y los hombres. Allí, con el socialista francés León Blum, dice “…no es cierto que todo esté permitido en la lucha cívica, que todos los medios sean buenos y que el fin los justifique…”. Al político lo distingue radicalmente de los pseudopolíticos “categoría parasitaria de la organización del Estado, suerte de testaferros de la malhechuría, alcahuetes del deshonor de la República, hombres sin conciencia de responsabilidad de ciudadanos y sin honestidad personal ni responsabilidad pública.”
Dudo que hubieran leído esto los diputados que aprobaron la justa exaltación de Prieto al Panteón y si lo hacen ahora, ojalá les mueva a alguna reflexión. Lo que sí sé es que con la actitud demostrada en la legislación aprobada y el control no ejercido, distan mucho del señero ejemplo de este ilustre antecesor, cuyas opiniones acerca el presente creo poder imaginar. También que para lavar esas manos no basta el agua del río La Asunción que nace en el cerro Copey y que después de Camoruco llaman río Caracas hasta su desembocadura en la salobre laguna de Gasparico. Y no es porque sea escasa, porque no sería suficiente ni toda la del Caribe Mar del cual es Perla nuestra querida isla bonita.
Ramón Guillermo Aveledo